Sacerdotes mártires valencianos (XV)

 

Vio la luz Juan María Abad Carbonell en la ciudad de Alcoy en abril de 1871. Devoto desde su infancia, curso la carrera eclesiástica en el seminario conciliar de Valencia desde los diez años, ordenándose presbítero en 1896. Fue nombrado capellán de la parroquia de san Mauro y san Francisco de Alcoy, en la que introdujo la devoción a la Virgen de los Lirios, aportando a la misma una imagen de la advocación, y la costumbre de la visita diaria a la misma.

Afecto a la mortificación y austeridad, fueron sus más señaladas virtudes como párroco la caridad por todos, la dirección de almas y la confesión. El 17 de agosto de 1936, un piquete de milicianos entró en su casa, la saqueó, destrozó las imágenes religiosas que había y le prendió, obligando a la familia a llamar a un coche de alquiler para llevárselo. Al llegar aquel y advertir el cariz de los acontecimientos, se negó a llevarles, pero los milicianos le encañonaron y le obligaron bajo amenaza de muerte. Llegados al paraje conocido como “Les Lometes”, sacaron del vehículo al sacerdote. Este preguntó quién le iba a matar, y al decírselo, le abrazó y le bendijo. Puesto de rodillas con la cruz en las manos, fue abatido a tiros, entrando en la vida eterna. Tenía 65 años.

Rafael Moya Pastor nació en Alcoy en 1884, cursando los estudios en el seminario conciliar de Valencia, donde alcanzó el doctorado en sagrada teología y se ordenó sacerdote en 1907. Durante muchos años fue capellán de la Beneficencia o casa de los desamparados de Alcoy, y en marzo de 1928 fue nombrado capellán del Santo Hospital. El 5 de noviembre fue detenido junto al reverendo don Miguel Aracil, su predecesor en el cargo, y encerrado en la checa del Colegio de las Esclavas. El día 11 de noviembre, sacaron a varios sacerdotes de la prisión en que todos ellos se hallaban. Don Rafael, presintiendo el final, escribió en la hoja de un bloc una breve carta para su familia, que entregó a un compañero, por si sobrevivía para que la entregara a su familia (como así fue, y esta conservó hasta el día de hoy). Rezaba de este modo: “Alcoy, 11 de noviembre de 1936. Queridísima madre: sean estas letras última expresión de mi amor filial. Madre, todo se lo debo a usted; me educó cristianamente; a sus esfuerzos debo mi elevación al sacerdocio. Dios nuestro Señor le pague tantos sacrificios; consuélese con la compañía de Elia, Pepe, María y Mercedes, mis queridísimos hermanos; con la tía, nuestra segunda madre; con los nietecitos Rafael, Mercedes, José Luis y Maruja. Madre, perdóneme como perdono a mis verdugos. Espero, dentro de unas horas, estar en el cielo si Dios me perdona mis muchos pecados, como se lo pido. Digan al pueblo de Alcoy que perdono a todos, que no exijan represalias, que perdonen y tengan todos un Alcoy grande y religioso. Mi último beso, madre, para usted, Elia y Pepe; mi último suspiro, para Dios. Rafael”. Sacado junto a don Miguel la noche siguiente, fueron asesinados en la “Serra Grossa” de Játiva, pero se desconoce el lugar exacto de su inhumación. Tenía 52 años.

José Toledo Pellicer era natural de Llaurí donde nació en junio de 1909. Educado por los Padres Escolapios de Alcira, manifestó desde muy joven vocación sacerdotal, pero su familia le impuso cursar el bachillerato para probarla. Finalmente, gracias a dos tíos sacerdotes, ingresó en el colegio de Vocaciones eclesiásticas de san José, y luego en el seminario conciliar de Valencia, donde dejó buen recuerdo de su sencillez y su alegría. Al comienzo de la segunda república hubo una oleada de quema de conventos, y los familiares de José le rogaron que abandonara la carrera sacerdotal, pero él les contestó “todo lo que pueden hacer es matarme, y ¿qué más puedo desear que morir por Cristo? Se ordenó presbítero en 1934, y cuando sus amigos le preguntaron qué regalo quería, les dijo “que os preparéis, confeséis y comulguéis en mi misa”. Tras hacer el servicio militar, es nombrado vicario de Bañeres, donde despliega una actividad infatigable: grupos de Acción católica, orquesta parroquial círculos de estudios, catecismo, dirección espiritual, retiros, etc, etc. Soporta con paciencia los insultos y vejámenes de los marxistas del pueblo, que le han señalado, hasta un día en que uno de ellos blasfema en su presencia, y se enzarzan. Al estallido de la guerra, el comité marxista se hace con el control de Bañeres. Expulsado del párroco, el joven cura queda al frente de la parroquia y predica un emocionante retiro con los jóvenes, alentándolos a prepararse para el martirio con una confesión, y se despide de ellos. Al día siguiente los milicianos se incautan de las llaves y le encierran en su casa. Tras un intento frustrado de fuga, es encerrado en la prisión de la “Casa del Pueblo” junto al grupo de jóvenes de Acción católica. Allí les confiesa y les prepara para el final. Pero al día siguiente es puesto en libertad y desterrado. Regresa a Llaurí, su pueblo, donde el comité le asigna los trabajos más sucios y bajos, y se incauta de la mitad de su magro sueldo. Durante el trabajo era continuamente insultado y vejado; su casa, despojada, y le obligan a presenciar la quema de todos los ornamentos religiosos de la iglesia, y a barrer luego las cenizas, rodeado de un círculo de escopetas. El 10 de agosto de 1936 es detenido y, convencido de su martirio, entrega a un conocido el reloj, el rosario y su crucifijo. El día antes le había dicho a sus hermanas “si se me llevan ¡cuánto lloraréis! Pero yo rogaré por vosotras y, ¡ay si no me seguís! ¡Ay de vosotras si no sois fieles a vuestra fe hasta morir por ella!” Fue llevado junto a otros tres sacerdotes de la población en un camión so pretexto de que iban a declarar a Valencia. En las playas de El Saler los bajaron y ataron. José Toledo murió acribillado perdonando a sus asesinos y gritando “¡Viva Cristo Rey!”. Sus cuerpos fueron trasladados por un funerario al cementerio general de Valencia y registrados y enterrados como desconocidos. Las fotografías del juzgado fueron hechas desaparecer por los milicianos de la “Columna de Hierro”. El 9 de septiembre de 1939 sus cuerpos fueron recuperados y sepultados en la cripta de la capilla de la comunión, frente al Altar Mayor. Tenía 27 años.

