Izar la bandera, rescatar la patria
Los rituales cotidianos suelen esconder sabiduría, valores, intuiciones.
Uno de ellos es izar la bandera.
Se repite cada mañana o cada tarde al iniciar la jornada escolar en cada rincón de la Patria, desde Ushuaia hasta La Quiaca.
El paño celeste y blanco, sostenido al principio por las manos infantiles o juveniles de los herederos de nuestra identidad, comienza a elevarse lentamente. Se traba en ocasiones, se enreda y se libera, y -si ese día hay viento suficiente- comienza a agitarse, a ondear, a flamear, lentamente o con frenético ímpetu, casi con pasión.
Algunas veces -como esta mañana, en uno de los días más cortos del año- la bandera que izamos sólo se ilumina por completo y luce su colorido al llegar a la cima del mástil. Sólo en las alturas el sol apenas asomando en el horizonte la alcanza con sus rayos, y se tiñe entonces de un naranja que le da un mágico esplendor.
Y, ¿qué sabiduría, qué valor, qué intuiciones puede esconder y revelar al mismo tiempo este gesto?
Amigo: La Bandera simboliza la Patria misma. Venerarla es reconocer agradecidos el cúmulo inmenso de regalos recibidos de Ella y en Ella.
Pero izar la bandera, levantarla bien en alto, hacerla subir hasta la cima es algo más: es gesto que simboliza lo que cada argentino debe hacer con la Nación, y sobre todo con su propia vida y con el misterioso don de su propia libertad.