J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media – Lo que deja ver un título en la obra de Tolkien

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AINULINDALË

VALAQUENTA

QUENTA SILMARILLION

AKALLABÊTH

DE LOS ANILLOS DE PODER Y LA TERCERA EDAD

Hasta aquí el origen de todo esto, la causa y motivo que hace que sea posible, tan sencillo resulta que es gracias a eso, decir lo que sigue y hacerlo con gratitud hacia quien todo lo ha provocado. Y trátase, como sabe cualquier lector de Tolkien padre, del contenido de su obra, seguramente primera pero no publicada en vida, origen de todo lo que debía venir, principio de los tiempos primeros y subcreados. Vamos, de El Silmarillion que es una obra literaria de tanta altura que la miramos como si nosotros estuviéramos en la base del Everest y viéramos allá, más que lejos y a una altura inalcanzable, una tan elevada meta.

En nuestros pequeños reinos donde sólo la palabra ocupa el lugar de gloria que legítimamente le corresponde, nos apiñamos ante unas palabras que, una a una, dan forma al texto que tenemos entre manos. Nosotros, por eso, preferimos poder tocar el papel antes que deslizar los ojos y el dedo por la fría piel de una pantalla. Aunque, claro está, hay de todo en la viña de Eru… 

Cuando hay emociones que, estando contenidas en las páginas de un libro, quedan ahí, digamos que como huérfanas de alguien que se las lleve al corazón, resulta de lo más triste un devenir, así, dejado como si no existiera la emoción, la audacia del símbolo… en fin, la gracia contenida allí que magnifica lo que somos como seres humanos. 

Hay palabras, por eso mismo e, incluso, la conjunción de varias de ellas, que mecen nuestro corazón y lo llevan lejos, más lejos aún y lo llevan, raudos como por Sombragrís transportados, hasta donde sólo ha sabido llevar quien ha descubierto, entre las sílabas, renglones y párrafos, el misterioso devenir de una idea hecha luz, de la mejor forma de decir que se nos ha dado un don especial, tan especial que sólo puede ser nuestro, que consiste en dar al mundo lo que el mundo ni capta ni encuentra. 

Esto lo decimos, y creemos no equivocarnos, porque cuando nuestro autor, al que muchas veces llamamos “profesor de Oxford” como si hubiera sido el único de entre los de su condición profesional que allí enseñara, debió ponerse ante un papel en blanco (aunque pudiera tratarse de otro que por alguna parte estuviera ya escrito) su alma debió darle un vuelco. Por eso una vez escribió aquello que le debió salir de muy dentro y que tenía que ver con alguien que vivía en un agujero… Y así con otras palabras que, al leerlas muy fijamente, nos muestran que es posible un mundo que, aún no habiendo existido antes (¿O sí?) nosotros quisiéramos que existiera. Y ante lo que ha de venir, ante la sucesión de circunstancias, hechos y hachas, se nos ponen los dientes casi tan largos como los de un orco, si ustedes nos entienden. 

A nosotros, francamente lo decimos, nos produce esto que decimos leer, tan sólo leer, esos títulos de esos capítulos (unidos para dar forma a El Silmarillion) cuando sabemos, además lo sabemos, que lo que viene después va a constituir una forma más que profunda de manifestar una forma de ser, una voluntad que nos infringe (si puede decirse así) un gozo que no es fácil de describir y que muy bien podría llamarse felicidad. 

Y decimos, para que se sepa, que los ponemos así, en mayúsculas porque tenemos entendido que en la red de redes escribir así es, digamos, como elevar un grito. Y lo hacemos así porque sabemos que nuestro grito no es de odio ni de temor ni de desesperanza sino, muy al contrario, de amor, de confianza y de seguridad en que todo lo escrito y dado a leer viene a ser, por decirlo pronto, el ejercicio más sabio de un don dado por Dios a un hombre. Y nosotros, que somos creyentes fervientes en una Voluntad como la Suya, diríamos lo mismo de Eru, llamado Ilúvatar por los Primeros Nacidos. 

Y es que, en verdad, no puede haber muchas cosas que sean mejores que este gozo tan íntimo y divino como es saber que ha habido sacrificio y que sangre del alma ha sido vertida para producir una obra así, de tan buena consistencia que ni Melkor podría acabar con ella. Y no podría porque ya sabemos que aquí, tampoco aquí, ha tenido la muerte la última palabra.

 

Eleuterio Fernández Guzmán Erkenbrand de Edhellond

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

 

 

 

2 comentarios

  
María de los Ángeles
Simple y sencillamente: hermoso.
Gracias, Don Eleuterio.

EFG

No, gracias a usted.
13/12/19 11:23 AM
  
Tulkas
ESDA es una obra mucho más rica que el SIL, obviamente.
Pero el SIL, o al menos el QS, con su estilo conciso, homogéneo, casi asfixiante por lo tremendo del relato o te deja KO o no te gusta. A mí me dejó KO.

EFG

Tiene usted bastante razón. El caso es que ell SIL, por ser una obra que trata, por decirlo así, del principio de todo, puede parecer más farragosa y difícil de entender. También se ha dicho que a lo mejor es la mano de su hijo Christopher quién, al preparar la publicación de esa obra, pudiera haber hecho más de la cuenta. En fin...
14/12/19 1:33 AM

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