21.04.11

El siglo oscuro (y III): Un Papa con 18 años

CULMINA EL SIGLO X BAJO EL SIGNO DE LAS INTRIGAS

Juan XI Murió recluido en 935 y le sucedió el piadoso León VII (936-939), devoto hijo de San Benito. El árbitro y rey absoluto de Roma era Alberico, el hijo de Marozia, el cual, considerándose nuevo Augusto, empezó a llamarse Princeps omnium Romanorum. Se portó en todo como dictador, pero demostrando gran capacidad política y empleando su autoridad omnímoda en reformas beneficiosas. Redunda en honor suyo la protección que dispensó a los cluniacenses. Hizo venir de Cluny al abad San Odón, por cuyos consejos se guió muchas veces, y le cedió su propio palacio del Monte Aventino para que lo convirtiera en monasterio. San Odón se encargó de introducir la reforma en varios monasterios romanos, como el de San Pablo, y en Subiaco y en otros del sur de Italia, iniciándose así el formidable laboreo de la tierra inculta y áspera, que había de producir, pasada una centuria, espléndidas cosechas espirituales.

Bajo la sombra protectora de Alberico, que ponía su nombre en las monedas romanas junto al del papa, desfilan calladamente, pero con dignidad de pontífices, atendiendo cuidadosamente a los asuntos eclesiásticos y sin desentenderse de los generales de la cristiandad, como lo demuestran sus diplomas, Esteban VIII (939-942), un Marino II (942-946) y Agapito II (946-955). En este último pontificado se renuevan las acometidas de los árabes contra la costa del sur de Italia, cuando el emir de Sicilia, El Hasan, se apodera de la ciudad de Reggio y amenaza a toda la Calabria (950); otras dos veces desembarcan sus tropas en 952 Y 956, pero tiene que retirarse sin positivos resultados. En adelante serán los cristianos los que tomen la ofensiva para desalojar a los árabes de la misma Sicilia, empresa que no se verá realizada hasta después de un siglo.

Anotemos aquí que hasta en el litoral de Provenza (Fraxinetum) se había creado una colonia sarracena a fines del siglo IX, que, ayudada por moros españoles, hacía incursiones por el país comprendido entre los Alpes y el Ródano; y por más que en 942 fue atacada por Hugo, rey de Italia, y por los bizantinos, perseveró en sus posiciones, llegando alguna vez en sus algaradas a través de Suiza hasta el monasterio de San Gallo. Solamente en tiempo de Otón el Grande fueron expulsados de Freinet los últimos musulmanes (972).

Alberico, el dictador de Roma, tuvo un hijo, a quien le impuso el grandilocuente nombre de Octaviano. Como le destinaba para el trono, la educación que le dio fue profana, palaciega, propia de un príncipe temporal. No es, pues, extraño que el joven Octaviano, de pasiones ardien¬tes y algo brutales, contrajera los vicios que cundían en aquel ambiente. Y el mayor desacierto de Alberico fue el propósito que su hijo con la corona imperial ciñera también la espiritual. Reunió en San Pedro a los nobles romanos bajo la presidencia del Papa y les hizo jurar que a la muerte de Agapito II no elegirían a otro que a Octaviano. El primero en morir fue Alberico (954). Su hijo heredó el título de «Senador y Príncipe de todos los Romanos», y cuando al año siguiente bajó a la tumba Agapito II, el joven príncipe Octaviano, que contaría entonces dieciocho años, ciñó la tiara pontificia y se llamó Juan XII (955-964), pero desgraciadamente, al cambiar de nombre no cambió de conducta (no fue Juan XII el primer papa que introdujo esta innovación del cambio de nombre. Antes de él lo hizo Juan II, que se llamaba Mercurio. Después de Juan XII cambió de nombre Juan XIV, dejando el propio de Pedro, y lo mismo hicieron Gregorio V, que se llamaba Bruno, y Silvestre II, que se decía Gerberto; desde Sergio IV, antes Pedro, todos los papas después de su elección han cambiado de nombre).

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11.04.11

¿Se bautizó en la fe católica el indio Toro Sentado?

UN HISTORIADOR AFIRMA LA CONVERSIÓN DEL LEGENDARIO INDIO NORTEAMERICANO

Tatanka Iyotanka, (en inglés Sitting Bull), fue el famoso jefe indio norteamericano de la tribu de los sioux hunkpapa, cuyo nombre, en sioux, significa «Bisonte Macho Sentado», de donde en español recibió el popular nombre de Toro Sentado. Nació en Lakhota, Grand River, Estados Unidos; hacia el año 1831 y murió en el mismo sitio el 15 de diciembre de 1890.

