Sacerdotes mártires valencianos (XVI)

Vicente Pérez García era natural de Pego, donde nació el 14 de abril de 1890. Muy piadoso desde la infancia, estudió en el colegio de los padres Franciscanos de Benisa, donde quería profesar como fraile. Mas una enfermedad le hizo abandonarlo e ingresó a los 16 años en el seminario de Valencia.

Se ordenó sacerdote en 1921, y fue enviado a los pueblos de Cortes de Pallás (donde ejerció durante muchos años), Cuatretonda y finalmente Altea. Se ganó el afecto de sus feligreses por su carácter sencillo y simpatía. Era conocido como buen orador y aficionado a la música. Al estallar la revolución, se refugió en la casa de su hermano Rafael en Pego. Hacía vida normal, creyendo que la guerra pasaría rápida y sin tanta crueldad como acabó siendo. Creyendo que su actitud pacífica le protegería, no era raro que (puesto el guardapolvo por encima de la sotana para no ser notado como sacerdote) anduviera rezando por las calles cercanas a la casa de su hermano. Gracias a esto, los milicianos pudieron localizarle y se lo llevaron a la cárcel de Pego con los demás sacerdotes el 3 de septiembre de 1936. El día de su detención dijo a sus familiares “dad, cuando me maten, cien duros a cada parroquia donde he estado”. Confortándose mutuamente junto a sus compañeros, pasó dos semanas. El día 18 de septiembre fueron sacados de la cárcel y llevados al lugar llamado “Pedrera de Gandía”, donde fueron acribillados a balazos. Tenía 46 años.

De Benisa era Francisco Sendra Ibars, nacido el 23 de abril de 1899. Acólito desde bien niño, siempre tuvo clara su vocación sacerdotal. Estudió en el Colegio de Vocaciones de Valencia, ordenándose en 1924. Fue vicario de Tormos de Rafol y Sanet, pasando en 1930 a coadjutor de Calpe y, retirado el titular al año siguiente, cura párroco en 1931. En Calpe dejó fuerte impresión por el ardor de su apostolado. Estableció una congregación de doctrina cristiana local, y un centro catequético basado en los principios de la pedagogía contemporánea, dando charlas, proyecciones (para lo que se había allegado un cinematógrafo) y funciones teatrales. Gracias a ello, varias generaciones de muchachos del pueblo dominaron admirablemente el catecismo. Fundó además la Cofradía del Santísimo Cristo del Sudor, logrando que calara profundamente en la devoción del pueblo, ya que era devotísimo del Crucificado. Tenía una gran habilidad manual y sentido artístico, manteniendo siempre pulcros los lugares de devoción, y se hicieron célebres sus adornos en las grandes solemnidades y el esplendor del culto en su parroquia. Más aún, introdujo la costumbre de montar un Belén gigante en el templo, en el que participaba todo el pueblo, incluyendo no cristianos, por su alto valor estético. Como anécdota, él mismo efectuaba y reparaba en la parroquia las tareas de albañilería, electricidad o carpintería. Añádase su afición al canto y a tocar el armonio, con las que animaba cualquier acto religioso.

Tan celoso apóstol no ponía freno a su boca cuando se trataba de defender la moral y costumbres cristianas en la parroquia. Su libertad de crítica a las autoridades republicanas por sus leyes anticristianas (fuesen las locales o nacionales) le convirtió pronto en punto de mira de los revolucionarios. Cuando estalló la guerra, escondió cuanto ornamentos y objetos de culto pudo, y se negó a despojarse de su vestidura sacerdotal como exigían las nuevas leyes de la República en guerra. Pocos días después el comité revolucionario le expulsó de Calpe. Marchó a casa de su madre en Benisa. En su pueblo era bien conocido y odiado por no pocos revolucionarios, pero también algunos republicanos le apreciaban por su bondad, y por protegerle le rogaron que se casara, para que los demás se convencieran de que ya no era cura. Su propia madre le pidió que al menos simulara el matrimonio para preservar su vida, pero él siempre se negó por no ofender a su estado. Interrogado por el comité, se defendió con gallardía, pero el 4 de septiembre finalmente una escuadra de milicianos le sacó de su casa, arrancando a la madre de su cuello, al que se había abrazado en un intento desesperado. Francisco dijo “madre, conformémonos con la santa voluntad de Dios”. Sacado fuera del pueblo, muchos testigos afirmaron haber oído sus gritos de dolor mientras era horrorosamente torturado, junto a confesiones de fe y jaculatorias. El suplicio debió ser largo y doloroso, y concluyó con su emasculación. Ya muy debilitado, se lo llevaron a un barranco conocido como la “garganta de Teulada”, donde lo acribillaron a tiros y lo arrojaron al fondo. Tras el fin de la guerra sus restos fueron enterrados en el cementerio de su pueblo. Tenía 37 años.

