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19.02.17

¿Cómo elegir bien los cantos de la Misa?

MusicosMuchas veces las personas encargadas de dirigir los cantos en las comunidades parroquiales me han hecho la pregunta que encabeza el artículo.Otras veces una duda parecida se expresa así: “¿Se puede cantar este canto en Misa o no?

Intentaré responder a esa pregunta poniéndome en el lugar de quienes tienen como misión conducir el canto de la asamblea. Y al final, dejaré algunas reflexiones -tomadas a su vez de otros autores- sobre el papel del coro, lo cual se puede aplicar de modo análogo al “cantor", donde no hubiera coro

TRES CRITERIOS PARA TENER EN CUENTA PARA ELEGIR BIEN

Para quien ejerce el ministerio del canto en las celebraciones litúrgicas –no sólo en la Misa– es importante contar con algunos criterios objetivos, de tal modo de elegir aquellos que respondan realmente a la celebración y a la asamblea que está viviendo la misma.

Proponemos tres criterios que nos parecen fundamentales:

a) Criterio litúrgico

Este criterio es el más importante. Para tenerlo bien en cuenta nos sirve conocer a la perfección qué es la Misa o el sacramento del qué se trata, y también cual es el carácter de esta celebración: en qué tiempo litúrgico estamosqué Evangelio se proclama, etc. La naturaleza misma de la liturgia nos ayuda a determinar qué clase de música se pide, qué partes deben preferirse para cantar y quién debe cantarlas en cada parte.

Según este criterio, debemos fijarnos ante todo en las letras de los cantos que elegimos. Porque la música está al servicio de la letra, del mensaje, de la Palabra, y no al revés. En los tiempos fuertes (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua), hay que tener muy en cuenta elegir los cantos que ayuden a los fieles a entrar en los sentimientos que piden estos tiempos.

También es importante recordar que no debe ser el instrumento el criterio de elección del canto, sino que el canto debe ser elegido independientemente de que pueda ser acompañado o no por el instrumento (lo ideal, lógicamente, es que el que ejecuta el órgano u otro instrumento aprendan todos los cantos y los puedan acompañar). Por ejemplo, si el Evangelio es el del llamado de los apóstoles (Lc 5, 1-11), será conveniente cantar “pescador de hombres", incluso aunque no lo sepa ejecutar el organista.

Será importante, entonces, que quienes deben elegir los cantos lean con detenimiento las lecturas del Domingo, para que la celebración sea verdaderamente una unidad. Lo ideal sería que los cantos sean elegidos junto con el sacerdote que presidirá la Misa, ya que este puede querer orientar la homilía y las diferentes intervenciones hacia una idea en especial, y el canto puede ayudar mucho a que esa idea sea verdaderamente central.

Una etapa previa en el discernimiento sería asegurarnos de que el canto esté aprobado por la Conferencia de los Obispos, o al menos por el Obispo de la diócesis. En algunos países esto es casi casi imposible, ya que las Conferencias o los obispos diocesanosno han sido claros o diligentes en esta tarea. Pero esta situación representa una verdadera anomalía, a la cual no deberíamos acostumbrarnos.

 

b) Criterio musical

La pregunta clave de este criterio es: “¿Es buena la música del canto, desde el punto de vista técnico, estético y expresivo?”.

Esta selección, nuevamente, se supone que debería ser hecha por expertos, a nivel episcopal, quienes, teniendo en cuenta todas las dimensiones del asunto, elaboren una lista de aquellos cantos que reúnen todas las condiciones -además de la letra- para ser usados en la liturgia. Teniendo en cuenta que esta selección en algunos países no existe o no tiene fuerza normativa la Argentina– le corresponde al que canta, junto con el que preside, evaluar la “bondad de formas” de una composición.

También es importante que, siendo buena la música, sea también “cantable” y accesible al pueblo. Al menos en los cantos para los cuales está prevista la participación activa de los fieles.

Es necesario insistir en que la música litúrgica sea de buena calidad buena. Una excesiva simplificación da lugar a una celebración carente de belleza y profundidad.

Pero si bien toda la música litúrgica debe ser buena, no toda buena música es adecuada para la liturgia. El juicio musical es básico, pero no decisivo. Hay cantos muy hermosos, pero de ritmos o modos de cantar que no son apropiados para la liturgia.

 

c) El criterio pastoral

A este criterio lo podríamos llamar también “criterio del sentido común". La pregunta clave aquí es: este canto, que es bello en lo musical y apropiado en lo litúrgico, ¿puede ser cantado o al menos escuchado con fruto hoy, aquí, por este cantor y por esta asamblea?

Puede suceder alguna vez que se elijan los cantos muy bien, pero que al ser ejecutados en realidad no embellezcan la liturgia… porque eran muy difíciles, porque no se sabían bien, porque tenían intervalos muy amplios, etc. Por ejemplo, el bellísimo “Que resuene por la tierra” es uno de los cantos más apropiados para la Pascua; pero es muy difícil de ejecutar para un solista, por la gran amplitud en su melodía.

Puede ser también que se elijan todos los cantos con gran cuidado, y que el coro los ejecute a la perfección, pero que la asamblea permanezca muda todo el tiempo. Indudablemente que este no es el ideal tradicional, repropuesto con fuerza desde los tiempos de Pío X.

Por eso hay que tener en cuenta quién ejecutará el canto –cantor, coro, etc.– y cómo está conformada la asamblea –si por gente mayor, si por niños, jóvenes, etc.– y si ellos conocen y pueden seguir los cantos.

