29.03.10

Muertes papales (III): Los que murieron por enfermedad

“EL PAPA NO ENFERMA, SOLO SE METE EN LA CAMA PARA MORIR”

RODOLFO VARGAS RUBIO

Un antiguo dicho acuñado por los funcionarios de la curia vaticana reza: «El Papa no enferma, solo se mete en cama para morir». Durante mucho tiempo, las enfermedades de los Sumos Pontífices han sido mantenidas en el más estricto de los secretos, hasta tal punto que en el convencimiento popular arraigó la creencia expresada en la frase apenas mencionada. Ello provoca que la indisposición mas ligera desencadene toda suerte de rumores y la alarma de los reporteros, ávidos de la primicia de un «fallecimiento apostólico», valor mas que seguro en el mercado de la comunicación. El hermetismo vaticano se ha aflojado un poco en los ultimos tiempos debido a la imposibilidad de ocultar los malestares experimentados por Juan Pablo II en público y su evidente declinación física. Pero la política sigue siendo la de la reserva.

Durante los últimos años del pontificado de Pablo VI, la central telefónica vaticana quedaba literalmente copada cada vez que se creía que el Santo Padre se hallaba mal. Una de las señales mas significativas e inequívocas del penoso estado de salud del papa Montini fue la recuperación de la silla gestatoria -que él mismo había suprimido- para entrar en San Pedro y salir, dado que no podía ya hacer el recorrido a pie. En realidad fue Pio XII quien dio ocasión de considerar al Vicario de Cristo como alguien sometido también a los padecimientos humanos. La noticia de su grave enfermedad de 1954 corrió como reguero de pólvora, y el convencimiento de que moriría era tal que se prepararon ediciones extraordinarias de los periódicos con reseñas de su pontificado y encabezamientos de duelo. Pero Pio XII se recuperó sorprendentemente y la prensa ofreció una noticia mas sensacional que la de la temida muerte del Papa: la de la visión que tuvo de Jesucristo mientras recitaba el Anima Christi, visión en la que le fue dicho que saldría del trance. Alguno en los pasillos de la curia había filtrado lo que fue una confidencia, pero lo publicado no fue desmentido oficialmente.

He aquí los Papas que sucumbieron a enfermedades (cuyo espectro, como se vera, es de lo mas variopinto):
- Vigilio (540-555). Murió en Siracusa, donde había repostado en la ruta que le llevaba a Roma desde el exilio, a consecuencia de una recrudescencia de su mal de cálculos biliares, que ya se le había manifestado en Calcedonia en 551, en medio de sus correrías por causa de la cuestion de los Tres Capitulos.
- Pelagio II (578-590). Cayó victima de la peste que se declaró en Roma debido a una inundación del Tiber de grandes proporciones.
- San Gregorio I Magno (590-604). La gota lo consumió durante años, como lo atestigua el mismo Papa en una carta del ano 599 dirigida al noble siciliano Venancio: «Hace ya once meses que, salvo raras ocasiones, no me levanto de la cama; a tal punto soy presa de dolor y malestar y tanto me hace padecer la podagra que la vida se me ha convertido en la mayor penitencia por mis pecados.» El 12 de marzo de 604, los rigores del invierno acabaron con sus últimas fuerzas.

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24.03.10

Las primeras reacciones de Iglesia española ante el alzamiento militar de Franco (I)

EL CARDENAL GOMÁ RECIBIÓ CON ESCEPTICISMO LAS PRIMERAS NOTICIAS DE LA REVOLUCIÓN MILITAR

JOSÉ FRANCISCO GUIJARRO

Se había hecho público el día 8 de mayo de 1936 el nombramiento de un obispo auxiliar para la sede de Toledo, el aragonés Gregorio Modrego Casaus. hasta entonces canciller del arzobispado primado, oriundo de Tarazona -diócesis en la que monseñor Gomá había sido obispo, antes de ser trasladado a Toledo-; y se había fijado para su ordenación episcopal la fiesta de Santiago Apóstol, en la catedral de Tarazona, como lo refiere en su carta, fechada en el balneario de Belascoaín, en Navarra, el 13 de agosto de 1936 al Secretario de Estado, cardenal Pacelli:

“Salí de Toledo el 12 de julio, habiéndome sorprendido de improviso el levantamiento cívicomilitar en Tarazona, mi antigua Sede, adonde me había dirigido esperando la fecha de la consagración de mi Obispo Auxiliar, que debía celebrarse allí el día 25 de julio. He venido aquí para someterme a la cura de aguas de este Balneario, en la imposibilidad de ir a Cataluña como era mi propósito, para hacerlo en un balneario de aquella región.”

