Conversación entre amigos curas

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Fuenteovejuna
¡Qué lindo, qué lindo! Ver a dos curas amigos conversar sobre cómo luchar contra el mundo y derrotarlo buscando ganar almas para Cristo en estos tiempos de terrible apostasía, me pareció una locura. Una hermosa locura como la de Don Quijote batiéndose sable en mano contra los molinos de viento para salvar a los buenos. Como dijo usted, Padre Federico, ¡estamos rodeados, no los dejemos escapar! Y pensando en esa locura reparé que entre ustedes dos estaba una hermosa imagen de la Virgen de la Medalla Milagrosa, y enseguida los relacioné con los hermanos Alfonso y Teodoro de Ratisbona, dos judíos convertidos que fundaron la Congregación de Nuestra Señora de Sión y pasaron el resto de sus vidas predicando la devoción a la Santísima Virgen. Pero fue la conversión de Alfonso la que me atrapó. El era un judío comprometido con los suyos y por esa razón no había podido perdonar a Teodoro su conversión al catolicismo. En la flor de la vida, Alfonso era un abogado joven y triunfador que estaba a punto de casarse con su prima. Corría la primera mitad del siglo XIX y en esos años Francia estaba convulsionada porque se imprimían millones de medallas de la Virgen a la que se atribuían muchos milagros. Alfonso, que sentía un hondo desprecio por la Iglesia, jugó una apuesta y se colgó al cuello una Medalla de la Virgen desafiando que eso de milagroso no tenía nada, eran todas mentiras. En un viaje de placer a Italia se encontró en la calle con un conocido, y al pasar frente a una Iglesia, el amigo le dijo que lo esperara que en un minuto volvía. Como tardaba, Alfonso entró a la Iglesia a buscarlo, y al pasar frente a un imagen de la Virgen tuvo una visión increíble, la estatua cobró vida y llena de dulzura celestial, con un brazo le indicó que se arrodillara. Alfonso no pudo más y entre lágrimas cayó de bruces al suelo completamente convertido. Tiempo después diría: "ella no dijo nada, pero yo lo comprendí todo". Los judíos y su novia nunca se lo perdonaron pero su infatigable tarea evangelizadora rindió abundantes frutos, porque cuando Dios lo llamó al Cielo, junto a Teodoro ya había convertido a más de 200 judíos. Se me ocurre que aquella epopeya ciclópea que Alfonso y Teodoro emprendieron sin medir obstáculos, es la misma que ahora emprenden ustedes dos, porque para Dios nada es imposible. La oración y el rosario lo pueden todo. Y así como Alfonso y Teodoro pusieron énfasis en la conversión de sus hermanos judíos, hoy ustedes fundaron la Congregación San Elías, no sé si pensando o no que en los Ultimos Días -tal vez nuestros días- Elías volverá para convertir a los judíos y Enoc a los paganos como los Dos Testigos del Apocalipsis que Dios reserva para cumplir esa misión. Y no tengo duda alguna que cuando Elías vuelva para convertir a los judíos, los primeros apóstoles que buscará para acompañarlo en tan insigne tarea será a Javier y Federico, esos dos sacerdotes locos que en su nombre fundaron una Congregación de trinchera para asaltar esos horribles molinos de viento que hoy más que nunca ponen el hacha a la raíz de la Iglesia.
20/02/20 1:55 AM

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