Educación espiritual para la liturgia

La Iglesia siempre ha procurado educar a sus hijos para celebrar dignamente los sagrados misterios. La vida litúrgica no se improvisa, requiere educación… ¡para eso la educación y transmisión de la fe en las familias, la catequesis parroquial y el catecumenado de adultos! Era una iniciación pedagógica, una introducción paciente, para celebrar los sagrados misterios de Cristo en la liturgia.

En la versión latina de la Liturgia de las Horas, se ofrece una antigua oración antes del Oficio, cuando se reza solo, que dice:

“Abre, Señor, mis labios para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los vanos, perversos y otros pensamientos; ilumina el intelecto, inflama el afecto, para que digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado ante la presencia de tu divina majestad".

¡Hermosas claves! La educación espiritual para la liturgia requiere, y así se suplica al Señor:

  • Que el Señor nos mueva por gracia a alabarle
  • limpieza de corazón, sin agitaciones de pensamientos y distracciones
  • iluminar la inteligencia por gracia para captar lo que se reza
  • vivir la liturgia con dignidad, atención y devoción… ¡dignidad, atención y devoción!, que no han pasado de moda, sino que son urgentemente actuales.

La participación en la liturgia, antes que un “hacer cosas” (moniciones, ofrendas “simbólicas”, otras lindezas creativas) es la inserción en el Misterio, donde el corazón vive y palpita de amor por Jesucristo. La Iglesia, Maestra incomparable, se dirige a sus hijos y les enseña a vivir de un modo espiritual, interior, sincero, amoroso, la liturgia.

Una Oratio admonitionis de nuestro venerable Rito Hispano-mozárabe nos puede ilustrar y si la asimilamos, también hoy puede marcarnos. Dice el sacerdote antes de los dípticos:

“Éste es, amados hermanos,
el momento de dirigir nuestras plegarias a Dios,
conocedor de todos los secretos.
Y lo primero que hemos de pedirle
es que encienda en nosotros el fervor que necesitamos
para rogarle ardientemente y presentarle en nuestra oración
la ofrenda de una auténtica piedad.

No creamos que baste una oración correcta
en la que externamente nos lucimos con un discurso elegante y vano.
Con el don de la sinceridad a nuestra actitud religiosa,
Él otorgue bondad y verdad a nuestras palabras.
Que el afán de aparecer dignos de reverencia ante los hombres
no nos induzca a recitar lo que no pensamos;
que el sonido de nuestros labios,
ajenos a la voz del corazón,
no se asemeje a un fragor de platillos,
al tañido de una monótona campana.

Que el amor que Dios nos infunde invada nuestra conciencia,
se sirva como órgano, de nuestra lengua,
guíe nuestra mente en la oración,
de modo que nuestra voluntad no se desvíe
y así pueda presentarse ante Dios nuestra alabanza
tal como deseamos que la entiendan los hombres”

Se destacan algunas ideas, introducción mistagógica al hecho litúrgico:

  • es necesario el fervor, un alma encendida en el fuego del amor de Dios;
  • una auténtica piedad, que conlleva el recogimiento y no la distracción, muy consciente de ante Quién estamos;
  • es bueno un discurso elegante (las oraciones litúrgicas) pero acompañadas por la coherencia de vida con lo que pedimos y siendo conscientes –no distraidos- de lo que se pronuncia y a lo cual, nos unimos;
  • la liturgia es experiencia del amor de Dios; sin este amor, haremos ruido, pronunciaremos palabras, entonaremos cantos… pero será un metal que resuena o platillos que aturden.

Esto sirve para todo: para vivir la santa Misa, para cantar Laudes o Vísperas, para la adoración al Santísimo expuesto, para vivir un Bautismo… y da igual el rito: sea romano en la forma ordinaria o extraordinaria, ambrosiano, hispano-mozárabe o bizantino… Porque la forma ritual debe ir acompasada por esta educación espiritual de todos los que participan en ella. Ahí es donde debemos incidir y avanzar. ¡Digna, atenta y con devoción!

4 comentarios

  
Alvaro
Que importante es la calma y el silencio interior al orar y por supuesto al participar en el culmen de la oración que es la Santa Misa pero que difícil es lograrlo. Cuantas veces somos incapaces de dejar de dar vueltas a nuestros problemas para ponerlos en presencia del Señor para dedicarle a El toda la atención. Creo que ayudaría mucho preparar antes la celebración pudiendo leer previamente las oraciones de la eucaristía lo cual creo ayudaría a vivir mejor la Santa Misa y a usar las riquísimas oraciones de la liturgia en nuestra oración personal. Ojalá podamos acceder pronto a un misal más manejable para hacer esto posible. Gracias por sus escritos son Javier y disculpe la parrafada. Un saludo.
26/12/16 8:48 PM
  
Pub
Creo que el santo Rosario, debidamente meditado y pausadamente recitado, es una excelente preparación para la santa Misa, en la que los veinte misterios del mismo toman asombrosamente vida. También sirve el Rosario para extender e impregnar el resto del día con lo vivido durante le celebración litúrgica y no hacer de la Eucaristía un momento sin conexión práctica con el resto de la jornada.
A Alvaro: No sé si conoces la publicación mensual "Magnificat". Ésta contiene todo lo que apuntas para una mejor preparación de la Eucaristía y la oración personal centrada en la liturgia del día.
29/12/16 4:21 PM
  
Víctor Fernando Reino
Hermano, gracias por enseñarnos a tener el encuentro con el amado en la liturgia; que es el verdadero fin de ella.
29/12/16 4:55 PM
  
Álvaro
Muchas gracias Pub no la conocía pero la buscaré. Además estoy de acuerdo contigo creo que el Santo Rosario rezado con calma es una magnifica oracion, más facil que la Liturgia d las horas, que puede hacerse en todo momento y que nos permite meditar la vida del Señor y la intervencion d María en la historia de la salvacion, dando además en caso de que no pueda rezarse completo un "color" distinto a cada día. En fin una oracion completisima sencilla y extraordinariamente util.
29/12/16 7:00 PM

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