De este modo, en el momento del alzamiento el cardenal primado se encontraba fuera de su diócesis, donde probablemente hubiera sido asesinado, como tantos de sus sacerdotes, de haber permanecido en ella. Como, según veremos seguidamente, tras un viaje a Roma en diciembre de aquel año, fue designado representante personal y oficioso de Pío XI ante la junta de Gobierno Nacional, mantuvo durante toda la contienda su residencia en Pamplona, de donde le resultaba más ágil la comunicación con Roma y los desplazamientos a Burgos o a Salamanca, así como alguna visita esporádica a su sede, una vez que Toledo, en septiembre de 1936, había sido liberada. Y así, desde una zona que se encontró durante toda la guerra al margen del teatro de las operaciones militares y en la que no tuvo lugar ninguna represión por motivos religiosos, pudo ejercer, como primado, unas funciones de coordinación entre los demás obispos de España y mantener una eficaz comunicación con la Santa Sede.

Existía en España, desde 1923, una junta de Metropolitanos, de carácter meramente consultivo, cuya presidencia correspondió a los sucesivos arzobispos de Toledo -Reig, Segura, Gomá y, después de la guerra, Pla y Deniel-, aun cuando todavía no hubieran sido, estos dos últimos, promovidos al cardenalato. Así, si bien resulta anacrónico atribuirle al cardenal Gomá unas funciones que aún no habían quedado establecidas, no es menos cierto que, por la responsabilidad de ser el presidente de la junta de Metropolitanos, y en las circunstancias ciertamente excepcionales de estar España dividida en dos por la guerra, encontrándose muchas sedes impedidas o vacantes, y por el prestigio personal del que ya entonces gozaba el cardenal primado entre la mayoría de los obispos españoles, asumió, de hecho, unas funciones en la Iglesia española que, aunque canónicamente no le correspondieran, sin embargo no le fueron discutidas.

No obstante, en un momento en que era aún poco probable -por no decir materialmente imposible- el que por el correo certificado, que expresamente menciona el cardenal Gomá, expedido desde la frontera de Canfranc, hubiera podido llegar a manos del cardenal Secretario de Estado en Roma la documentación remitida desde Belascoaín (Navarra) en esta primera intervención del cardenal primado, ya se le había anticipado el superior general de los misioneros Hijos del Corazón de María, el padre Felipe Maroto, quien el 20 de agosto, tras una visita al cardenal Pacelli, elaboró allí mismo una petición manuscrita, que fue mecanografiada seguidamente, y llevada a la audiencia de Pío XI el día 22. En la respuesta del cardenal Pacelli ya se encuentran expresiones tales como «las localidades de España en las que se ha hecho feroz la persecución religiosa» y «los que escriben con sus sufrimientos y su sangre una página gloriosa en la historia de la Iglesia».

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20.03.10

Santos por las calles de Nueva York (IV): Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia

DOROTHY DAY, LA HERMANA DE LOS POBRES

Personaje excepcional y muy discutido por su radicalidad de vida e ideas, y a la vez muy desconocida para el gran público en la profundidad de su vida interior, Dorothy Day camina hacia los altares en una Causa de Canonización que interesó mucho al difunto arzobispo de Nueva York, Cardenal John O’Connor, el cual afirmó que “la beatificación de Dorothy Day podría recordar a muchas mujeres de hoy lo grande que es la misericordia de Dios, incluso cuando somos capaces de cometer un acto criminal y abominable como el aborto de un hijo. Ella supo bien lo que es estar al margen de la fe y lo que es después descubrir el camino correcto y vivir en plena coherencia con la exigencia de la fe católica

