La Palabra del Domingo - 3 de enero de 2016

 

 

Jn 1, 1-18

1 En el principio existía la Palabra  y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio con Dios. 3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. 4 En ella estaba la vida  y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.      6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7     Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8         No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.11         Vino a su casa,          y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron          les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;

13 la cual no nació de sangre,  ni de deseo de hombre,  sino que nació de Dios. 14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,  gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí  se ha puesto delante de mí,  porque existía antes que yo.» 16       Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. 17       Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único,  que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

        

COMENTARIO                                         

En el Principio: en aquel Principio

El contenido de los Santos Evangelios es, por ser inspiración divina, verdaderamente maravilloso. Que proceden de inspiración de parte de Dios lo dice el hecho de poder aplicarse ahora mismo, siglos después de haber sido escritos.

Pues bien, hay textos, de todas formas, que expresan más que otros porque contienen una santa doctrina que va mucho más allá de lo que los mismos expresan. Y el de hoy es uno de ellos. Se mire por donde se mire y se haga como se haga la mirada sobre el mismo no se encuentra sino gozo, sino mucha información acerca de la historia de la salvación y, en fin, muchas formas de saber cuál es la voluntad de Dios.

Ciertamente no vamos a ser capaces de meditar sobre el total contenido de este esencial texto del Evangelio de San Juan. Es un verdadero privilegio hacerlo, al menos, sobre alguna parte del mismo.

El Principio de todo

Cuando oímos hablar del “Principio” sabemos que se refiere la Santa Biblia a cuando aun nada había sido creado. Era, entonces, el Principio de todo. Y se nos dice que todo se hizo por la Palabra (que es Cristo y que nada se hizo sin ella; todo, además, se hizo para la Palabra. Es más, la Vida (así escrita, con mayúscula) estaba en la Palabra, que era Cristo. Además, al parecer en el Principio había tinieblas pero no pudieron con la Luz (que era la Palabra o, lo que es lo mismo, Cristo) porque la Luz estaba en la Palabra y la Palabra estaba en diálogo con el Creador.

Los que no reciben a Dios en el Hijo

Como el ser humano hace lo que bien le parece haciendo uso de su libertad, es posible que no haga lo que le conviene sino lo que está muy en contra de la voluntad de Dios. Y eso es lo que pasó cuando la Luz visitó al mundo. El mundo la necesitaba pero actuó contra la misma de la forma que sabemos y que hizo con Cristo. Por eso muchos no supieron aprovechar la oportunidad que les estaba dando el Todopoderoso y no quisieron saber nada de aquella Luz que había enviado Dios al mundo para que el mundo se salvase.

Los que sí reciben a Dios en el Hijo

Hay, sin embargo, dos formas, dos actitudes, ante lo que pasó en aquel principio. La primera ya la hemos visto: no aceptar a la Luz, separarse de Dios, alejarse del Todopoderoso.

Pero no todo hijo de Dios tiene el alma encerrada en su corazón. También hay quien sí aceptó la Luz, sí tuvo a bien cambiar su corazón y, en fin, supo ver lo bueno que tenía seguir a Jesucristo. Pues bien, a tales creyentes lo que Dios les da es, nada más y nada menos, la posibilidad de considerarse hijos suyos. No hijos venidos de nacimiento carnal sino puramente espiritual. Y tales hijos son los que, entonces, deben transmitir la Verdad, Quién es el Camino y Quién la Vida.

La gracia y la Verdad están en Cristo

Los que estaban bajo la ley estaban sometidos a la ley, sojuzgados por el poder establecido por las autoridades religiosas judías. Ellos no estaban con la Ley sino, en todo caso, como decimos, bajo el poder de la ley. Sin embargo, el Hijo de Dios, cuando vino al mundo (según nos dice este evangelio) trajo al mundo algo más que la ley porque con É vino la Gracia de Dios y la Verdad del Todopoderoso. 

Por eso nos dijo que no quería que la Ley no se cumpliese sino que, al contrario, se cumpliese en su totalidad. Y no debía referirse a lo que muchos habían hecho con la que Dios había dado a la humanidad sino, en verdad, a la que Dios estableció como su santa Voluntad. Y tal Ley era la que Cristo quería hacer cumplir.

 

PRECES 

Por todos aquellos que no quieren recibir a Cristo en sus corazones.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no miran a Dios y se pierden en un Infierno mundano.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a recibirte en nuestro corazón.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa. 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

En el Principio; en aquel Principio Dios pensó en nosotros.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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