InfoCatólica / InfoRIES / Categoría: Palmar de Troya

26.04.16

El “papa” del Palmar de Troya abandona la secta... y ya tienen uno nuevo

El habitual ocultismo que rodea a todo lo que tenga que ver con la “iglesia palmariana”, la secta española denominada «orden de los carmelitas de la Santa Faz», ha dejado que trascienda en los últimos días una curiosa noticia. Al parecer, el pasado viernes 22 de abril, el hasta ahora jefe de la orden, el «papa» Gregorio XVIII, dejaba una carta para todos sus seguidores, en la que aseguraba que abandonaba la secta porque «había perdido la fe».

Desde entonces no se le ha vuelto a ver por El Palmar de Troya, y algunas fuentes aseguran que se encuentra en la localidad granadina de Monachil, en la que podría estar refugiado con una mujer con la que habría iniciado, al parecer, una relación sentimental. Lo cuenta Alberto Flores, desde Utrera, para el diario ABC.

La noticia no ha sido del todo mal recibida por los integrantes de la iglesia palmariana, ya que desde que accedió a este curioso papado, Gregorio XVIII no se había convertido en una persona querida, al intentar imponer normas muy estrictas a los integrantes de la comunidad, sobre todo referentes a la vestimenta y a los hábitos de vida.

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30.10.14

Aleteia: ¿Sigue habiendo un “Papa” en el Palmar de Troya?

En los años 70 y 80 alcanzó gran popularidad en España la secta del Palmar de Troya, que nació en la provincia de Sevilla a raíz de unas supuestas apariciones de la Virgen y llegó a consumar un cisma, que incluyó la elección de su propio pontífice, el llamado “Papa Clemente”. Recientemente han vuelto a la actualidad informativa por las obras que han hecho en su “Santa Sede” andaluza, por la colocación de una estatua de “San Francisco Franco”.

¿Qué se sabe de ellos? ¿En qué creen? ¿A qué se dedican? Reproducimos a continuación un artículo que ha publicado el portal católico Aleteia, escrito por Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), que ha sido entrevistado en Televisión Española sobre este tema.

El origen de un cisma

En 1968, cuatro niñas de El Palmar de Troya (pedanía de Utrera, en la provincia de Sevilla) afirmaron haber visto a la Virgen María. Entre otros curiosos y devotos que se acercaron al lugar desde Sevilla se encontraban los administrativos Clemente Domínguez y Manuel Alonso, que rápidamente desplazaron del centro de la atención a las supuestas videntes originarias, acaparando ellos todo el montaje aparicionista.

Estos personajes, que hay que encuadrar más en el ámbito de la picaresca que en el de la devoción católica, fundaron en 1974 la denominada Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, después de que Clemente llevara un tiempo recibiendo supuestos mensajes de la Virgen, visiones místicas, éxtasis y hasta estigmas en su cuerpo. Más tarde compraron algunas propiedades, y comenzaron a levantar una basílica en uno de los terrenos adquiridos gracias a las donaciones de personas –sobre todo extranjeros ricos– que habían creído en sus estrafalarios mensajes de origen divino y mariano.

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27.09.14

Estatuas de Franco y de otros santos propios coronan ahora la basílica del Palmar de Troya

La imagen de la Basílica de El Palmar se ha convertido ya con el paso de los años en un inseparable compañero de todos los que habitan esta zona de la campiña utrerana (en la provincia de Sevilla). Sus inconfundibles y megalómanas torres y extraño diseño, han quedado como rastro de un movimiento que en su día llegó a manejar ingentes cantidades de dinero y que poco a poco fue decreciendo hasta prácticamente diluirse.

Pero, según relata Alberto Flores en el diario ABC, desde hace algunos meses las preguntas y las incógnitas vuelven a ceñirse sobre la orden de los Carmelitas de la Santa Faz, ya que la famosa iglesia, que en su día se convirtió en todo un centro de peregrinación, ha sufrido un cambio sustancial.

El habitual color gris de sus torres y cúpulas, que dominaba el paisaje desde el pequeño cerro en el que se ubica, ha ido dando paso al marrón y al blanco, colores con los que se ha pintado la iglesia por completo. Las nueve torres que sirven de campanario, apuntan hacia el cielo luciendo esta nueva imagen que cambia por completo la forma de ver este curioso templo, que a algunos asombra y que a otros acongoja.

Los altos muros y las cámaras de seguridad que siguen rodeando todo el perímetro en el que se encuentra la edificación impiden ver lo que está ocurriendo en el interior, por lo que es lógico que muchos se pregunten si realmente el movimiento, que se creía prácticamente en extinción, está resurgiendo de nuevo.

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27.07.11

Los orígenes del Palmar de Troya (y 4)

Concluimos con esta entrega la serie de cuatro artículos del escritor José Jiménez Lozano publicados por el diario El País en 1976, antes de la autoproclamación papal del vidente y fundador de la secta del Palmar de Troya, que tuvo lugar en 1978. Lea los artículos anteriores: primero, segundo y tercero.