Dorothy vino al mundo en 1897 en Bath Beach, Brooklyn, que entonces era una ciudad con ayuntamiento propio y hoy es un barrio, como entonces, sobre todo de inmigrantes. Su padre era periodista, originario del estado de Tennessee, escribía novelas y aventuras sobre deportes, amenizaba sus artículos con citas de Shakespeare y de la Biblia. Per no fue nunca un escritor de éxito y la familia vivía en condiciones muy pobres, la madre de Dorothy la enviaba a comprar plátanos pasados porque costaban solo diez centavos la docena. La infancia de Dorothy se desarrollará con normalidad en el seno de esta familia, que era de religión protestante, en ella aprendió a conocer la Biblia y a valorar la palabra de Dios.

Asistió, aunque no se graduó, a la Universidad de Illinois, pues no pudo pagar una de las caras universidades neoyorkinas. En el año 1916 la familia Day se mudó a Chicago, donde ella, que hasta entonces no había tenido la menor noticia de la situación política en vísperas de la primera guerra mundial, comenzó a interesarse por la realidad social. Devoró las descripciones de miseria de Jack London, así como varias teorías anarquistas. Se involucró en asuntos candentes como: los derechos de la mujer, el amor libre y el control de la natalidad. Al mismo tiempo ingresaba en el Partido Socialista de América. Después de 2 años se aleja de su familia, se instala en el barrio judío Eastside y se hace periodista, colaborando en el diario socialista “Call". Escribía sobre manifestaciones de protesta, intervenciones brutales de la policía, mítines de huelga y actividades pacifistas. En Washington se manifestó junto a un grupo de feministas, que habían convocado una huelga y por ello fue arrestada.

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17.03.10

¿Fue la peor persecución de la antigüedad culpa de los mismos cristianos?

SEGÚN EUSEBIO DE CESAREA, LA PERSECUCIÓN DE DIOCLECIANO TUVO PARTE DE SU ORIGEN EN LAS LUCHAS INTERNAS DE LOS CRISTIANOS

HISTORIA ECCLESIASTICA
(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)

Libro VIII, 1

1- Explicar como se merece cuáles y cuán grandes fueron, antes de la persecución de nuestro tiempo (se refiere a la persecución de Diocleciano), la gloria y la libertad de que gozó entre todos los hombres, griegos y bárbaros, la doctrina de la piedad para con el Dios de todas las cosas, anunciada al mundo por medio de Cristo, es empresa que nos desborda.

2- Sin embargo, pruebas de ello podrían ser la acogida de los soberanos para con los nuestros, a quienes incluso encomendaban el gobierno de las provincias, dispensándoles de la antigua angustia de tener que sacrificar, por la mucha amistad que reservaban a nuestra doctrina.

3- ¿Qué necesidad hay de hablar de los que estaban en los palacios imperiales y de los supremos magistrados? Estos consentían que sus familiares -esposas, hijos y criados- obraran abiertamente, con toda libertad, con su palabra y su conducta, en lo referente a la doctrina divina, casi permitiéndoles incluso gloriarse de la libertad de su fe. Los consideraban muy especialmente dignos de su aceptación, aún más que a sus compañeros de servicio.

4- Tal era el famoso Doroteo, el mejor dispuesto y más fiel de todos para con ellos y por esta causa el más distinguido con honores, más incluso que los que ocupaban cargos y gobiernos. Y con él el célebre Gorgonio y cuantos fueron considerados dignos del mismo honor que ellos, por razón de la palabra de Dios.

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14.03.10

Muertes papales (II): Los que murieron por muerte súbita

A SUBITANEA ET IMPROVISA MORTE, LIBERA NOS DOMINE!

RODOLFO VARGAS RUBIO

La Iglesia siempre ha visto la muerte súbita con gran recelo, hasta el punto de que ha multiplicado las devociones y oraciones para pedir a Dios librar de ella a los cristianos. En las antiguas y venerables Letanías de los Santos existe una invocación en este sentido: «A subitanea et improvisa morte libera nos, Domine» (De la muerte súbita e imprevista líbranos, Señor).

