El rincón del hermano Rafael – Saber lo que se quiere

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.   

Vayamos, de todas formas, ahora mismo, a escribir sobre el protagonista de esta nueva serie.

Cuando Dios tiene a bien escoger a uno de sus hijos para que siga una vida de fe acentuada hace que se note desde la corta edad. Y eso era que le pasaba a Rafael: daba muestras de que las cosas de Dios le interesaban más que al resto de sus compañeros de la infancia.

Sin embargo, desde temprana edad enfermó y empezó a llevar su particular cruz.

Aunque Rafael, dotado de una precoz inteligencia, parecía tener una vida en el mundo, en el siglo, de especial importancia (se matriculó en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid) no podía evitar, ni quería, su voluntad de profundizar en su vida espiritual.

Tal es así que ingresó en el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas el 15 de enero de 1934.

La enfermedad que arriba hemos citado, la diabetes sacarina, le obligó a abandonar el monasterio en tres ocasiones pero volvió en otras tres ocasiones porque bien sabía que no otro era el camino espiritual que debía seguir.

Cuando recién había estrenado los 27 años Dios lo llamó cabe sí un 26 de abril de 1938 siendo sepultado en el monasterio donde había ingresado para seguir una vida espiritual acorde con su voluntad de hijo del Creador.

El caso es que la fama de santidad de un católico tan joven y tan entregado a su fe no tardó en salir de los muros del monasterio. Y es que aquello que había escrito estaba dotado de una especial atracción. Tal es así que el 20 de agosto de 1989, san Juan Pablo II lo propuso como modelo para los jóvenes que iban a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud a celebrar en Santiago de Compostela. Y unos pocos años después, en 1992 fue beatificado (el 27 de septiembre).

Pero, seguramente, no bastaba con el reconocimiento que se hacía entonces. El Beato Rafael iba a subir un escalón más en el Cielo y el 11 de octubre de 2009 el ahora emérito Benedicto XVI canonizaba a quien había sabido comunicar al mundo que sólo Dios era suficiente para llevar una existencia propia de un buen y fiel hijo.

Que Dios nos ayude a acercarnos lo mejor posible al pensamiento espiritual de San Rafael Arnáiz, el hermano Rafael. Y, de paso, le pedimos que  interceda por nosotros. 

VIII-Dios-y-mi-alma

Saber lo que se quiere

 31 de enero de 1938 – lunes

“Dios mío…, Dios mío, enséñame a amar tu Cruz. Enséñame a amar la absoluta soledad de todo y de todos. Comprendo, Señor, que es así como me quieres, que es así de la única manera que puedes doblegar a Ti este corazón tan lleno de mundo y tan ocupado en vanidades.”

 

Un católico puede serlo de muchas formas. Las hay desde la quien se entrega totalmente a la causa de Cristo hasta quien dice que es discípulo suyo pero no se nota mucho que lo sea.

Hay, entre los primeros creyentes citados arriba quienes saben lo que quieren. En materia de fe no tienen duda aunque, de vez en cuando, puedan recaer en su forma de ser. Y es que los santos no fueron siempre creyentes perfectos sino que se dieron cuenta, precisamente, de su imperfección y procuraron cambiarlo.

El hermano Rafael es de tal tipo de creyentes.

Este texto, correspondiente al último día del primer del año del que lo fue 1938 abunda en una realidad que muchas veces hace presente nuestro santo. Lo que nos dice, a grandes rasgos, es que quiere ser otro Cristo.

San Rafael Arnáiz Barón quiere lo que ha de querer todo discípulo de Cristo (aportamos algo de ese día):

“Quisiera que mi pobre y enferma vida, fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor… todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades.

Quisiera que tu vida, fuera mi única Regla

Que tu “amor eucarístico” mi único alimento.

Tu evangelio mi único estudio.

Tu amor, mi única razón de vivir..

¡Quisiera dejar de vivir si vivir pudiera sin amarte!

Quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo.”

Pero, para ser capaz de llegar a una tal situación espiritual es necesario un ruego supremo. Y es que cuando se tiene en cuenta la Cruz de Cristo es común pensar y tener por verdad que fue un ejemplo de entrega al prójimo. La tenemos, muchas veces, por algo imposible de soportar.

Por eso el hermano Rafael le pide a Cristo, a Dios hecho hombre, ayuda para, precisamente, ser capaz de amar su Cruz. Pero no lo hace en el sentido de que no la ame ya sino en el que encierra una férrea voluntad de llevarla sobre sí, de cargar con la que tiene que cargar. Si ha de ser como Cristo lo mismo ha de hacer al respecto de su vida.

El hermano Rafael no podemos decir que no fuera consciente de sus limitaciones porque nos dice que sufre mucho “cuando la tentación aprieta y tú te escondes”. Y es que, al querer ser como Cristo, como quiera Cristo que sea, reconoce que necesita de las manos y el corazón del Hijo de  Dios. Y dice, sobre eso:

“¡Es tan doloroso querer amarte y no poder! Es tan triste arrastrar por el suelo del mundo la materia que es cárcel del alma que sólo suspira por Ti… ¡Ah!, Señor, morir o vivir, lo que Tú quieras…, pero por amor”.

De todas formas, como hace tantas otras veces, el hermano Rafael busca amparo en quien es Amparadora: María, Madre suya también como lo es de Dios. Sabe que en ella encontrará el refugio que necesita y, sobre todo, el ánimo para poder seguir adelante con su muy especial plan de santidad personal. Sabe, al fin y al cabo, lo que quiere y eso no siempre es fácil de alcanzar. Con ciertas ayudas… sí. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Sólo Dios es expresión de saber Quién es el Padre y a Quién se ama.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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