Conocido, siquiera de nombre, a través de las películas y de las series televisivas, Toro Sentado fue uno de los últimos caudillos indios derrotados por el avance de la colonización blanca en el oeste de Estados Unidos. Convertido en jefe a la edad de treinta y tres años, Toro Sentado manifestó una clara oposición a ceder parte de sus tierras a los blancos y aún más a vivir en reservas pero a mediados de los años setenta aceptó llegar a un acuerdo que mantuviera en manos de los sioux al menos las denominadas Colinas negras, un territorio sagrado donde reposaban los restos de los antepasados.

En 1864, peleó contra las fuerzas armadas de Estados Unidos bajo el mando del General Alfred Sully en Killdeer Mountain, y desde entonces se comprometió en el liderazgo de la resistencia Sioux contra el avance blanco. Pronto contó con un nutrido grupo de seguidores, no sólo de su tribu, sino también los Cheyennes y Arapahos. En 1873, en lo que sería un preludio de la Batalla de Little Bighorn tres años después, una coalición militar India bajo el mando de Toro Sentado mantuvo una breve escaramuza con el Teniente Coronel George Armstrong Custer.

El descubrimiento de oro en las Colinas Negras, que se encontraban en el centro del territorio sioux, atrajo a un sinnúmero de buscadores, lo que unido a las continuas incursiones sioux contra otras tribus o contra los constructores del ferrocarril, movió al gobierno de Estados Unidos a realizar una operación de castigo en 1876. En esta ocasión Toro Sentado se hizo famoso al conducir 3.500 indios sioux y cheyenne contra el Séptimo de Caballería, que estaba bajo las órdenes del General George Armstrong Custer, en la batalla de Little Big Horn el 25 de junio de 1876, en la que los estadounidenses resultaron derrotados.

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28.03.11

Un proceso de canonización histórico y arriesgado

JACQUES FESCH, LADRÓN Y ASESINO CONVERTIDO EN LA CÁRCEL

Creo que se puede considerar un proceso de Canonización histórico y arriesgado el que ha concluido recientemente, en su fase diocesana, en París. El motivo de considerarlo así es por las circunstancias concretas de la persona a la que se refiere, que no fue ni clérigo ni religioso ni laico muy implicado en las cosas de Dios y de la Iglesia, sino todo lo contrario. Se trata del francés Jacques Fesch, de 27 años, guillotinado en París, en la madrugada del 1º de octubre de 1957, por haber matado a un policía durante un robo. Claro está que por tales méritos no se canoniza a nadie, pero detrás de estos hechos, reales sin duda, hay una persona que en la cárcel se convirtió, reconoció su culpa y buscó la amistad con Dios.

Lo de arriesgado va porque según la praxis de la Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano, tomada a su vez de la doctrina de Benedicto XIV, el gran maestro de este tipo de Causas, para probar la heroicidad de virtudes de un adulto hace falta probar su ejercicio virtuoso extraordinario en los diez últimos años de su vida. Lo cual en el caso que nos ocupa sería totalmente imposible y más bien la cosa se reduce a un par de años. Ciertamente la norma que da Benedicto XIV no se lleva a rajatabla, se mira cada caso condreto, por lo que la pregunta es ¿Fue la conversión de Jacques Fesch tan fuerte y arrolladora que se pueda considerar un ejemplo de virtudes para el pueblo de Dios? Eso ahora está en manos de los teólogos del Vaticano. Conociendo bien a dicho teólogos -a la mayoría personalmente- me parece que la cosa no va a ser fácil. Aunque tampoco parece imposible.

Hijo del director de un banco que apenas se ocupaba de sus hijos, su padre era de origen belga, artista y ateo, distante de su hijo e infiel a su esposa, de quien en última instancia se divorció. Jacques, su hijo, era un ocioso; educado como católico, abandonó la religión a la edad de 17 años. A los 21 años, se casó con su novia embarazada, Pierrette, en una ceremonia civil. El padre de ella le consiguió un puesto en su banco, viviendo la vida de un playboy. Dejó a su esposa y su hija y fue padre de un hijo ilegítimo con otra mujer. Desilusionado con su vida, soñaba con escapar a navegar alrededor del Pacífico Sur, pero sus padres se negaron a pagarle un barco.