Además, a san José ha sido tradicionalmente asignado el titulo de abogado para obtener una buena muerte. Y es que la doctrina católica considera la muerte un acto humano, el más trascendental de la vida terrena puesto que de él depende toda la eternidad. El acto de morir nos «fosiliza», por así decirlo, en el bien o en el mal. Ahora bien, como todo acto humano ha de ser deliberado, es natural que el hombre se prepare al supremo acto de la muerte mediante su entendimiento y su voluntad. De ahí que en el pasado se pusiese un cuidado extremo en asistir a los moribundos, no ahorrando fatigas los párrocos y religiosos en confortarlos y prepararlos para la aceptación del acto de la muerte. Un instituto religioso fue, incluso, establecido a finales del siglo XVI para la asistencia espiritual de los que se hallan en el supremo trance: los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos, conocidos popularmente como padres Camilos (por el nombre de su fundador san Camilo de Lelis) o «de la buena muerte».

La sensibilidad contemporánea, en cambio, ve la muerte y todo lo que se le refiera con horror, hasta el punto de que hoy casi nadie muere en su propia casa como en tiempos acontecía normalmente, y, por supuesto, los velatorios ya no tienen lugar en la casa donde ha acontecido el óbito, sino en frías y anónimas salas especialmente destinadas al efecto en los hospitales o en los tanatorios, desde donde se traslada el cadáver lo mas expeditivamente posible al cementerio. El luto externo prácticamente ha desaparecido y la máxima aspiración de todo el mundo es la de morir rápido y sin darse cuenta. Como vemos, contrasta este punto de vista con la doctrina y practica de la Iglesia.

En fin, como dato curioso consignaremos lo que cuenta en sus inestimables Instantáneas personales de los Papas a los que sirvió (de León XIII a Pío XII) monseñor Arborio Mella di Sant’Elia, maestro de cámara pontificio. Cierto día, Pío XI le confió que solía invocar la intercesión de san Andrés Avelino para obtener la «gracia» de una muerte imprevista. El dignatario vaticano mostró al Papa su extrañeza ante devoción semejante y le objetó que un cristiano debía más bien rogar para morir con una previa preparación. El Pontífice replicó que la mejor preparación era vivir cristianamente. Lo curioso del caso -como muy bien hace notar el profesor Romano Amerio al referir la anécdota- es que san Andrés Avelino es tradicionalmente invocado contra la apoplejía, una de las causas más comunes de muerte súbita. En todo caso, Pió XI estuvo muy lejos de morir como esperaba. Ya se verá en qué circunstancias se produjo su deceso y a qué polémicas sospechas dieron lugar.

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11.03.10

¿Santo o rebelde agitador?

JERÓNIMO SAVONAROLA PROVOCÓ EN SU TIEMPO Y SIGUE PROVOCANDO HOY GRANDES ODIOS Y GRANDES ENTUSIASMOS

En el innegable clima de decadencia general que experimenta la Iglesia en los siglos XIV y XV (corrupción de la curia romana, Papado poco ejemplar y más dedicado a la defensa del poder temporal que al bien espiritual de los cristianos, episcopado y clero de bajo nivel intelectual y moral, relajación de la mayoría de las órdenes religiosas, etc), era lógico que apareciesen en distintos países del orbe católico voces críticas, y que algunas tomasen formas proféticas e incluso con tintes apocalípticos anunciando la cólera de Dios, y que predicaran una penitencia capaz de contrarrestar la ruina, reclamando por tanto la conversión de las costumbres. Tales voces se hicieron oír con más intensidad en los llamados sermones penitenciales de la época, y algunos han pasado a la historia por lo fuerte que se escucharon. El caso concreto que hoy nos ocupa, el de fray Jerónimo Savonarola, de la Orden de Predicadores, fue de los más conocidos y a la vez polémicos de la época, y hay que decir que lo sigue siendo incluso en la actualidad.