José Chover Madramany era hijo de Alcudia de Carlet, no lejos de Alcira, donde nació el 15 de agosto de 1898. Ingresó en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas y posteriormente en el Seminario Conciliar de Valencia, ordenándose en 1923. Fue coadjutor de Enguera, Carlet, y finalmente de su pueblo natal. Destacó por su interés en la formación sana de la juventud, creando varias congregaciones de “luises” en las parroquias locales. Era un erudito, y publicó una laudación de la Virgen de Oreto, patrona del pueblo, dos monografías dedicadas a la Venerable Ana María Amat y a la “Reseña histórica de la reedificación” de su parroquia, y había iniciado una “Historia de Alcudia de Carlet” antes de su muerte. Además había fundado y dirigía una Academia de estudios técnicos en Valencia, dirigida a los hijos de la clase media y obrera que no tenían recursos para estudiar en la Universidad. Poco después del Alzamiento, fue detenido por la policía, y se presentaron tantos de sus alumnos (la mayoría proletarios) en Gobierno civil encomiando sus virtudes y generosidad, que fue puesto en libertad. Sabiendo que su perdón era provisional, peregrinó en busca de refugio, pero no lo halló sino en casa de su hermano, también católico conocido, y que ya escondía a otros dos sacerdotes. Era cuestión de tiempo, y el 12 de octubre de 1936 fueron los tres detenidos en la casa bajo la acusación de ser sacerdotes. Golpeados y trasladados a la checa de la calle Aparisi y Guijarro, allí fueron torturados y sometidos a vejaciones durante 24 horas. Al día siguiente se le sacó y se le dio muerte por fusilamiento en los alrededores de Albalat dels Sorells. Sus restos jamás fueron encontrados. Tenía 38 años.

El 28 de marzo de 1874 nació en Valencia José María Reig Ortiz. Hijo de familia numerosa, al fallecer su padre quedó la viuda escasa de recursos, y hubo de sacar al muchacho del prestigioso colegio de los Jesuitas donde cursaba estudios brillantemente, con varios premios y menciones. Quedó bajo el patrocinio de un tío suyo sacerdote, don Rafael Reig Balaguer (cura párroco de Godella), que advirtiendo su naturaleza piadosa, alentó en él la vocación, ingresando en el seminario en 1885, y en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas san José (donde fue designado organista) en 1895. Se ordenó de presbítero en 1899, ejerciendo de organista de la iglesia parroquial de Bocairente (sur de la provincia de Valencia), marchando en 1909 como ecónomo a Villajoyosa. Fue nombrado sucesivamente párroco de Sella, ecónomo de Albaida (donde se doctoró en SagradaTeología) y finalmente párroco de Benifayó, en la comarca de la Ribera del Júcar. Allá donde estuvo, se le reconoció por su amor a la música (fue discípulo del célebre maestro Salvador Giner), a la literatura (su biblioteca era famosa, y desapareció completamente durante la guerra) y a la devoción eucarística. Fundó en Benifayó una capilla de la Comunión y estableció los Jueves Eucarísticos para la adoración. También creó la Acción Católica del pueblo, y se hizo conocido por su accesibilidad a los fieles, tanto para el consejo espiritual y los sacramentos como para la asistencia material.

Al comenzar la guerra fue detenido y encarcelado en Benifayó. De todos los pueblos donde había servido llegaron comisiones que pedían su libertad (desde Albaida incluso una petición en su favor del mismo comité marxista) y poder escapar a lugar seguro. El propio sacerdote desbarató las intercesiones al negarse a abandonar a sus fieles. El 16 de agosto fue arrestado por las milicias junto a otros cinco sacerdotes jóvenes del pueblo. Él pidió que se lo llevaran a él y dejaran libres a los otros, pero se rechazó su petición. De madrugada fueron llevados a la partida llamada de la Coma, en el término municipal del no lejano pueblo de Picassent. Allí, repartió cuanto llevaba entre sus verdugos y les perdonó de corazón. Antes de morir abatidos a tiros, todos gritaron “¡Viva Cristo Rey!”. Fueron enterrados en una fosa común. Al finalizar la guerra, su cuerpo fue trasladado al cementerio de Benifayó. Tenía 62 años.