El crimen ocurrió el 25 de febrero de 1954: Para financiar la compra de su barco, fue a robar a Alexandre Sylberstein, un cambista, unas monedas de oro. Sylberstein fue golpeado, pero aún consciente, logró dar la alarma. Fesch huyó, perdiendo sus gafas. Durante la huida disparó contra Jean Vergne, un oficial de policía que le perseguía, matandole. Minutos más tarde fue detenido. Asesinar a un oficial de policía era un crimen atroz y la opinión pública, inflamada por los informes de prensa, se manifestó decididamente a favor de su ejecución. La Cour d’Assises de París lo condenó a muerte el 6 de abril de 1957.

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20.03.11

El "siglo oscuro" (II): Los Papas en manos de la nobleza

TEODORA, MAROZIA Y EL PAPADO EN SUS PEORES MOMENTOS

En el artículo anterior se vio la truculenta llegada al pontificado de Sergio III (904-911), el cual, por su encarnizado odio a Formoso, quiso enseguida revalidar el concilio cadavérico, en el que tanta parte había él tomado, y declaró que las ordenaciones conferidas por aquel papa eran nulas e inválidas; por lo tanto, todos aquellos que hubiesen sido consagrados obispos, presbíteros o simplemente diáconos por Formoso tenían que reordenarse si querían seguir en sus funciones. Y como bastantes obispos formosianos habían conferido a otros las órdenes sagradas, también estos últimos caían bajo esa prescripción. Se comprende el escándalo y alboroto del clero, no menos que el escrúpulo de muchas conciencias. Uno de los pocos que resistieron tenazmente a las amenazas de Sergio, acompañadas de excomuniones y destierros, fue el presbítero formosiano Auxilius, quien refutó elocuentemente el error de las reordenaciones en varios tratados que nos suministran la más abundante información en todo este negocio.

Sergio III era uno de esos hombres a quienes la pasión partidista ciega y enloquece. En su rencor contra Formoso se mezclaba también su propio interés. Formoso le había nombrado obispo de Cere. No podía, pues, según los cánones de entonces, ocupar la sede romana. Pero hay que decir que desde el concilio cadavérico había renunciado a sus funciones episcopales. Al afirmar la ilegitimidad de aquel papa, confirmaba ahora su propia legitimidad. Su proceder era apasionado, pero lógico.

Pero la responsabilidad más grave de Sergio III ante la historia se origina de sus relaciones con la familia de Teofilacto. Era Teofilacto, distinguido patricio, uno de los más altos funcionarios de la curia, que desempeñaba e1 cargo de vestararius, al cual pertenecía, entre otras prerrogativas, la superintendencia sobre el gobierno de Ravena, por lo que en la ciudad no había autoridad comparable a la suya. Se le daba comúnmente el título de senador y también, por estar al frente de las milicias, el de dux et magister militum. Poseía el castillo de Sant’Angelo y tan gran poder, que hacía sombra al mismo papa. A su lado gozaba de igual poder e influencia su esposa Teodora la cual, si fuéramos a creer a Liutprando de Cremona, no era más que una “meretriz impúdica”, que vivía en el libertinaje, poniendo su hermosura y sus pasiones al servicio de su ambición, a fin de acrecentar las riquezas y posesiones de su familia. Vulgarius, en cambio, un sacerdote formosiano, que luego se pasó al bando de Sergio III, la apellida “matrona santa y amadísima de Dios” y le habla con místico acento de sus “nupcias espirituales con el celeste esposo”. Seguramente que en Liutprando hay pasión y quizá ignorancia, en Vulgarius lisonja y adulación. Teofilacto y Teodora tenían dos hijas: Teodora la joven y Marozia, iguales a su madre en talento y ambición.

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14.03.11

La larga historia de la Cuaresma

DESDE EL SIGLO IV LA IGLESIA SE PREPARÓ PARA LA PASCUA CON AYUNO Y OBRAS DE MISERICORDIA

Modelada sobre el ejemplo de Moisés y Elias, los cuales después de un ayuno de cuarenta días fueron admitidos a la visión de Dios, y más todavía a imitación del retiro y del ayuno cuadragenario realizado por Cristo en el desierto, vemos aparecer en la Iglesia a principios del siglo IV la observancia de un período sagrado de cuarenta días, llamado por esto Cuaresma, como preparación a la Pascua, pero -recuerda el gran liturgista italiano Mario Righetti- entendida ésta en su concepto primitivo, es decir, no como aniversario de la resurrección de Cristo, sino como los dos días (Viernes y Sábado Santo) conmemorativos de su inmolación en la cruz para rescate del mundo, según la frase del Apóstol: Pascha nostrum immolatus est Christus (Cor. 5:17). Sólo en un momento posterior se comenzó a usar el término Pascha como sinónimo exclusivo de la dominica de Resurrección

