Josep Miró i Ardèvol: honra mejor que barcos
Tengo que reconocer que cuando he leído la noticia que decía que el que fuera miembro importante de Convergencia Democrática de Cataluña había decidido dejar el partido que ayudó a fundar porque, en realidad, entendía que su fe la impedía seguir donde no la tenían en cuenta, he podido experimentar un gozo que proviene de saber que un católico ha hecho lo que, en verdad le correspondía (“donde es sí, sea sí y donde es no, sea no”, dijo nuestro Maestro)
Quizá pueda dar la impresión de que don Josep abandona el partido político en que militaba porque, al parecer, no podía manifestar las ideas que tenía en cuanto a determinados puntos del ideario de aquel.
En realidad, lo que más debe haber afectado a su rotunda personalidad es que en determinados temas relacionados con su arraigada fe católica el que hasta ahora era su partido se haya alineado con posturas, digamos, progres o pragmáticas.
El que esto escribe ha tenido una relación con don Josep desde distintos puntos de vista: como oyente de la COPE muchas tardes lo escuché en las tertulias de Cristina López Schlichting y pude admirar, además de su verbo inteligente y defensor de la fe, unas enormes ansias de transmitir las verdades del Evangelio; posteriormente, en la ya famosa manifestación del 18 de junio de 2005 en Madrid en defensa de la familia pude, en primera fila, volverlo a escuchar, ahora en directo, y, lo tengo que decir, me encandiló con su forma de manifestar un profundo arraigo de las mismas verdades del Evangelio citadas arriba.