En el pueblo de Bélgida nació en 1910 Elías Martí Alfonso. Ingresó en el seminario de Valencia, ordenándose de presbítero en 1933, pese a que su padre, viendo el cariz de los acontecimientos de 1931, le rogó dejase la carrera eclesiástica. Elías le respondió que no le asustaba la miseria, la persecución ni la muerte. Nombrado coadjutor del pequeño pueblo de Campo de Mirra, se esforzó en la catequesis y el apostolado pese a la frialdad religiosa imperante en el municipio. Su caridad constante con los pobres y enfermo le valieron el reconocimiento incluso de los ateos. Al estallar la revolución en retaguardia en 1936, siguió vistiendo sotana y diciendo misa, hasta que el alcalde, pese a ser políticamente moderado, le pidió que se fuese del pueblo, pues había recibido órdenes del comité comarcal de cerrar y sellar la Iglesia. Don Elías sumió las sagradas formas y regresó a su pueblo natal con su familia. El 22 de septiembre le requirieron en el comité local, y se despidió de los suyos. Junto a otro sacerdote, don José María Llorens, fueron conducidos por la carretera de Alfarrasí. Al llegar a aquel pueblo, se bajaron los milicianos y discutieron entre ellos. Elías asomó la cabeza por la ventanilla y les dijo: “si me han de matar, no pasen de aquí. Aquí pueden matarme”. Uno le sacó y le dijo “huye, escápate”, con ánimo de acusarle de querer huir y aplicarle la siniestra ley de fugas. Pero don Elías respondió “nada malo he hecho ni hice mal a nadie. No tengo porqué huir”. Le mandaron entonces ponerse a andar y antes de veinte pasos le gritaron “¡Viva la repíblica!”. Él contestó “Viva Cristo Rey”, y cayó abatido por tres descargas. Tenía 26 años.

 

Ruego a los lectores una oración por el alma de estos y tantos otros que murieron en aquel terrible conflicto por dar testimonio de Cristo. Y una más necesaria por sus asesinos, para que el Señor abriera sus ojos a la luz y, antes de su muerte, tuvieran ocasión de arrepentirse de sus pecados, para que sus malas obras no les hayan cerrado las puertas de la vida eterna. Sin duda, los mártires habrán intercedido por ellos, como lo hicieron antes de morir.

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La vida y martirio presbiteriales aquí resumidas proceden de la obra “Sacerdotes mártires (archidiócesis valentina 1936-1939)” del dr. José Zahonero Vivó (no confundir con el escritor naturalista, y notorio converso, muerto en 1931), publicada en 1951 por la editorial Marfil, de Alcoy.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y, mintiendo, digan todo mal contra vosotros por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos. Pues así persiguieron a los profetas antes que a vosotros; Mateo 5, 9-12

3 comentarios

  
M.Carmen
¡Que tristeza ! ¡ Cuanto sufrimiento !
Lo peor es que ,en España , existe el mismo odio ahora que entonces . Tantos estudios ,tanta educación, tanto bienestar no ha servido de nada.

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LA

Sufrimiento sin duda.

Tristeza por las vidas segadas antes de tiempo y por los que quedan y les echan de menos, pero también ¡qué alegría la de las almas que van al cielo directamente como testigos de Cristo! Y cuánta alegría en aquellas personas que directa o indirectamente, han visto conmovidos sus corazones y se han convertido por este testimonio.
06/02/17 7:14 PM
  
Alfil
Yo soy nieto y sobrino de martires del 36, también valencianos. El cuerpo de mi abuelo apareció en una cuneta con signos de haber sido torturado... el de mi tío nunca apareció...
Su madre, mi bisabuela, que perdió a sus dos únicos hijos siempre repetía... "Dios me los dió, Dios se los ha llevado. Bendito y alabado sea."
Todos los martires murieron perdonando... cientos, miles... que gran ejemplo para todos los cristianos... Que la Gracia de Dios que iluminó a los martires ilumine también nuestros corazones... ¡Viva Cristo Rey!
Que Dios le bendiga señor Amorós, a usted y a todos.
Joaquín
Pd. Satanás podrás manipular la historia, eliminar Cruces y monumentos, cambiar el nombre de las calles, odiarnos de mil formas... pero ya has sido derrotado y tu fin está cerca...

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LA

Que le bendiga a usted también, Joaquín.
08/02/17 10:22 AM
  
¡Bah...!
Hola Luis.

Una simple nota. Anda por la web un comentarista de Nick Bah, bueno pues que sepas que si tal Nick aparece por aquí o por cualquier otro sitio, no soy yo, que siempre lo utilizo de la misma manera (con exclamaciones y tres puntos).

Cordiales Saludos

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LA

Entendido. Cordiales saludos.
15/02/17 12:22 PM

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