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30.05.17

Universal, por todos (Oración de los fieles - V)

Para que sea oración universal y los fieles oren por el mundo entero, repitámoslo, hay una serie de intenciones que deben enunciarse siempre y en un determinado orden ya que si no será algo piadoso, o sentimental, o demasiado local, pero no universal.

 “Las intenciones, una vez hecha la monición introductoria, deben comprender siempre los siguientes temas o capítulos, y por este orden:

1) La Iglesia universal y local, por ejemplo, el Papa, los obispos y pastores, la actividad misionera de la Iglesia, la unidad de los cristianos, las vocaciones sacerdotales y religiosas, las necesidades de la comunidad local, etc.

2) Las naciones y los asuntos públicos, por ejemplo, la paz, los gobernantes, el tiempo favorable para las cosechas, las elecciones, los problemas sociales y económicos, etc.

3) Los que sufren cualquier dificultad, como los pobres, los perseguidos, los parados, los enfermos y agonizantes, los presos, los exiliados, etc.

4) Determinados grupos de personas, de la misma asamblea o de la comunidad local; por ejemplo, los que se van a bautizar o los recién confirmados, y las necesidades o intenciones particulares.

De cada una de estas series se profiere al menos una intención. En alguna celebración particular, como en la Confirmación, Matrimonio o Exequias, el orden y el contenido de las intenciones pueden acomodarse mejor a la ocasión” (Orientaciones generales…, n. 10).

Sin embargo, se oyen y se proponen intenciones de oración que no salen del ámbito local, de la propia parroquia o del “nosotros” de quienes están participando en la santa Misa; la oración deja de ser universal, y pasa a ser localista y, tal vez, con un tinte de egoísmo que olvida las grandes necesidades del mundo y de los hombres para interceder exclusivamente por cosas muy concretas, muy de “casa”. Ejemplos:

“1. Por nuestra Iglesia de N., , para que abunde en ella la alegría y la ilusión de vivir la Buena Noticia del Reino que nos anunció Jesucristo. Roguemos al Señor…

2. Por las familias cristianas: para que comprendan que un hijo o una hija que se entrega por completo al Evangelio, es un regalo de Dios. Roguemos al Señor…

 3. Por todos los jóvenes: que la propuesta del Evangelio les ayude a encontrar la felicidad verdadera. Roguemos al Señor…

 4. Por nuestros seminaristas: que vivan muy unidos a Jesús, para ser así buenos servidores de la comunidad. Roguemos al Señor…

 5. Por las vocaciones sacerdotales y religiosas: para que cada día haya más jóvenes dispuestos a seguir al Señor en este camino de servicio al Evangelio y la comunidad. Roguemos al Señor…”

¿Qué le falta a este formulario? Simplemente, ser universal y no “localista”, reducido a la propia diócesis. Por ejemplo, no hay una indicación para orar por toda la Iglesia sino solamente por la diócesis; se omite la oración por las autoridades y gobernantes; ninguna intención por los que sufren de mil maneras y tampoco una petición por los fieles que están allí celebrando la Santa Misa: sólo una serie de intenciones locales por las vocaciones y lo relacionado con ellas (familias, jóvenes, seminaristas). Pues no, no es esto una oración de los fieles u oración universal para la Eucaristía y sí pueden ser unas preces para una Hora santa o un encuentro de oración.

Tampoco lo es el siguiente formulario (con un lenguaje que tampoco corresponde a la verdad de la plegaria cristiana):

“1. Te pedimos Señor por los que están en la pobreza y exclusión: para que los cristianos seamos sensibles ante esta realidad que sufren muchos hermanos nuestros. Que denunciemos esta situación injusta y se sientan acompañados. Roguemos al Señor.

2. Por todos los que padecen hambre y cualquier forma de necesidad. Roguemos al Señor.

3. Por los que viven lejos de su familia y de propio ambiente. Reguemos al Señor.

4. Por los cristianos: para que trabajemos sin descanso por instaurar en el mundo la justicia que puede llevar a una paz estable y duradera. Roguemos al Señor.

5. Por nosotros: que estamos reunidos en la celebración de esta Eucaristía  para que seamos en nuestro entorno testigos de fraternidad y generosa solidaridad. Roguemos al Señor”.

Y no es oración universal porque: no pide por la Iglesia ni su misión evangelizadora; omite la petición por los gobiernos y autoridades. Tampoco el lenguaje, cargado de moralismo y adoctrinamiento: “los cristianos seamos sensibles ante esta realidad… Que denunciemos esta situación injusta… Generosa solidaridad…”

Creo que con estos ejercicios sabremos discernir la universalidad de la oración de los fieles y su lenguaje; y si tuviéramos que componerlas por alguna razón, habremos adquirido la mens que debe inspirarlas, su sentido, sus normas y su lenguaje litúrgico-orante.

