La Palabra del domingo -26 de mayo de 2019

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Jn 14, 23-29

 

“23 Jesús le respondió: ‘Si alguno me ama, guardará mi Palabra,   y mi Padre le amará, y vendremos a él,  y haremos morada en él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras.  Y la palabra que escucháis no es mía,  sino del Padre que me ha enviado. 25   Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. 26  Pero el Paráclito, el Espíritu Santo,          que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo  y os recordará todo lo que yo os he dicho.    27 Os dejo la paz,  mi paz os doy;  no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde.

28 Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros.’ Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,  porque el Padre es más grande que yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.’”

COMENTARIO

 

Escuchar y ser consecuentes

 

La misión salvadora de Cristo tuvo que desarrollarse mediando palabras y actos. Es decir, no tuvo más remedio (dado como eran sus contemporáneos) que realizar signos para que creyeran lo que decía, sus palabras, aquellos que le escuchaban. Por eso curó a enfermos incurables, resucitó a varios muertos, sacó demonios de endemoniados, etc.

Sin embargo, la base de todo su hacer eran las palabras que pronunció a lo largo de sus años de predicación pública. Y las que hoy trae el evangelio de San Juan son de vital importancia para la vida espiritual del discípulo. Es más, para la vida eterna de quien le sigue.

¿Qué es importante destacar en estas palabras que muchas veces hemos oído pero, a lo mejor, no escuchado?

 

Por ejemplo,

 

-Que hay que escuchar su voz y, sobre todo, guardar su Palabra.

Nos quiere decir, con eso, que no es suficiente decir “qué palabras tan bonitas” sino que las debemos llevar al corazón y ponerlas en práctica.

¿Es fácil eso? No, muchas veces es difícil pero nadie puede defender que ser discípulo de Cristo sea fácil.

-Que amar a Cristo supone amar a Dios.

Nos quiere decir, sin duda alguna, que amando al Hijo hacemos lo propio con el Padre. Y, además, que entonces vendrán a nuestro corazón y se quedarán ahí. Es decir, que no basta con haber sido bautizados sino que el amor a la Santísima Trinidad ha de ser real y verdadero.

-Que Cristo habla no en nombre de Dios, como si no lo fuera, sino por serlo.

 

-Que el Espíritu Santo iba a ser enviado e iba a continuar con la misión empezada por el Hijo de Dios.

 

Esto sucedería el día de Pentecostés cuando, cincuenta días después de la resurrección de Nuestro Señor es enviado el Paráclito para defender a la grey de Dios y mostrarle el camino hacia el definitivo Reino del Padre, el Cielo.

-Que les daba la paz. No era la paz del mundo que sólo busca ausencia de conflictos sino que es la paz de Dios, la que consiste en tener un corazón tierno y misericordioso. Tal paz y no la otra.

 

-Que por muy duro que pueda parecer su marcha al Padre, debemos alegrarnos de ella.

Nos quiere decir, les quería decir a los que le escuchaban, que pronto lo iban a pasar muy mal. Verían como moriría y, luego, al paso de los días, cómo ascendía al Padre. Eso, sin embargo, no debía entristecerlos sino, al contrario, llenarlos de alegría porque aquel sería el principio de la vida de su Iglesia y ellos serían sus apóstoles  y el resto de discípulos también sus enviados.

Lo que, en fin, quiere decirnos Cristo es que una cosa es escuchar y otra, muy distinta, hacer posible que, en nuestra vida aquello que hemos escuchado se haga realidad, se haga efectivo. Otra forma de actuar sería hacerlo de forma hipócrita. Y, además, sólo así se puede gozar de la vida eterna.

 

PRECES 

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren guardar las Palabras de Cristo.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que prefieren la paz del mundo y no la de Cristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a recibir tu Palabra en nuestro corazón y ponerla por obra.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

                                                                                                                       

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido,  Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Palabra de Dios; la Palabra.

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Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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