Leonardo Boff, un liberado de la Iglesia
Dice Michael Löwy (cuyos artículos pueden encontrarse en www.rebelion.org, que es un buen ejemplo de las extrañas relaciones entre religión y política izquierdista), en su artículo titulado “La Teología de la Liberación: Leonardo Boff y Frei Betto” algo que puede resultar ilustrativo de la persona ante la que nos encontramos:
“Podemos fechar el nacimiento de esta corriente, que podríamos denominar como “cristianismo de la liberación", a principios de los años 60, cuando la Juventud Universitaria Cristiana brasileña (JUC), alimentada de cultura católica francesa progresista (Emmanuel Mounier y la revista Esprit, el padre Lebret y el movimiento “Economía y Humanismo", el Karl Marx del jesuita J.Y. Calvez), formula por primera vez, en nombre del cristianismo, una propuesta radical de transformación social. Este movimiento se extiende después a otros países del continente y encuentra, a partir de los años 70, una expresión cultural, política y espiritual en la “Teología de la Liberación“.
Leonardo Boff era, fue, y sigue siendo, una de las personas que, seguramente, más daño ha hecho a la Iglesia católica porque su actuación fue, y es, intencionadamente rupturista con la Tradición y el Magisterio.
La página web www.servicioskoinonia.org da cabida a los escritos de Leonardo Boff y es un buen semillero de donde se puede extraer la cizaña que su actuación siembra.
Así, el día 31 de agosto de 2007 publicó un artículo titulado “La Iglesia Católica: ¿una gran secta?” en el que se vierten afirmaciones como las siguientes:
-“La Iglesia Católica se está aislando cada vez más de todo. Su base social son principalmente los movimientos, mediocres en pensamiento, subordinados a las autoridades, que prefieren la aeróbica de Dios a enfrentarse con los problemas de la pobreza y de la injusticia”
Tal afirmación, haciendo de menos a los movimientos que están enriqueciendo a la Iglesia católica dice bastante del concepto que Leonardo Boff tiene de la situación por la que pasa aquella.
Está claro que a él no le gusta la subordinación a las autoridades porque va en contra de un pensamiento que, como el suyo, dice ser libre. Pero libre, sólo, de lo que diga la Iglesia católica a la que dice pertenecer.