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14.04.14

Colombia: un adepto de Creciendo en Gracia tenía como misión matar a su hijo

Desde una “iglesia” que funciona en un garaje de Neiva (departamento del Huila, Colombia, en la que se rinde culto a la llamada “marca de la bestia” (666), un hombre fue inducido a matar a uno de sus hijos con la falsa promesa de salvar el mundo. Lo cuenta el Diario del Huila.
Era un gran sacrificio el que tenía que realizar Raúl (pseudónimo); el fin de los tiempos se acercaba y ese pequeño, nacido el día 2, del mes 2 de 2012, estaba predestinado a ser la ofrenda que se necesitaba para la salvación.

Así lo veía el angustiado padre, quien en 2012 también se quedó esperando el colapso del planeta, tal como lo anunciaba José Luis de Jesús Miranda, hombre al que idolatran en la secta “Creciendo en Gracia” por haber sido, según ellos, el segundo Jesucristo en la tierra, y también, a la vez, el Anticristo.

Y por estas profecías apocalípticas, Raúl tuvo que trasladarse con urgencia a la ciudad de Medellín, donde residen su ex esposa y sus dos hijos, pues el sábado siguiente sería el fatal día. “Él me llamó de una forma desesperante preguntando que dónde estaban los niños y yo le dije que la niña estaba en la casa y el niño donde un amiguito, así que me dijo que no dejara salir el niño y me imploró: ‘prométame que va a recoger el niño, necesito que usted no lo deje ir a estudiar hasta que yo llegue, por favor yo le explicó cuando llegue’”, contó su ex esposa Laura (pseudónimo), quien desde aquella llamada comenzó a vivir horas de angustia.

Y así este hombre, quien siempre se ha caracterizado por ser un amoroso padre, llegó a Medellín siendo otra persona, según contó quien fue su compañera sentimental durante muchos años. “Cuando llegó a la casa se quedó mirando los niños lentamente, como en otro planeta… Les decía a los pequeños que no fueran a salir; la niña lloraba de ver que el papá estaba raro”.

Se sentía el elegido

Fueron tres días de zozobra en los que el hombre de casi 40 años decía que era el arcángel San Gabriel y que su Dios (Melquisedec) le había encomendado una misión, ya que el sábado en la medianoche sería el fin del mundo. “No comía, no dormía, se mantenía a punta de agua y cuando le ofrecíamos comida decía que no, porque lo íbamos a matar. Entraba en depresión, lloraba y abrazaba a los niños… Yo tampoco volví a dormir para cuidar que no me le fuera hacer nada a mis hijos”.

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