Hay que evitar en este punto dos extremos: cantar siempre los mismos cantos “porque son los que sabe la gente”: se perdería así mucha riqueza, tanto de la tradición musical -gregoriano, polifonía- como de las nuevas creaciones; y el otro extremo de “cantar siempre cantos nuevos”, porque la asamblea no llega a conocerlos ni aprenderlos, y entonces la celebración se transforma en una exhibición o un recital de un grupo de cantores.

Como método para ampliar el repertorio de las comunidades, todos los domingos se podría ir incorporando algún elemento nuevo (no varios a la vez, sino uno sólo: un cordero, un aleluya, etc) y que se lo repita en los domingos siguientes. Mucho mejor si alguien capacitado puede enseñarlos a la asamblea.

Una consecuencia bien concreta de este criterio es asegurarse de que haya cancioneros completos y suficientes para los miembros de la asamblea.

 

EL PAPEL DEL CORO Y SU RELACIÓN CON LA ASAMBLEA[1]

Lo que acabo de plantear nos intruduce en el tema de cuál debe ser el papel del coro en las celebraciones litúrgicas.

“Cuantos pertenecen a la scholae cantorum desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, pues, su oficio, con la sincera piedad y el orden que conviene a tan grande ministerio y les exige con razón el pueblo de Dios” (SC 29).

¿Cuál es la función ministerial del coro? Espigamos algunas afirmaciones de un documento de los obispos españoles.

“Realiza una verdadera función ministerial activa arropando, conduciendo y promoviendo el canto comunitario; (…); conserva vivo y cultiva acrecentándolo con esmero el tesoro sacro musical, (…) crea un clima de ambientación festiva, (…) crea espacios que fomentan la contemplación, (…) da color más propio a cada una de las celebraciones del año litúrgico para que el pueblo cristiano tenga vivencias más hondas de las distintas facetas del misterio, cubriendo la común deficiencia y pobreza de cantos propios en contraste con tan ricos y variados leccionarios; entusiasma y contagia a la asamblea con una especie de magnetismo espiritual que la despierta y la aúna para dar su respuesta a Dios en el diálogo salvífico, va educando progresivamente al pueblo en forma de expresión cualitativamente más elevadas, recoge y ofrece los sentimientos de la asamblea con el esplendor y la belleza que el canto de solo el pueblo no logra expresar”.

No hay nada en las directivas oficiales de la Iglesia desde el Vaticano II que pudiera justificar la depreciación o la eliminación de los coros. Pero necesitamos especialmente una más profunda reflexión teológica sobre el coro litúrgico. Algunos, lamentablemente, querrían reducir el rol del coro exclusivamente a sostener y guiar el canto de la asamblea; muchos parecen estar insuficientemente convencidos de la habilidad de la música coral para enriquecer el culto. Dicha reflexión teológica podría considerar lo siguiente:

1. El coro sirve de una manera particular para dar voz a la gloria y a la belleza de la liturgia.

2. El coro da testimonio de la dimensión escatológica de la Iglesia, dado que su canto prefigura el de los santos y coros angélicos de la Nueva Jerusalén.

3. El coro es un alegre acompañante del peregrino pueblo de Dios y un signo festivo de su patria celestial.

4. La participación del coro es crucial para realzar la solemnidad y la majestad de los acontecimientos litúrgicos.

 

Coro y Asamblea

“Algunos creen que con la restauración litúrgica los coros resultan inútiles y pueden suprimirse, esto incluye un error total de principio si se desea iniciar, guiar y educar a la asamblea en el canto, la presencia de un coro resulta indispensable: el coro tiene algunas partes que le corresponde en exclusiva con las que la celebración cobra una nota especial de solemnidad y belleza” (Card. Lercaro).

Como parte de la asamblea, el coro a veces conduce el canto comunitarioa veces se une simplemente a la comunidad; y a veces canta sólo para la edificación de la comunidad o para permitir que el ritual se despliegue de manera más expresiva.

No debería olvidarse que la participación por parte del pueblo se asegura tanto por un activo cantar como por un comprometido escuchar.

El coro no está delante de una comunidad que lo escucha como se está delante de una comunidad que quiere que se le cante alguna cosa para entretenerlo, sino que el coro mismo forma parte de esa comunidad y canta en su nombre en el sentido de legítima representación. Actúa en nombre de los demás y los incluye en su propia acción.

 

¿Qué repertorio debe ejecutar un coro, cuando canta representando a la comunidad y para edificarla?

No debe desdeñar –al contrario– las mejores piezas del canto gregoriano y de la polifonía clásica y moderna. El gregoriano evoca inmediatamente la atmósfera espiritual propia de la liturgia romana. La polifonía sagrada, por su parte, abre las ventanas del alma y expresa la común vocación a la trascendencia.

Es claro, sin embargo, que el uso de la herencia litúrgica de la Iglesia debe estar informado con principios sanos.

Debe ser usado con una cuidadosa atención a la estructura de la liturgia, y con respeto por las necesidades y sensibilidades pastorales. Un uso con discernimiento puede ser un enriquecimiento espiritual de las celebraciones litúrgicas y un signo de nuestra unión con nuestros antepasados. Dicho tesoro, por otra parte, no puede considerarse como cerrado porque funciona, además, como aguijón, guía e inspiración para futuras composiciones.

 
Les dejo aquí el enlace para otra publicación sobre los instrumentos musicales. ¿Se puede usar cualquier instrumento en la Misa?