Nos recuerda otro liturgista, el español Monseñor Julián López Martín, que el tiempo de Cuaresma más o menos como lo conocemos actualmente no es anterior al siglo IV y en muchas Iglesias es ciertamente posterior. Sin embargo, la celebración de la Pascua contó siempre con una cierta preparación, consistente en un ayuno de dos o de tres días de duración. En la antigüedad solamente se celebraba la eucaristía los domingos, pero se ayunaba todos los miércoles y viernes del año, excepto durante el tiempo pascual. Por eso, muy pronto, el ayuno que precedía a la solemnidad de la Pascua, iniciado en realidad el miércoles precedente, terminó por abarcar la semana entera.

En los documentos existentes de los primeros tres siglos encontramos una diversidad de prácticas en lo tocante a este ayuno anterior a la Pascua, e incluso una gradual evolución de su período de duración. Explica Herbert Thurston que el pasaje más importante es uno citado por Eusebio de Cesárea (Historia Ecclesiastica V, 24) de una carta de San Ireneo al Papa Víctor con relación a la Controversia de Pascua. En él, Ireneo dice que no sólo existe una controversia acerca de la fecha de observancia de la Pascua, sino también acerca del ayuno preliminar. “Pues- continúa- algunos piensan que hay que ayunar durante un día, otros que durante dos, y otros que durante varios, e incluso otros aceptan que afirman que deben hacerlo durante cuarenta horas continuas, de día y de noche". Podemos, así, concluir que en el año 190 Ireneo no sabía de ningún ayuno pascual prolongado, y mucho menos de cuarenta días como hoy lo conocemos.

Algo parecido se puede concluir de la lectura de Tertuliano que en sus escritos como montanista contrasta el tiempo breve del ayuno católico (i.e. “los días cuando el novio les será arrebatado", que probablemente se referían al Viernes y Sábado Santos) con el más largo, aunque aún restringido, de una quincena, que era observado por los montanistas. Obviamente se refería a un ayuno muy estricto (xerophagiæ: ayuno seco), pero no hay indicación alguna en sus escritos- aunque escribió todo un tratado “De jejunio” y con frecuencia toca el asunto en otras obras- que estuviese familiarizado con algún período de cuarenta días consagrados a ayunar más o menos continuamente.

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6.03.11

Santos por las calles de Nueva York (VII): Una mujer valiente, Mary Angeline McCrory

AUTÉNTICA INNOVADORA DEL CUIDADO DE LOS ANCIANOS Y LOS ENFERMOS

Se encuentra ya cercano a la conclusión el Proceso de Beatificación de una gran mujer de origen irlandés pero que echó raíces en Nueva York y allí realizó una importante labor en el cuidado de los ancianos y pobres de dicha metrópoli y de muchas otras partes de los Estados Unidos. Se trata de Mary Angeline McCrory, fallecida en 1984 y cuyas virtudes heroicas acaban de ser reconocidas por el correspondiente grupo de teólogos de la vaticana Congregación para las Causas de los Santos, acercando así a la gloria de los altares a esta religiosa que tan impresionante testimonio de caridad dejó a los neoyorkinos.

En su biografía de la Madre M. Agelina McCrory, el escritor R. M. Valabek, escribe: “El cristianismo en el fondo es un pueblo revolucionario… La Madre Angeline Teresa (1893-1984), Fundadora de las Hermanas Carmelitas de los Ancianos y Enfermos, perteneció a esta clase de revolucionarios. Fundó 59 casas para ancianos, recibió a cientos de candidatas para su joven congregación y, sobre todo, cultivó una recia y sana espiritualidad fundamentada en la vida del Carmelo, enraizada en el evangélico ideal. El aspecto que más atrajo a Madre Angeline de la acción misericordiosa de Cristo fue su compasión, expresada en la necesidad de hacer que los años postreros de los ancianos sean vividos en su sentido más pleno y feliz». Así comienza el P. Valabek una breve y hermosa semblanza sobre Madre Angeline".