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Ruego a los lectores una oración por el alma de estos y tantos otros que murieron en aquel terrible conflicto por dar testimonio de Cristo. Y una más necesaria por sus asesinos, para que el Señor abriera sus ojos a la luz y, antes de su muerte, tuvieran ocasión de arrepentirse de sus pecados, para que sus malas obras no les hayan cerrado las puertas de la vida eterna. Sin duda, los mártires habrán intercedido por ellos, como lo hicieron antes de morir.

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La vida y martirio presbiteriales aquí resumidas proceden de la obra “Sacerdotes mártires (archidiócesis valentina 1936-1939)” del dr. José Zahonero Vivó (no confundir con el escritor naturalista, y notorio converso, muerto en 1931), publicada en 1951 por la editorial Marfil, de Alcoy.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y, mintiendo, digan todo mal contra vosotros por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos. Pues así persiguieron a los profetas antes que a vosotros; Mateo 5, 9-12

2 comentarios

  
Philip
Don Luis,
Sería también muy oportuno si le parece un artículo sobre el caso de Charlie Gard

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LA

Estimado Philip, el caso del bebé gard no tiene mucho más recorrido que el de poner de manifiesto la degeneración de la sociedad occidental.

La enfermedad que padece es muy rara, y muy grave, y le provocará la muerte sin tratamiento. Actualmente está con medidas de soporte vital.

La Iglesia enseña que no hay que prolongar la vida artificialmente más allá de toda esperanza médica y evitando tratamientos extraordinarios que no vayan a cambiar el pronóstico. Pero excluye específicamente las medidas de soporte vital.

Es decir que, en el caso de gard se dan todas las exigencias de la enseñanza católica: las medidas que se quieren retirar no son desproporcionadas ni exageradas, sino respiración, alimentación e hidratación.
Asimismo, a despecho de lo que afirman los galenos del hospital, sí existen tratamientos experimentales que remotamente podrían mejorar su estado y prolongar su vida. Y los padres, tutores legales, han aceptado probarlos. Quieren que su hijo tenga una oportunidad, y que si muere ellos queden tranquilos de haberlo intentado. Añádase que se trata de un bebé, con toda la vida por delante, y no un anciano con escasa expectativa en cualquier caso.

Por tanto, desde el punto de vista ético y médico, no hay razón alguna para retirarle el soporte y dejarlo morir.

Los médicos del ormond han cometido un grave error, que al trascender el caso se ha hecho público: han llegado a los tribunales para poner fin a la vida de Charlie, y el tribunal ha cometido el error de aceptarlo.

Ahora, especialistas de todo el mundo están valorando su caso y no tienen nada claro que no se pudiera hacer nada más. En cuanto otro hospital acepte tratarlo, y no digamos si hay algún tipo de mejoría, el hospital ormond de Londres se debería encontrar con una demanda por negligencia con resultado de homicidio de muchos cientos de miles de libras. Y el juez precipitado con un baldón en su carrera.

Los médicos del ormond lo saben, y por eso ya se la han envainado rápidamente, asesorados por sus abogados.

Creo que de momento la vida de Charlie no corre peligro. Ahora, que alguno de los varios hospitales que se han interesado lo acepte, y le trasladen. Y que tenga su oportunidad. Al menos eso lo merece.

Al final este caso puede hasta ser bueno para la causa provida, además de serlo, por supuesto, para el niño y su familia.
Los eutanasistas ni siquiera han podido excusar aquí el típico "sufrimiento intolerable" o cosas parecidas: se trata de eugenesia pura y dura. La vida de Charlie, para ellos, "no vale la pena" (ni el gasto, diría yo). Parar su arrogancia en este punto es un buen precedente.

Gracias a Dios, Charlie tiene unos padres formidables.

Un saludo.
14/07/17 8:20 PM
  
Juan Bautista, desde Francia.
Que los miles de sacerdotes que dieron su vida por Dios nos protejan a todos ! Aprendamos de ellos a perdonar sin cesar !

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LA

Amén.
El testimonio de los mártires de Cristo es oxígeno para la Iglesia y todos sus miembros. Hemos de respirarlo continuamente para no morir espiritualmente.

Un saludo fraterno.
18/07/17 11:18 PM

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