No por abundante y extendido, esta forma de proponer las intenciones responde a la naturaleza de esta plegaria u oración de los fieles: sólo se pide “por nosotros”, luego ya no es universal, y con matices moralistas, “para que nos convenzamos, seamos, etc…”.

Se suele entonces manipular las intenciones de la plegaria con breves fórmulas que sólo miran a los miembros de la asamblea y, desde el moralismo más radical, suplicar una y otra vez el “tomar conciencia” para que luego se vaya al compromiso. La liturgia se concibe como una obra catequético-pedagógica para transmitir mensajes que calen o, más simplemente, como el lugar del compromiso activo y la transformación, en el orden secular. La liturgia se vuelve pretexto, se torna antropocéntrica.

Traer algunos formularios más, nos permitirá captarlo mejor:

“Para que nos convenzamos de nuestra situación de pecadores y no nos creamos mejores que los demás…

Para que no nos engañemos a nosotros mismos, aprendamos qué significa “misericordia quiero y no quiero sacrificios” y nos convirtamos sinceramente” (Libro de la sede, Dom. X T. Ord., ciclo B).

Para que sepamos decir, con nuestra solidaridad, a todos los que sufren, quién es el verdadero consuelo…

Para que sepamos decir, con la entrega de nuestra vida, a los que yacen sin esperanza quién es la vida para el mundo…

Para que sepamos decir, con nuestro respeto y amor a todos, que la vida debe ser procurada, defendida, acrecentada” (Libro de la sede, Dom. X T. Ord., ciclo C).

Difícilmente se podría considerar que los dos anteriores formularios son universales, porque las realidades que presenta son la excusa para pedir una y otra vez por los presentes, por el “nosotros", cargado de moralismo. Porque se hace de tal forma que más que pedir, se intenta convencer a los oyentes, “adoctrinarlos” de algún modo en vez de ayudarlos a orar. El formulario anterior se tendría que haber transformado en: “para que los cristianos vivamos en humildad", “para que alcancen la conversión quienes se han alejado de Dios", “para que la vida sea respetada desde el mismo instante de su concepción hasta su muerte natural"…

El mismo soniquete repetitivo y monótono –nosotros, nosotros, nosotros- en otro formulario más, que de universal no tiene nada al mirar sólo a los presentes, y menos aún de oración litúrgica por el contenido ideologizado.

“En todos los tiempos Dios envía mensajeros que anuncien con fuerza el Evangelio y remuevan las conciencias. Para que escuchemos dócilmente la voz de los profetas –la voz del mismo Cristo-, y no se endurezca nuestro corazón.

La constante tentación de edificar nuestra vida sobre nosotros mismos. Para que descubramos al que es la piedra angular, fundamento de todo edificio.

Para que temamos nos sea quitado también a nosotros el reino de Dios, si no damos fruto a su tiempo” (Libro de la sede, Dom. XXVII, ciclo A).

¿Tres peticiones de todo un formulario, únicamente por “nosotros", para que “nosotros", a fin de que “nosotros” nos convirtamos, cambiemos, escuchemos? ¿No hay sufrimiento, dolor en el mundo? ¿No hay paro, hambre, terrorismo? ¿No necesitan de nuestra oración la Iglesia, los gobernantes, las autoridades, el mundo entero?

Pues se puso de moda ese lenguaje del “nosotros” en todas las preces y ahí estamos soportándolo; además tan moralista que repele, porque todo es “comprometerse” y “tomar conciencia".

 

22.05.17

Secularización hasta en la liturgia (Sacralidad - IV)

Pudiera parecer sorprendente que lo más santo y sagrado, con tanta carga de sacralidad, devoción y espiritualidad como es la liturgia, pudiera secularizarse, pero así ha ido sucediendo.

 El proceso de secularización ha sido tan persistente que ha penetrado por las ventanas de la Iglesia y ha alcanzado a la misma liturgia pervirtiéndola. Un grave mal que hoy se padece es la secularización interna de la Iglesia, y como la liturgia es epifanía de la Iglesia, su manifestación visible, una Iglesia secularizada se reflejará en su liturgia igualmente secularizada.

  Detengámonos en ver los rasgos e intenciones de esta secularización y comprenderemos mejor el alcance que tiene en la liturgia.