Nació Bridget McCrory, la futura M. Angeline, el 21 de enero de 1893 en Mountjoy, norte de Irlanda, la segunda de cinco hermanos, hijos de unos modestos granjeros que en aquellos tiempos y por el simple hecho de ser católicos eran descaradamente discriminados. La familia McCroy formó parte de aquel medio millón de irlandeses que hubieron de abandonar su país entre los años de 1851 y 1901; éste fue precisamente el año en el que los McCroy se instalaron en Escocia, en los suburbios de la industrial Glasgow donde el padre halló trabajo en una compañía eléctrica. Y también la muerte: Cuando trabajaba, le cayó por error una buena cantidad de metal fundido sobre el cuerpo y le provocó unas heridas tan grandes que murió después de alguna horas de agonía

En Glasgow conoció a las Hermanitas de los Pobres, fundadas en Francia por Santa Juana Jugan, y que en 1862 habían fundado una casa en dicha ciudad. Su ejemplar actitud de servicio para con los ancianos atrajo fuertemente a la joven Bridget;, que se sentía fuertemente atraída a la vida religiosa; su director espiritual, el P. Cronin, le ayudó en su discernimiento vocacional: “No se pierde con probar”, le dijo. Debía marchar a Francia ya que el noviciado estaba en La Tour St. Joseph en Normandía. Era el 2 de febrero de 1912. El día antes de marchar el P. Cronin le ofreció como recuerdo un libro de su biblioteca y Brígida escogió la Vida de Santa Teresa de Ávila. El 19 de marzo de 1915 profesa como religiosa con su nuevo nombre de Sor Angeline de Santa Águeda. Eran los años difíciles de la I Guerra Mundial.

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27.02.11

La única aparición de San José reconocida por la Iglesia

La Virgen y San José en Cotignac

El 10 de agosto de 1519, un leñador llamado Jean de la Baume subió al monte Verdaille, que domina el pueblo de Cotignac. Como de costumbre, empezó su jornada de trabajo arrodillándose para rezar. Luego, al ponerse en pie se vio envuelto en una nube donde se le apareció la Virgen, con el Niño Jesús en sus brazos, y flanqueada por San Bernardo y San Miguel Arcángel. La Señora, con una medialuna bajo sus pies, se dirigió a Jean de la Baume con las palabras transcritas arriba. Luego la visión desapareció.

Solamente después de una segunda aparición, al día siguiente y en el mismo lugar, el leñador se atrevió a transmitir el mensaje celeste. Como era hombre serio y con fama de piadoso, cinco semanas después, el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, los habitantes y ediles de Cotignac acudieron en procesión y comenzaron la construcción de una primera ermita, que pronto resultaría demasiado pequeña; como empezaron a suceder muchos milagros, las peregrinaciones tomaron un gran auge. Muy pronto - incluso desde 1522 - acudían peregrinaciones oficiales de ciudades como Aix-en-Provence para implorar la protección de la Virgen ante epidemias de la peste (Cotignac mismo nunca las sufrió) y otros peligros. Y Nuestra Señora de Gracias pronto adquirió fama de intercesora para las mujeres que tenían dificultades para concebir o para llevar a feliz término su embarazo. Siguiendo la descripción dada por Jean de la Baume, se pintó un precioso retrato de la Virgen con el Niño Jesús en brazos; se venera aquí todavía. Para atender a los peregrinos, en el siglo XVI se estableció aquí una comunidad de Padres Oratorianos.

El Rey Luis XIII de Francia se casó con Ana de Austria en 1615, siendo ambos adolescentes. Después de 22 años de matrimonio aún no tenían heredero para el trono. El 27 de octubre de 1637, un fraile parisino, Fray Fiacre, rezaba en el coro con sus comunidad, cuando tuvo una repentina revelación interior, confirmada luego por dos apariciones de la Virgen: la Reina debía pedir públicamente que se hicieran en su nombre tres novenas a la Santísima Virgen y le sería dado un hijo: la primera novena debía hacerse en Nuestra Señora de Gracias en Provenza; la segunda, en Nuestra Señora de París; y la tercera, en Nuestra Señora de las Victorias, la iglesia de su convento. Como Fray Fiacre no conocía Provenza, pidió algún medio que le permitiera identificar el santuario; la Virgen le mostró en una visión el retrato suyo con el Niño Jesús y le dio una descripción del santuario; otras personas que sí conocían la región pudieron confirmarle que se trataba de Cotignac y su venerada imagen.

Fray Fiacre fue enviado personalmente a Cotignac por el Rey para hacer la novena oficialmente. El 8 de noviembre de 1637, empezó las tres novenas de Misas en nombre de la Reina; terminó la última el día 5 de diciembre, exactamente nueve meses antes del nacimiento del que sería el futuro Rey Luis XIV de Francia.