¿Fue Savonarola un santo o un rebelde exaltado? La respuesta no es fácil. San Felipe Neri (su compatriota), y por influjo suyo, el Cardenal Newman lo tuvieron por santo, otros lo han tenido por todo lo contrario. En el caso de Felipe Neri, su devoción era sincera, como consecuencia de lo que había oído contar a sus compatriotas, entre los cuales muchos veneraban al Dominico. Lo que está claro es que nunca fue hereje, aunque murió condenado por los legados papales y quemado, por lo que algunos han querido ver paralelismo entre su caso y el de Santa Juana de Arco. Pero la realidad es bien distinta: La cuestión fue de obediencia a la Iglesia, concretamente al Papa, aunque sería demasiado inocente el no tener en cuenta los factores políticos y económicos que estuvieron detrás de su condena por parte del Papa.

Algunos destacan su carácter temperamentalmente exaltado y presuntuoso, cuyas actuaciones concretas pudieron pecar muchas veces de imprudentes y tercas al no querer enmendarse. Otros destacan su fe enérgica, casi heroica, su religiosidad pura e intachable, su seriedad penitencias y su severa ascética, y ven en él a un hombre de oración, prácticamente un místico. Nacido en 1452 y muerto en la hoguera en 1498, fue conocido sobre todo en su época de prior del convento de San Marcos de Florencia, que comenzó en 1482 y concluyó con su muerte (aunque dejó dicha ciudad del 1487 al 1490 para ser director de estudiantes en Bolonia).

El controvertido religioso vio la luz en Ferrara un 21 de septiembre, tercer hijo de siete hermanos de una familia acomodada, de padre comerciante y madre de nobles orígenes. Su abuelo, médico de profesión y escritor religioso por devoción, se encargó de la educación de Jerónimo, que por tanto recibió una formación sólidamente religiosa, además de humanista. El padre hubiera querido que Jerónimo siguiese el ejemplo del abuelo y se hiciera médico, cosa que en un primer momento él se pensó seriamente, iniciando incluso los estudios de medicina, pero pronto prefirio tomar otro camino en su vida.

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7.03.10

Muertes papales (I): Los que murieron asesinados

RODOLFO VARGAS RUBIO


Hace unos años don Rodolfo Vargas Rubio publicó los siguientes artículos en un libro en el que colaboró. Hace menos tiempo se publicaron en el primer blog “Temas de historia de la Iglesia” que hubo en la web y el director de la Enciclopedia Católica en español pidió poderlos publicar en dicha obra monumental. Ahora don Rodolfo los reproduce aquí para poderlos hacer asequibles a los lectores de Infocatólica.

LOS QUE MURIERON ASESINADOS (NO MÁRTIRES, A ELLOS SE DEDICA OTRO ARTÍCULO)

Afortunadamente, la silla de Pedro superó hace ya siglos etapas turbulentas que ensombrecieron la divina misión de sus titulares, quienes no pocas veces perecieron en el remolino de la violencia. Si hay un periodo particularmente tenebroso -que justifica ampliamente la denominación de «edad oscura» aplicada indiscriminadamente a todo el medioevo por la Ilustración- es sin duda el que arranca con la abominación del concilio cadavérico en 897 y culmina con la escandalosa venta del Papado por Benedicto IX, depuesto por los legados del emperador Enrique III en 1048, después de tres periodos de reinado, a cual más escandaloso. El cardenal Cesare Baronio, en sus famosos Anales, escritos a la manera de Tácito, llamó a esta época «saeculum ferreum» (el Siglo de Hierro), sin duda por la dureza y ferocidad de las costumbres y por la esterilidad del espíritu. También habla el gran historiador del Papado de «saeculum plumbeum» (siglo de plomo), en evidente alusión al mito griego de las tres edades de la humanidad, representando el vulgar metal lo más vil y bajo a que ésta puede llegar. Y es que estos ciento cincuenta años, que encajan entre el fin del renacimiento carolingio y los principios de la reforma pregregoriana, son una sucesión tal de crímenes y de oprobios que constituyen un argumento apologético a favor del pontificado romano, pues es impensable que institución alguna hubiera podido sobrevivir a tanta ignominia si no tuviera la asistencia divina.