  1.  La secularización detesta lo religioso y sus expresiones, y quiere en todo caso reducirlo a la conciencia privada de cada cual.
  2.  La secularización, de la mano del relativismo, piensa que no existe la Verdad y por ello todo son opiniones igualmente válidas. Es la dictadura del relativismo que denunció Benedicto XVI.
  3.  La secularización sustituye a Dios o por el hombre o por el progreso social o por los valores de moda (ecología, solidaridad, paz…)
  4.  La secularización sólo respeta de la religión aquello que puede servir a su proyecto: las obras asistenciales y de caridad y la enseñanza que se acomoda a sus postulados de sólo valores, sólo lo “políticamente correcto”.
  5.  La secularización ignora la trascendencia y lo superior, y quiere volcarlo todo en lo terreno, en lo temporal, en el aquí y ahora.

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16.05.17

Forma y orden de la Oración de los fieles (IV)

Mal ejemplo, aunque muy extendido, es que el lector en vez de proponer una intención para que todos oren, se dirige Él a Dios. Pensemos –repitamos- que el diácono o lector se dirigen directamente a los fieles motivándolos para que sean ellos los que oren, no los sustituyen orando ellos directamente a Dios. Y aunque este uso esté muy extendido -¡la falsa creatividad!- eso no justifica que sea correcto ni lícito.

Mostremos ejemplos para ver claro:

“Te pedimos Señor, por los nuevos esposos M Carmen y Emilio que hoy han contraído matrimonio, para que les ayudes a fortalecer su amor y lo hagan nuevo cada día. Escúchanos, Señor.

Te pedimos Señor por  M Carmen, para que con la ayuda de María sea sencilla, humilde y fiel a este proyecto de amor. Escúchanos, Señor.

Te pedimos por Emilio para que sea reflejo de Ti. Dale paciencia, constancia y entrega en este camino de amor y servicio a los demás…

Te pedimos por la Iglesia para que sea fiel a los valores del Evangelio, transmitiendo el amor, la ternura y la misericordia que Dios tiene a toda la humanidad.

Te pedimos por los que hoy no han podido estar junto a nosotros celebrando este sacramento del Amor, por todos aquellos familiares y amigos que un día nos dejaron, esperando tu resurrección. Hazles participes de nuestra alegría y nuestro gozo, en espera del abrazo fraterno.

Te pedimos por los pobres, los enfermos, por todos aquellos que son tus favoritos, para que poco a poco todos intentemos hacer un mundo mejor. Ayúdanos a ser la voz de los sin voz y a ser más sensibles ante las injusticias y necesidades de este mundo”.

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10.05.17

¡¡Delante de Dios!! (Sacralidad - III)

La liturgia se celebra para Dios, ante Dios, delante de Dios. La liturgia es el actuar de Dios en la Iglesia: sigue hablando-revelándose, sigue comunicando su gracia, sigue entregándose. A Él escuchamos en la liturgia, a Él nos dirigimos y oramos con las oraciones de la liturgia y el canto de los salmos, ante Él estamos en amor y adoración, a Él lo recibimos y acogemos.

Así la liturgia será sagrada y bella cuando lejos de convertirla en un discurso moralista constante, o en una catequesis didáctica, o en una reunión festiva donde nos celebramos a nosotros mismos, reconocemos la presencia de Dios en la liturgia, el primado de Dios, y somos conscientes de que estamos ante Dios mismo. ¡Es obra de Dios la liturgia!

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4.05.17

Mini-vigilias pascuales (y II)

Vigilia Pascual

4. La música callada

Pérdida y pobreza en la Vigilia pascual, es reducir o minimizar el canto. El canto litúrgico da solemnidad, favorece la contemplación, eleva el espíritu, aúna a los fieles en un mismo corazón, logra una mejor participación, interior y exterior, activa y fructuosa.

Pero también, aquí, hallamos mini-vigilias, o vigilias empobrecidas, que teniendo coro parroquial, se limitan al mínimo, y de un año para otro no tienen voluntad de enriquecerse, aprender más para celebrar mejor.

La procesión inicial es muy sugerente: en la noche, sólo el cirio pascual ilumina y avanza desde el atrio al altar por el pasillo central. Pero si el recorrido es largo, entre las distintas aclamaciones “Lumen Christi-Deo gratias”, se hace un silencio que en este caso resulta casi pesado cuando es una procesión de alegría y alabanza. Mejor sería cantar: “Nada impide que a las respuestas: “Demos gracias a Dios” se añada alguna aclamación dirigida a Cristo” (Carta, n. 83). Podría ser, perfectamente, el antiguo himno griego: “Oh luz gozosa” de forma que la procesión se convierta en algo festivo aclamando a Cristo Luz.

