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13.12.08

La Palabra del Domingo - 14 de diciembre de 2008

Santa Biblia

Jn 1,6-8.19-28

6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.


19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: “¿Quién eres tú?”
20 El confesó, y no negó; confesó: “Yo no soy el Cristo.”
21 Y le preguntaron: “¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?” El dijo: “No lo soy.” - “¿Eres tú el profeta?” Respondió: “No.”
22 Entonces le dijeron: “¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”
23 Dijo él: “Yo soy = voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, = como dijo el profeta Isaías.”
24 Los enviados eran fariseos.
25 Y le preguntaron: “¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?”
26 Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.”
28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

COMENTARIO

Reconocerse hijo y hermano

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Juan Pablo II Magno- Oración

JPIIM

Resulta fácil comprender que si, para un cristiano ordinario, la oración es una forma directa de relacionarse con Dios, para un Papa ha de suponer algo más.

Comprender tal realidad espiritual fue una de las labores más destacadas de las llevadas a cabo por Juan Pablo II Magno.

Así, podía dejar escrito (en la Carta apostólica Dies Domini, DD, de 1998) que “En realidad toda la vida del hombre y todo su tiempo deben ser vividos como alabanza y agradecimiento al Creador”.

Pero, con ser esto importante, continuaba diciendo que, en realidad, “La relación del hombre con Dios necesita también momentos de oración explícita, en los que dicha relación se convierte en diálogo intenso, que implica todas las dimensiones de la persona” (DD 15)

De aquí que no sea suficiente, digamos, el mantener un estado de oración simple, sino que “Se equivoca quien piense que el común de los cristianos se puede conformar con una oración superficial, incapaz de llenar su vida. Especialmente ante tantos modos en que el mundo de hoy pone a prueba su fe, no sólo serían cristianos mediocres, sino cristianos con riesgo” (Carta apostólica Novo millennio ineunte, NMI, de 2001) (34)

Por tanto, la oración ha de tener la suficiente “creencia”, tener la suficiente fe como para que pueda tenerse por amada y querida pues no ha de servir la mera repetición memorística de frases sino el verdadero sentir hacia Dios.

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