La mayor parte de asesinatos de Papas corresponde precisamente al Siglo de Hierro, marcado por los manejos políticos de dos poderosas familias, emparentadas entre í y procedentes de Teofilacto, vestatario romano: los Albericos o Tusculanos (de quienes descienden los principes Colonna) y los Crescencios. Las mujeres de la casa de Teofilacto, Teodora y su hija la domna senatrix Marozia, se erigieron en árbitros de Roma y de sus Pontífices, y a este hecho se debe quizás el que cobrara vuelos la historia de la papisa Juana, a la que nos referiremos en otro lugar. No ha habido, gracias a Dios, parangón a esta lamentable era en la historia de los Papas. Algunos -especialmente en los ambientes protestantes- ven en la Roma del Humanismo y el Renacimiento un nuevo Siglo de Hierro. Es cierto que los Papas de ese tiempo se comportaron más como príncipes que como pastores y que la mundanidad triunfó en su corte, pero no es menos cierto que hubo la contrapartida de la santidad, de la creación artística y del avance de las ciencias, contrapartida que no tuvo el siglo X, como Ludwig von Pastor muy acertadamente señala en su monumental Historia de los Papas. Por lo demás, episodios aislados de singular violencia que acabaron con la vida de algún vicario de Cristo los ha habido en otras épocas, como se verá a continuación.

He aquí la lista de Papas asesinados:
-Sabiniano (604-606). Había provocado las iras del pueblo -ya crispado por la carestía que se había declarado- con ataques a la memoria de su predecesor Gregorio I, a quien aquel ya veneraba como santo y algunos de cuyos escritos mandó destruir el nuevo Papa. Sabiniano no perdonaba al gran Gregorio haberle reconvenido por su poco airosa intervención como legado ante el patriarca de Constantinopla, que había asumido el titulo de «ecumenico» en abierto desafió al Pontífice de Roma. Perdió la vida en medio de una insurrección general y sus funerales dieron lugar a toda clase de desórdenes. El cortejo que llevaba su cadáver desde San Juan de Letrán a San Pedro tuvo que ser desviado por callejuelas escondidas, hasta el punto de que hubo de cruzar el Tiber por el puente Milvio, muy alejado del Vaticano.

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2.03.10

Devoción y lucha por el poder: Calvino en Ginebra (2ª parte)

LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL ILUSTRE REFORMADOR

Volviendo un poco en el tiempo para conectar con el artículo anterior, conviene recordar que, según la versión más probable Calvino y Miguel Servet se debieron conocer en París cuando ambos eran jóvenes, los dos compartían un espíritu inquieto, pero no tardaron en chocar, pues el reformador se dio cuenta de los errores teológicos del científico, que hasta a él parecieron inaceptables. Por eso lo denunció al secretario del Arzobispo de Lyon, que lo arrestó y lo presentó a la inquisición, de la que el español pudo escapar por poco y de modo truculento, con ayuda de un amigo, como se vio en el artículo anterior. Calvino mismo hizo después que le arrestaran en cuanto -por razones poco claras, todo hay que decirlo- se atrevió a aparecer por Ginebra y el mismo Reformador lo reconoció en un sermón suyo en la Catedral de San Pedro (en la foto, abajo).

Durante el juicio, dirigido por Pierre Tissot, en el que la acusación fue liderada por Philibert Berthelier, curiosamente de los no favorables a Calvino, el jurado no supo qué decisión tomar y pidieron opinión a otras ciudades suizas, para así mitigar su responsabilidad. Incluso preguntaron a Servet si quería ser juzgado en Ginebra o prefería en Vienne, Francia, a lo que él repondió que prefería en Ginebra. La respuesta de las otras ciudades llegó y fue la de condenar al español por herético. De acuerdo con diversos historiadores, fue el único disidente religioso al que los católicos quemaron en efigie y los protestantes en persona, concretamente el 27 de octubre de 1553, sobre una montaña hecha con sus propios libros, aunque Calvino pidió que en vez de eso se le cortara la cabeza, cosa que no se le concedió. La razón de la condena reproduce la lista de cargos elaborada por Nicolás de la Fontaine (que encontramos reproducida en muchos artículos y libros, todo un clásico), “Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.