Hacía tiempo que los reyes de España y Austria habían consagrado sus respectivas naciones a la Santísima Virgen. El Rey de Francia estaba indeciso al respecto. Cuando, a principios de febrero de 1638, la Reina Ana se dio cuenta de que esperaba un niño, al Rey le pareció que sería poco digno esperar a ver si esta vez prosperaba el embarazo, y se decidió ya a confiar todo a la Virgen. Así fue como, el 10 de febrero de 1638, Luis XIII realizó su solemne “Voeu” o Voto perpetuo de consagración de Francia a la Santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, Voto que se sigue celebrando todos los años el 15 de agosto en Notre Dame de París y otras catedrales francesas. Nació el Delfín, que los padres hicieron bautizar con los nombres “Luis Diosdado” (dado por Dios). Cinco años después falleció Luis XIII y la Reina Ana fue Regente hasta la mayoría de edad de su hijo.

En 1660, el joven Rey Luis XIV acudiría él mismo a Cotignac, acompañado, de su madre, todavía Regente, para agradecer su nacimiento a Nuestra Señora de Gracias. Esta visita se hizo aprovechando un viaje importante: España y Francia se habían reconciliado por el Tratado de los Pirineos y, ahora, Luis XIV iba a buscar a su joven prometida, la Infanta María-Teresa. La comitiva francesa llegó a la frontera el 6 de junio, y regresó a Francia con la Infanta el día 7 (se casaron el día 9, en San Juan de Luz.).

Lejos de allí, el mismo día 7, Cotignac recibió otra visita celeste: El 7 de junio de 1660, un día de mucho calor, un joven pastor de Cotignac, Gaspard Ricard, conducía sus ovejas por la ladera este del monte Bessillon. Sediento, se tumbó para descansar en el suelo pedregoso. Se sorprendió de repente al ver cerca de él a un hombre de imponente estatura que señalaba hacia una roca y le decía: “léu siéu Joúsé; enlevo-lou e béuras"; o sea, “Yo soy José; levántala y beberás". Era una piedra grande, ocho hombres apenas podrían moverla; ¿cómo iba él a levantarla? Gaspard no se movió, pero San José repitió la orden. El pastor obedeció, desplazó la roca, y encontró debajo agua fresca que empezó a manar. Bebió y, cuando se levantó, la aparición ya había desaparecido. Fue corriendo al pueblo a dar la noticia, y al llegar los curiosos al lugar, pudieron comprobar que fluía agua en abundancia en un sitio donde nunca había habido un manantial.

El pueblo y sus ediles actuaron de nuevo con prontitud. Una capillita en honor de San José se terminó de construir ya en octubre de 1660, pero debido a la afluencia de peregrinos y las curaciones milagrosas, se tuvo que ampliar. El actual Santuario de San José fue consagrado en 1663. Tras una visita en 1662, un oratoriano informaba que su comunidad estaba desbordada: entre Pascua y Pentecostés hubo 52 procesiones; y 6.000 personas acudieron en la Octava de Pentecostés. En la fiesta de San José, desde 1661 en adelante acudían verdaderas muchedumbres al Santuario del Santo. Ese mismo año, Luis XIV decretó fiesta no laborable el día 19 de marzo; se celebraba en todas las diócesis de Francia (cosa que los papas llevaban cuarenta años pidiendo). El Papa Alejandro VII concedió su bendición a la Cofradía de la Sagrada Familia o de Jesús-María-José, que se estableció allí.

Es la única aparición de San José reconocida en la historia de la Iglesia. Cotignac fue el principal centro mariano de peregrinaciones en Francia, hasta las Apariciones de Lourdes en 1858. Desde 1981, el Santuario de Notre Dame de Gráces está a cargo de los Hermanos de la Comunidad de San Juan. También hay un convento de Hermanas de San Juan (contemplativas), y un “foyer” o centro de retiros con un enfoque familiar, dotado de casitas independientes y algunas instalaciones deportivas. El santuario se ha convertido en un importante centro espiritual para la Diócesis de Fréjus-Toulón.

En el Santuario de St. Joseph se instaló en 1977 un monasterio de MM Benedictinas procedentes de Argelia. Todos los miércoles tras una Misa cantada (11h), tiene lugar una peregrinación, rezando el Rosario, por el camino (3 kms) hasta el Santuario de la Virgen. La familia es fundamental en las peregrinaciones temáticas de Cotignac. Siguen acudiendo a Nuestra Señora de Gracias los matrimonios que desean tener hijos.

En los últimos veinte años, ha surgido un apostolado nuevo relacionado con el drama del aborto: el 29 de septiembre y el 28 de diciembre tienen lugar Peregrinaciones por la Vida, donde se busca la reconciliación de las madres que han abortado. Así, Nuestra Señora de Gracias no sólo bendice y protege a las madres futuras, sino que acoge amorosamente a aquellas otras madres fallidas, que buscan la reconciliación con Dios tras haber despreciado alguna vez el don de la vida. Este apostolado se va extendiendo gracias a esas madres, que ayudan a establecer las Peregrinaciones por la Vida en otros santuarios marianos (Montligeon, en Normandía; Walsingham, en Inglaterra; en Brasil, etc.)