Si ya es habitual reducir el número de lecturas, no digamos nada del modo de realización de los salmos. A algunos ya les parece un grandísimo esfuerzo y todo un logro cantar la respuesta de cada salmo. Pero eso es claramente insuficiente. El canto del salmo responsorial de cada lectura ayuda a la meditación de la historia de la salvación. Lo normal, no lo excepcional, es que un salmista cante cada estrofa. Para eso, de una Vigilia a otra hay un año, donde se puede ensayar y avanzar, máxime si tenemos en cuenta que los salmos son fijos, los mismos en cada Vigilia. Y por supuesto “evítese con todo cuidado que los salmos responsoriales sean sustituidos por cancioncillas populares” (Carta, n. 86).

Cuestión distinta es el órgano. En Cuaresma sólo puede sonar para sostener el canto, a excepción del IV domingo, Laetare que puede resonar anticipando la alegría de la Pascua; el Viernes Santo no suena las campanas ni suena el órgano; así, en el Jueves Santo “terminado el “Gloria” y hasta la Vigilia pascual, es antigua costumbre prescindir totalmente del órgano e instrumentos. El organista dejaba el órgano y se unía a los cantores” (Directorio Canto y música en la celebración, n. 217). Pero ninguna rúbrica hoy prohíbe el órgano en la Vigilia pascual ni determina que esté mudo hasta el “Gloria”. Por tanto, los salmos pueden muy bien ser acompañados con el órgano en una noche tan festiva.

5. Efectos teatrales

Se ha introducido una distorsión, el jugar con las luces eléctricas, exagerando el canto del “Gloria” en el paso de las lecturas del AT al NT. En el tercer “Luz de Cristo” han encendido algunas luces de la iglesia…, pero no todas; ahora, con el canto del “Gloria”, suenan las campanas, encienden los cirios del altar y encienden por fin todas las luces de la iglesia. Pero no es éste el momento.

El primer rito de la Vigilia pascual es el lucernario, rito con el cual se bendecía a Dios por la luz al encender la basílica para el oficio litúrgico. Este lucernario tan habitual en los primeros siglos –y que hoy permanece en algunos ritos como, por ejemplo, el ambrosiano- en nuestro rito romano ha quedado sólo para la Vigilia pascual. Al tercer “Lumen Christi”, dice el Misal, “se encienden las luces de la iglesia”. Todo queda así ya iluminado desde el principio con este rito y no hay que esperar al canto del “Gloria”.

¿Entonces qué hay que hacer durante el canto del “Gloria”? Según las costumbres del lugar, se pueden tocar las campanas –mudas desde el Jueves Santo- anunciando la gloria del Resucitado. Esto es propio del Triduo pascual, que toca las campanas en el “Gloria” del Jueves Santo, y quedan silenciadas hasta el “Gloria” de la Vigilia pascual; imitando esto, como un nuevo abuso, algunos tocan las campanas en la Misa de medianoche de Navidad… Mientras suenan las campanas y todos cantan el himno “Gloria a Dios”, se encienden los cirios del altar (cf. Caeremoniale episcoporum, n. 349).

6. La parte bautismal para todos

Sabemos bien cómo la Cuaresma es un ejercicio mortificado de renovación interior, de penitencia y expiación para ser renovados en la santa Pascua, haciendo memoria de nuestro bautismo. Llega el momento de hacerlo tras la liturgia de la Palabra. Pero también aquí, en ocasiones, es todo minimizado.

Si hay bautismos, sea de niños, sea de adultos, una vez cantada la letanía de los santos y bendecida el agua bautismal, se les pide a ellos, sólo a los catecúmenos, la profesión de fe y luego se les bautiza, se les reviste con la vestidura blanca, se les entrega el cirio encendido y, finalmente, se les crisma en la frente recibiendo el sacramento de la Confirmación. Entonces es cuando se procede a la renovación del bautismo de todos los fieles presentes. Pero ocurre que a veces se confunden los momentos y a la vez que a los catecúmenos, se les pide a los fieles su renovación. Son dos momentos distintos (cf. Caeremoniale episcoporum, n. 368).

Entonces se realiza la aspersión de los fieles mientras se entona un canto apropiado. Sería empobrecedor omitir la aspersión con el agua bautismal a los fieles por las naves del templo (tampoco pasar al otro extremo: que se convierta casi en un recreo festivo, asperjando y saludando…). En la iglesia catedral, por ejemplo, las rúbricas ofrecen la posibilidad de que junto al obispo asperjando, se le unan otros presbíteros que vayan también realizando la aspersión (Caeremoniale, n. 369) de modo que sea un rito ágil y se pueda llegar a todos los fieles.

