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5.10.17

La naturaleza y la finalidad de las iglesias

Los párrafos que siguen forman parte del interesantísimo -y poco conocido- documento “Conciertos en las iglesias". Los subrayados son míos. Valga su lectura y meditación en tiempos de confusión.

5. Según la tradición, ilustrada por el Ritual de la dedicación de la iglesia y del altar, las iglesias son, los ante todo, lugares en los cuales se congrega el pueblo de Dios. Este, “unificado por virtud y a imagen del Padre, el Hijo y el Espiritu Santo, es la Iglesia, o sea, el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde se da culto al Padre en espiritu y en verdad. Con razón, pues, desde muy antiguo se llamó “iglesia” el edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir los sacramentos y para celebrar la eucaristía", y adorarla en la misma, como sacramento permanente (cf. “Ordo dedicationis ecclesiae et altaris", cap. II, 1).


Las iglesias, por lo tanto, no pueden ser consideradas simplemente como lugares “públicos", disponibles para cualquier tipo de reuniones. Son lugares sagrados, es decir “separados", destinados con carácter permanente al culto de Dios, desde el momento de la dedicación o de la bendición.


Como edificios visibles, las iglesias son signos de la Iglesia peregrina en la tierra; imágenes que anuncian la Jerusalén celestial; lugares en los cuales se actualiza, ya desde ahora, el misterio de la comunión entre Dios y los hombres. Tanto en las ciudades como en los pueblos, la iglesia es también la casa de Dios, es decir, el signo de su permanencia entre los hombres. La iglesia continua a ser un lugar sagrado, incluso cuando no tiene lugar una celebracion liturgica.


En una sociedad como la nuestra, de agitación y ruido, sobre todo en las grandes ciudades, las iglesias son también lugares adecuados en los cuales los hombres pueden alcanzar, en el silencio o en la plegaria, la paz del espíritu o la luz de la fe.


Todo eso solamente podrá seguir siendo posible si las iglesias conservan su propia identidad. Cuando las iglesias se utilizan para otras finalidades distintas de la propia, se pone en peligro su caracteristica de signo del misterio cristiano, con consecuencias negativas, mas o menos graves, para la pedagogía de la fe y a la sensibilidad del pueblo de Dios, tal como recuerda la palabra del Señor: “Mi casa es casa de oracion” (Lc 19,46).

Qui potest capere capiat