 

ALFONSO BERTODANO

20.02.11

Aquel siglo de gran oscuridad para la Iglesia (I)

EL “SAECULUM OBSCURUM", TERRIBLE COMO POCOS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Al llegar al año 900, el gran historiador de la Iglesia, el Venerable Cardenal oratoriano Cesare Baronio, en sus Annales, no sabe cómo designar al siglo X, siglo de barbarie, calamidades, crímenes y miserias en la urbe Romana que antaño había civilizado al mundo, y lo califica de saeculum ferreum, por su aspereza y también obscurum, por lo poco que brilló la Iglesia, y plumbeum por la deformidad de sus males.

Cuando los carolingios, debilitados en su poder y caídos también ellos en la anarquía -muy lejos quedaban los tiempos esplendorosos de Carlomán, Pipino el Breve o Carlomagno- dejaron de intervenir eficazmente en los Estados del Papa, surgieron familias poderosas que por el crimen o la intriga se apoderaron del pontificado, señores feudales y aún obispos que se rebelaron contra el Papa y toda la serie de desórdenes que traía consigo la anarquía feudal mal reprimida. Cuando esta intrusión abusiva de lo político en lo eclesiástico se extendió a los obispados y abadías, la Iglesia, en cierto modo esclavizada, padeció las plagas más infamantes de su historia. Como ha señalado un famoso historiador español, sólo en la libertad la Iglesia debía encontrar su regeneración.

Por ser tarea fácil y tentadora la de describir cuadros sombríos, se explica que los historiadores se hayan deleitado en entretener al lector con los escándalos de aquella edad de hierro; pero sería a todas luces injustos olvidar a los santos que en esta época resplandecieron por sus virtudes heroicas en las celdas monásticas, en las sedes episcopales e incluso en los tronos reales; y el fervor del pueblo de Dios manifestado en su devoción a los santos, sus peregrinaciones a santos lugares y sus obras de misericordia. Pero esto es más difícil que interese a algunos historiadores.

Comienza este periodo durísimo de la historia eclesiástica con un Papa que ya conocemos en esta sede, Formoso, sobre el cual se habó al tratar aquel estrambótico y terrible episodio del concilio cadavérico. Originario de la Urbe, donde había nacido hacia el 816, el obispo de la diócesis suburbicaria de Porto, Formoso, llegó al Sumo Pontificado precedido de una gran fama como diplomático. A1 morir Esteban V, fue elegido Papa el 6 de octubre del 891, y se vio en la tesitura de seguir la política de su predecesor contraria a Guido y Lamberto de Espoleto, pretendientes a la corona imperial de Occidente, vacante desde 887 por la deposición del último carolingio directo.

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12.02.11

El calvario de Pío VI (y II)

“ALGUIEN TE CEÑIRÁ Y TE LLEVARÁ A DONDE NO QUIERAS”

Como recuerda el historiador José Orlandis, es bien sabido aunque suene a paradoja que la Revolución francesa comenzó con una solemne procesión; la presidió el rey Luis XVI, y los representantes de los tres estados, cirio en mano, acompañaron devotamente al Santísimo Sacramento. Esto sucedía el 4 de mayo de 1789, al abrirse los Estados Generales; pero, a las pocas semanas, el decorado había cambiado radicalmente y el proceso revolucionario avanzaba incontenible, tanto en el orden político como en el religioso. El 4 de agosto, en una memorable “sesión patriótica” de la Asamblea Nacional, el clero y la nobleza renunciaron a sus privilegios tradicionales. El 10 de octubre, a propuesta de Talleyrand, entonces obispo de Autun, la Asamblea Constituyente decretaba la secularización de todos los bienes eclesiásticos. Estos bienes acabaron pronto en manos particulares y constituyeron la base económica de la nueva burguesía francesa.