La condena de Servet, si bien ejemplar, no fue ni la única ni la última de Calvino, el cual obtuvo después de la muerte del español otra victoria sobre la ciudad en su deseo de purificar las costumbres del pueblo: Llevaba tiempo pidiendo para el consistorio eclesiástico de la ciudad el poder de excomulgar, que había sido negado tiempo atrás, en 1543, reservándose solamente a las autoridades civiles. Después de la muerte del científico, con ocasión de una decisión de dichas autoridades de revocar la excomunión que años antes el consistorio había impuesto a Philibert Berthelier, Calvino defendió acaloradamente en un sermón el devolver la potestad de excomulgar al consistorio eclesiástico y quitársela a las autoridades civiles, lo que al final consiguió, de modo que el 22 de enero de 1555, el ayuntamiento anunció la decisión de restaurar las Ordenanzas primeras establecidas años atrás por Calvino, devolviendo al consistorio sus poderes espirituales.

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28.02.10

La evangelización de América: La Virgen visitó el Tepeyac

UN HECHO QUE POCO A POCO HABRÍA DE MARCAR LA VIDA RELIGIOSA DE TODO EL CONTINENTE AMERICANO

Fue durante el pontificado del benemérito Franciscano Fray Juan de Zumárraga (Durango, Vizcaya, 1475 - México, 1548) cuando tuvo lugar un hecho que habría de entrar profundamente en la vida religiosa y aun civil de México: la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. La relación más importante del evento se atribuye a don Valeriano, indio natural de Atzcapotzalco, que figuró entre los primeros alumnos del colegio de Santa Cruz, en Santiago de Tlaltelolco. Llegó por su aprovechamiento a suceder en la cátedra de latinidad al celebre fray Bernardino de Sahagun, cuyo discipulo había sido, colaboró con el mismo franciscano en su conocida Historia general de las cosas de Nueva España, y fue elogiado por Cervantes de Salazar como «en nada inferior a nuestros gramáticas, muy instruido en la fe cristiana y aficionadísimo a la elocuencia». De este relato, escrito probablemente entre 1558 y 1572, se conservan varias copias manuscritas y muchas impresas a partir de 1649, en que lo dio a la prensa el bachiller Lasso de la Vega, haciéndose pasar por autor de él. El extracto de la relación de Valeriano es como sigue:

Juan Diego, indio natural de Cuauhtitlan, sábado, 9 de diciembre de 1531, muy de madrugada, al llegar junto al cerrillo llamado Tepeyacac, amanecía y oyó cantar arriba del cerrillo, y que le llamaban y le decían: “Juanito, Juan Dieguito. Después de breve y afectuoso dialogo, ella le dijo: Sabe y ten entendido, tu el mas pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión y defensa. Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo [electo] de México y le dirás como yo te envió a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano me edifique un templo.”

El indio, ante el electo, se inclina y arrodilla y le da el recado de la Señora del cielo, y también le dice cuanto admiró, vio y oyó. El electo se muestra incrédulo y le responde: “Otra vez vendrás, hijo mío, y te oiré mas despacio.” El mismo día, Juan Diego se vuelve a la cumbre del cerrillo, donde encuentra a la Señora, que lo estaba aguardando, y le cuenta el resultado de su entrevista con el electo. Insiste la Virgen vaya otra vez al electo “y hazle saber por entero mi voluntad: que tiene que poner por obra el templo que le pido”. Accede Juan Diego y va primero a descansar a casa. Al día siguiente oye misa en Tlaltelolco y se dirige a palacio; arrodillado ante el electo se entristece y llora al exponerle el mandato de la Señora del cielo. Zumárraga sigue incrédulo, le pide alguna señal de la aparición y lo despide. La tarde del domingo refiere Diego a la Virgen la respuesta del prelado. Le responde la Virgen: “Bien esta, hijito mío, volverás aquí mañana, para que lleves al electo la señal que te ha pedido”.