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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / y 4

Satanás vencido y el catolicismo restaurado

José Jiménez Lozano, 13/05/1976

«El barroco asunto de El Palmar es mucho más complejo, como he tratado de mostrar…». Así comienza la conclusión definitiva de Jiménez Lozano sobre este barroco asunto que El País ha tratado a lo largo de cuatro capítulos. Queda claro que, al margen de folklorismos o de apresuradas justificaciones ideológicas, el tema de El Palmar aún merecerá por algún tiempo la atención de los periódicos.

A los ojos del catolicismo barroco, la Iglesia es ya el Reino de Dios que sólo necesita ser extendido y defendido. Cualquier transformación o reforma es su ruina y sólo puede estar inspirada por el Diablo con el que esa Iglesia está en lucha en la historia. La teología contrarreformista y barroca, que hace esa equiparación entre Iglesia y Reino de Dios, cala profundamente en el pueblo, no sólo porque asume y amplía hasta la exacerbación la sensibilidad religiosa medieval, el culto de los santos, por ejemplo, y el sentido de fiesta y milagrería, sino también porque es un catolicismo voluntarista y anti-intelectual, un catolicismo de tensión y de lucha entre el bien y el mal, la Ciudad de Dios y la Ciudad de este mundo demoniaco y resuelve ya desde ahora el problema de la salvación, si se pertenece jurídicamente a la primera.

En un catolicismo como el español, el barroco viene a consumar, además, la equiparación de fe y casta hispánica. Conformada por el catolicismo barroco, y en el plano de lo religioso como en otros, este pueblo nuestro resulta impotente para cualquier otro tipo de sensibilidad religiosa, de horizonte y categorías religiosas de pensar y sentir que no sean las de ese catolicismo barroco anti-intelectual y voluntarista, clerical y jurídico, belicoso y seguro, castigo y esencialmente en el sentido de ecuación de la fe con la polis, de simbiosis Iglesia-Estado, religión-nacionalidad: un catolicismo de base y talante popular misoneísta y xenófobo, reluctante a todo cambio y partidario de las «vejeces católicas» y del maravillosismo medieval: supersticioso con frecuencia.

Contrarreforma

El Vaticano II representaba opciones casi simétricamente polares. El Vaticano II ha tratado de clausurar precisamente la era contrarreformista y de asumir todos los logros auténticos del mundo moderno, haciéndose eco, a la vez, de la situación del catolicismo de este tiempo en que las cristiandades han muerto, y ha liquidado como tipo ideal cristiano el tipo del cristiano barroco. Era una opción inevitable y válida, en términos teóricos al menos; una falsilla sobre la que ir escribiendo la evolución del propio catolicismo barroco hispánico. Pero el Vaticano II se recibió, en seguida, entre demasías y «jacquerías», por un lado, de resistencias superortodoxas, por el otro, y no ha tenido en realidad una «recepción» normal por parte del pueblo fiel.

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26.07.11

Los orígenes del Palmar de Troya (3)

Aquí está la tercera entrega de esta serie publicada en 1976 por el diario El País, y firmada por el escritor José Jiménez Lozano, sobre los inicios de la secta del Palmar de Troya. Ver la primera parte y la segunda parte.

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REPORTAJE: El barroco asunto de El Palmar de Troya / 3

Una apoteosis supercatólica

José Jiménez Lozano, 12/05/1976

En El Palmar de Troya se han dado cita los que Mauriac llamaba la «santa fauna de las misas de los días de trabajo», es decir, los fieles de las viejas novenas y sabatinas y las beatas revelanderas de que hablaba el inquisidor Valdés, sin que falten tampoco los puros con talante de secta que irrita. José Jiménez Lozano, describe en el tercer capítulo de la serie de cuatro dedicada al tema los show seudomísticos de los orantes de El Palmar de Troya bajo la luz verdosa del sol que atraviesa el plástico verde y transparente que cubre la armadura metálica que sustituye al antiguo lentisco de las apariciones.

En El Palmar se encuentra la que François Mauriac llamaba, sin ánimo ninguno de superioridad, sino incluso con una admiración secreta por la simplicidad de su espíritu y también por sus virtudes no pequeñas, «la santa fauna de las misas de los días de trabajo», es decir, los fieles de las viejas novenas y sabatinas, las procesiones y el culto a Santa Rita abogada de lo imposible, pero también un colegio de puros muy conscientes de su elección divina y cuya seguridad y talante de secta, irrita un poco.

Y el grupo de visionarias que recuerdan las beatas revelanderas de que hablaba el inquisidor Valdés, cuando advertía contra el peligro de poner al tanto de cuestiones teológicas a «mujeres de carpinteros». Al oírlas hablar con entera familiaridad de Dios, como podrían hablar de la cesta de la compra, sólo que en un lenguaje sostenido en sus metáforas por los viejos cromos de los viejos catecismos e Historias Sagradas o de las novenas misticoides del XIX, se debiera uno de acordar de Voltaire y sonreír benévolamente o de algunas denominaciones psiquiátricas muy obvias y recomendar un tratamiento, pero, inevitablemente, se acuerda uno más bien de esa Santa Inquisición que la Iglesia íntegra de Clemente Domínguez quisiera ver resucitar y se siente escalofrío al pensar en qué hubieran parado estas piadosas dicharacherías en aquellos tiempos inquisitoriales.

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