Pero no fueron solamente éstas las medidas contrarias a la Iglesia que emanó la Asamblea Constituyente: El 24 de agosto de 1789 se había aprobado la supresión de los diezmos; el 13 de febrero de 1790 se produjo la abolición de los votos religiosos, lo que significa la supresión de las órdenes regulares; el 18 de agosto de 1791 se suprimieron las congregaciones seculares. Pero de mayor importancia fue la decisión del 2 de julio de 1790 que aprobaba la constitución civil del clero como base angular de la instauración de una nueva iglesia y la destrucción total de la vigente hasta entonces. Esta reordenación consistía en diseñar de nuevo las diócesis que debían coincidir con los límites de los departamentos, lo que suponía la supresión de 53 diócesis. Al mismo tiempo la reordenación parroquial, en realidad consiste en la supresión de cuatro mil parroquias. En cuanto al personal de la nueva iglesia, se impuso la elección de los obispos y párrocos por una asamblea de electores (ciudadanos activos), pero que en realidad se reducía a las clases más acomodadas de la sociedad.

Todo esto supuso el comienzo de un verdadero calvario para la Iglesia francesa. El clero se dividió en una parte constitucional y otra anticonstitucional. En el país, la tercera parte del clero secular, considerada en conjunto, hizo el juramento, y solamente cuatro obispos entre ciento treinta y seis. Pero dado que en la legislativa (1792-1793) llegaron al poder elementos de creciente radicalismo que veían en el clero anticonstitucional un peligro para la unidad del Estado, se produjeron persecuciones en toda regla. En agosto de 1792 se condenó con la deportación a los sacerdotes que se negaron a prestar el juramento de fidelidad. En septiembre de ese mismo año fueron asesinados cruelmente unos 300 sacerdotes. Más de 30000 ministros sagrados huyeron al extranjero. Un año más tarde, muchos fueron obligados a abjurar de su sacerdocio; entre éstos sobresalió el obispo constitucional de París Jean-Baptiste Gobel, que declaró solemnemente su abandono del estado sacerdotal y depositó el documento de su consagración y su cruz pectoral sobre la mesa del presidente de la comuna. Sin duda, la revolución francesa alcanzó su punto culminante en noviembre, cuando se suprimió oficialmente el cristianismo y se introdujo el culto a la razón.

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3.02.11

Esplendor y martirio de un Pontífice (I)

PÍO VI, UN PONTIFICADO TORMENTOSO CON PROMETEDORES COMIENZOS

Clemente XIV falleció en 1774, con una muerte rodeada de controversia, por el modo misterioso como ocurrió. Las profecías de cierta Bernardina Baruzzi, que anunciaba con palabras apocalípticas la próxima muerte del Papa, le inspiraron un terror que aumentó hasta el desenlace fatal. Languideció desde la primavera hasta el 21 de septiembre de ese año, en que expiró piadosamente y, a1 descomponerse rápidamente el cuerpo, corrió el rumor de que el Papa había sido envenenado por los Jesuitas. La horrible acusación no era más que una innoble calumnia, como demostraron la autopsia y el testimonio del confesor del Padre Santo. El padre Lorenzo Ricci, Prepósito General de la Compañía, que había sufrido, a pesar de su avanzada edad, una rigurosa prisión, siguió al Papa al sepulcro el 24 de noviembre de 1775.

Tras un largo conclave que duró cuatro meses y medio, el Cardenal Giovanni Angelo Braschi fue elegido el 15 de febrero de 1775 y tomó, por devoción a Pío V, el nombre de Pío VI. Los Cardenales que le eligieron eran, en gran parte, los mismos electores del Papa difunto y el electo logró reunir en su persona la unanimidad de los sufragios. Los partidarios de la política de Clemente XIV, como los independientes, que deseaban que la Iglesia se liberase de la influencia de las cortes, todos le habían concedido sus votos.

De buena estatura, de porte majestuoso, e1 nuevo Papa, de menos de cincuenta y ocho años, pertenecía a una vieja familia noble, originaria de Cesena. Al nuevo Papa se le acogió con universal simpatía a su advenimiento: Tanto é bello quanto é santo, se decía de él. Piadoso y bienhechor, no por ello dejaba de amar el fasto y esplendor de las fiestas y ceremonias y, desgraciadamente, practicó el nepotismo, tantas veces condenado por la Iglesia. Para uno sus sobrinos, Onesti, a quien entregó el nombre y armas de los Braschi, construyó el magnífico palacio Braschi en Plaza Navona, uno de los más célebres de Roma. Al menos asociaba los favores con que colmaba a los suyos con el mecenazgo típico de los Papas de dos siglos antes, y a su capital se debe la creación del museo Pío-Clementino en el Vaticano, destinado a recibir las obras maestras de la escultura y estatuaria. A él debe también la ciudad de Roma una gran obra, de una utilidad social más inmediata, que retuvo su atención durante más diez años: La desecación de los pantanos pontinos, que hizo más salubre región marítima.

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