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25.02.10

La buhardilla de Jerónimo nos sugiere este interesante tema

Cuando ayer La Buhardilla de Jerónimo proponía en su Blog que hablase yo algo sobre Benedicto XIII con ocasión del reanudarse su proceso de Canonización, me pillaba terminando el artículo conclusivo sobre la vida de Calvino, que se había quedado a la mitad, y le dije a Francesco que por favor esperara un poco. Pero ayer mismo me llamó Don Rodolfo Vargas Rubio, el experto en historia eclesiástica que colabora con frecuencia en este blog y se ofreció a escribirlo él. Probablemente lo publique también en alguno de sus blogs (que tiene varios), que nadie se sorprenda por ello. Aquí está el resultado.

BENEDICTO XIII (ORSINI), UN PAPA SIN TACHA NI DOLO


RODOLFO VARGAS RUBIO

El nombre de Benedicto XIII se presta a alguna confusión, ya que lo llevaron dos papas: el aragonés don Pedro de Luna, famoso por su resistencia a toda prueba, contra todo y contra todos, en su castillo de Peñíscola, y el italiano Pietro Francesco Orsini, en religión fra Vincenzo Maria. Trescientos años separaban al primero del segundo, pero cuando éste fue elegido, aún ardían los últimos rescoldos del Gran Cisma en el ánimo de muchos a pesar del tiempo transcurrido. El cardenal Orsini quiso tomar el nombre de Benedicto XIV por respeto al aragonés, pero fue disuadido de ello por los cardenales italianos, fieles a la vieja tradición de reconocimiento de la obediencia urbaniana de la Curia Romana (que, por consiguiente considera antipapas a los pontífices de la aviñonesa). Fue así como hubo un segundo Benedicto XIII en la Historia del Papado y es de éste de quien nos vamos a ocupar en estas líneas.

El primogénito de Fernando III, duque de Gravina en el Reino de Nápoles, nació el 2 de febrero de 1649. Su familia era una rama segundogénita de los Orsini de Bracciano, que constituían a su vez una de las líneas descendientes de Matteo Rosso el Grande (1178-1246), primero en llevar el apellido Orsini (de domo filiorum Ursi) junto con su hermano Napoleone, ambos hijos de Giangaetano Bobone, primo del papa Celestino III, el primer pontífice en seguir una política nepotista planificada (lo cual era hasta cierto punto natural en los tiempos que corrían, en los que los Papas necesitaban rodearse de gente de su confianza). Matteo Rosso, senador de Roma, fue amigo de San Francisco de Asís (se hizo terciario) y padre del segundo pontífice de la dinastía: Nicolás III, que reinó de 1277 a 1280 y siguió el ejemplo de su tío y predecesor Celestino III, favoreciendo grandemente a sus parientes, para los que quiso crear un feudo con la Toscana y la Romaña (en lo que fue precursor de Alejandro VI, que quiso algo parecido para su hijo César Borgia).

Los Bobone eran de antiguo origen romano y, ya conocidos como Orsini, se distinguieron por su apoyo al Papado, abrazando el partido güelfo en la lucha de aquél contra el Imperio, lo que los opuso a los Colonna (descendientes de los Teofilactos y Crescencios, señores de Roma en la época de la pornocracia), los cuales eran gibelinos, es decir partidarios del Emperador. Orsini y Colonna se enfrentaron durante mucho tiempo por el control de la Ciudad Eterna, llegando al enfrentamiento armado. De esta rivalidad quedó un vestigio testimonial hasta época reciente: el desempeño por turno anual del cargo honorífico de Príncipe Asistente al Solio, vinculado de modo hereditario a ambas dinastías, como representantes del patriciado romano (esta medida sería adoptada precisamente por Benedicto XIII para evitar disputas de precedencia). La supresión de la Corte Pontificia por Pablo VI sepultó para siempre el recuerdo de una histórica enemistad.

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