7. El rito eucarístico, ¿solemne o precipitado?

Aquí, cuando llega la última parte de la Vigilia pascual, suelen entrar las prisas y el deseo de acelerar, suprimiendo la solemnidad propia de la Eucaristía pascual.

Para empezar, todo lo que es cantable sería conveniente cantarlo: el prefacio, las palabras de la consagración, la aclamación, la doxología final con el solemne “Amén”; también es triste ver en esta noche santísima que se emplee la plegaria eucarística II por ser la más breve, como un día ferial cualquiera, cuando, con diferencia, sería el Canon romano (o Plegaria eucarística I) y sus embolismos propios lo más apropiado.

Finalmente, la santa comunión, donde recibimos al Señor mismo resucitado en las especies consagradas. Es sumamente apropiado en esta noche recibir la comunión con las dos especies. Sin embargo, por ahorrar tiempo, es frecuente que no se haga. Sigamos el consejo de la Carta sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales:

“Es muy conveniente que en la comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino” (n. 92).

Y en general, atender a este principio:

“Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que la acompañan alcancen toda su fuerza” (n. 91).

8. La enseñanza y preparación

Para vivir fructuosamente estos ritos del Triduo pascual y, muy especialmente, de la Vigilia pascual, es necesaria una previa preparación catequética y espiritual. Ya se nos advierte:

“Para poder celebrar la Vigilia pascual con el máximo provecho, conviene que los mismos pastores hagan lo posible para comprender mejor tanto los textos como los ritos, a fin de poder dar una mistagogia que sea auténtica” (Carta, n. 96).

El tiempo de Cuaresma debe estar pendiente y volcado en vivir con fruto el santísimo Triduo pascual. Los tesoros de la liturgia son tesoros de vida espiritual, de vida cristiana, y deben desgranarse, explicarse paso a paso, para que todos y cada uno puedan vivirlo con gozo del alma.

La preparación del Triduo pascual, y especialmente de la Vigilia pascual, no puede reducirse a la elección de lectores y revisar con el coro los cantos, a las flores y tener velas suficientes para los asistentes, sino que debe incluir, para todos, una preparación mistagógica.

El hecho mismo de estas mini-vigilias pascuales, sea en el horario, sea en la forma de celebrarla, muestran claramente la insuficiente comprensión de la liturgia:

“Sin duda, estas dificultades derivan de la formación todavía insuficiente, tanto del clero como de los fieles, sobre el misterio pascual en su realidad de centro del año litúrgico y de la vida cristiana” (Carta, n. 3).

La Cuaresma es el gran tiempo de catequesis: para los catecúmenos, para los bautizados que no han completado la Iniciación cristiana, para todos los bautizados. Durante la Cuaresma se ofrece la preparación a los grandes sacramentos:

“Debe darse, sobre todo en las homilías del domingo, la catequesis del misterio pascual y de los sacramentos, explicando con mayor profundidad los textos del Leccionario y, de modo especial, las perícopas evangélicas, que aclaran los diversos aspectos del bautismo y de los demás sacramentos, así como la misericordia de Dios” (Carta, n. 12).

Los sacerdotes predicarán más y con más frecuencia, con mayor empeño (cf. Carta, n. 13). Además, “los pastores no dejen de explicar a los fieles, del mejor modo posible, el significado y la estructura de las celebraciones [del Triduo pascual], preparándoles a una participación activa y fructuosa” (Carta, n. 41). Esta tarea parece que está pendiente… Sin embargo, ¡cuánta predicación cuaresmal! Hay que saber aprovecharla: homilías, charlas cuaresmales, predicaciones en quinarios, retiros, etc., así como la catequesis semanal de adultos, sesiones de formación de los grupos, o la catequesis de confirmación y jóvenes, la escuela de catequistas, etc.

Explicar cada celebración paso a paso, mistagógicamente: su estructura y sus partes, el sentido que tienen, su origen, viendo también cada una de las lecturas bíblicas… y la incidencia espiritual en la vida de cada rito, su significado espiritual. ¡Esto es mistagogia de los ritos! Cuando se hace, son los fieles los que rechazan de plano las mini-vigilias pascuales, y quieren una liturgia válida, amplia, que la puedan vivir y disfrutar, dando gloria a Dios.

Hagámoslo. Demos estos pasos. Descubriremos cómo la liturgia es verdadera pastoral y conduce a fuentes de agua viva.