InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: Postconcilio

25.11.09

Historias del postconcilio (IV): La polémica del Cardenal Daniélou con algunos superiores generales religiosos

UNAS DECLARACIONES DEL PURPURADO FRANCÉS A LA RADIO VATICANA EN 1972 GUSTARON POCO AL P. ARRUPE Y A OTROS GENERALES RELIGIOSOS

Las declaraciones del Cardenal Daniélou que crearon la polémica con los Generales de ciertos institutos religiosos hay que ponerlas en el marco de la celebración del I Congreso de las Conferencias Nacionales de Religiosos, de uno y otro sexo, después del Vaticano II, celebrado en Roma del 17 al 19 de octubre de 1972. Este Congreso, convocado por la Sagrada Congregación de Religiosos, había sido previsto con miras a la reunión plenaria de la misma Congregación de Religiosos, del 23 al 25 de octubre. Se abrió con un discurso del Cardenal Ildebrando Antoniutti, y se concluyó con un discurso del Santo Padre.

En él se pusieron sobre el tapete todos los problemas que agitaban entonces la vida religiosa, con los cambios, las experiencias, los fermentos renovadores, los aciertos y desaciertos en la aplicación de las directrices conciliares para una acomodada renovación de los institutos religiosos. Luego vino la Plenaria de la Congregación de Religiosos. Parece ser que en la orden del día estaba el punto candente a que se refería el Cardenal, o sea, el de la autorización a los religiosos observantes para constituir comunidades aparte. Y antes, justamente, de esa Plenaria surgieron las Declaraciones del Cardenal en Radio Vaticana el 23 de octubre del 1972. Helas aquí traducidas del italiano:

“Cuestión: ¿Se da hoy, realmente, una crisis de la vida religiosa, y cuáles serían las dimensiones y los síntomas?

Card. Daniélou.-Estamos en presencia de una crisis muy grave de la vida religiosa: no se puede hablar de renovación sino de decadencia. Esta crisis afecta, en primer lugar, al mundo atlántico. La Europa del Este y los pueblos de África y Asia gozan de una situación mucho más sana. La crisis se manifiesta en todos los campos. Los Consejos evangélicos han dejado de considerarse como consagración a Dios, para ser vistos en una perspectiva sociológica y psicológica. Existe, sí, la preocupación de no parecer burgueses, pero en el plano individual ya no se practica la pobreza. La obediencia religiosa se sustituye por la dinámica del grupo. Bajo pretexto de ir contra los formalismos, se abandona toda regularidad en la vida de oración. Las consecuencias de este estado de confusión se advierten, sobre todo, en la escasez de las vocaciones. Pues los jóvenes lo que quieren es una formación seria. Par otra parte se dan continuos abandonos de la vida religiosa, lo que produce escándalo, pues se rompe el pacto que unía al pueblo de Dios.

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13.10.09

Historias del Postconcilio (III): La "Humanae Vitae" convirtió a Pablo VI en profeta y mártir

PABLO VI NO VOLVIÓ A ESCRIBIR UNA ENCÍCLICA EN SUS DIEZ AÑOS RESTANTES DE PONTIFICADO

La mañana del 25 de julio de 1968 -recordaría años más tarde el Cardenal Casaroli, entonces Secretario de Estado-, Pablo VI celebró la Misa del Espíritu Santo, pidió luz de lo Alto… y firmó: firmó su firma más difícil, una de sus firmas más gloriosas. Firmó su propia pasión”. Se trataba de la Carta Encíclica Humanae Vitae, sobre la regulación de la natalidad; terminaba de esa manera un largo trabajo comenzado en 1963 por Juan XXIII al constituir una “Comisión para el estudio de problemas de población, familia y natalidad”. Pablo VI, al sucederle en el Pontificado, asumió el reto lanzado por su predecesor, sabiendo desde el principio que ésta sería una de las cruces más pesadas que le tocaría llevar. De hecho, a consecuencia de la tormentosa reacción que recibió el documento a nivel mundial, el Papa no volvió a escribir una encíclica en los diez años restantes de su pontificado (en los 5 años anteriores había escrito 7 encíclicas)

En efecto, ya en tiempos de Juan XXIII, al tiempo de constituir la Comisión de estudio, un grupo de moralistas había comenzado una intensa campaña a favor de la contracepción, que se agudizó con la indiscreta publicación del informe ’secreto’ escrito para uso del Papa por la referida Comisión. Este informe recogía la posición de los diversos especialistas sobre el tema y se dividía en tres elocuentes partes: el informe de la ‘mayoría’ que se inclinaba notoriamente por una mitigación de la doctrina de la anticoncepción, el de la ‘minoría’ que sostenía la doctrina tradicional, y finalmente la ‘respuesta’ de la mayoría a la minoría; el mismo esquema revelaba la tendenciosa influencia que se intentaba ejercer sobre el Papa en orden a la permisión moral de los anticonceptivos; su publicación intentó -probablemente- aumentar la presión.

Con la publicación de la Encíclica llegó la parte más dura para Pablo VI: no sólo la incomprensión de muchos laicos católicos sino la violenta oposición de influyentes grupos de teólogos y la ambigua posición de algunas Conferencias Episcopales (como los episcopados austríaco, belga, canadiense, francés, etc.) que por una parte daban la razón al Pontífice y por otra intentaban mitigar su enseñanza. “Raramente un texto de la historia reciente del Magisterio -escribió en 1995 el cardenal Ratzinger- se ha convertido en signo de contradicción como esta encíclica, que Pablo VI escribió a partir de una decisión tras múltiples sufrimientos”. Para explicar el disenso y las reacciones polémicas intervinieron muchos factores, del clima cultural de la época a los enormes intereses económicos implicados. A pesar de ello el Papa Montini no cambió su posición.

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25.09.09

Historia de la Reforma Litúrgica (III): Concilio y desbarajuste postconciliar

LA PRUDENTE REFORMA DEL CONCILIO Y LO QUE VINO DESPUÉS…

La inauguración oficial del concilio Vatica­no II tuvo lugar el 11 de octubre de 1962. El primer esquema que sería discutido en el aula conciliar sería el de liturgia. Era mejor que lo hicieran sobre el esquema más viable de los que se encontraban totalmente elaborados. Los otros esquemas doctrinales se prestaban a fuerte bombardeo y sus efectos serían mas graves para la misma marcha del concilio. Los cuatro esquemas doc­trinales que se creía serían los primeros en ser examinados se referían a las fuentes de la revela­ción, al deposito de la fe, que se ha de guardar en toda su pureza; al orden moral cristiano y a la castidad, matrimonio, familia y virginidad.

El 16 de octubre de 1962 se comunicó a la congregación general del concilio -la segunda que se tenía- que el concilio comenzaría por el examen del esquema de liturgia. El 20 de octubre los Padres eligieron a los miembros de la comisión litúrgica: 16 en total, a los que el Papa añadió ocho mas. El 21 de octubre el cardenal Larraona, presidente de la comisión, nombró vicepresidente de la mis­ma a los cardenales Giobbe y Julien, y secretario al padre Fernando Antonelli, franciscano. Bugnini quedaba descartado. En el fondo de esto hay que ver la sombra de la famosa reunión en la Domus Mariae, ya indicada en otro capítulo. Esa sombra se proyectará a lo largo de toda la reforma litúrgica en un sentido o en otro. Todos los secretarios de las comisiones preparatorias del concilio fueron, como se esperaba, confirmados en sus cargos como secretarios de las comisiones conciliares menos el padre Bugnini. Al padre Bugnini se le quitó también el cargo de profesor de liturgia en el Instituto de Pastoral de la Universidad lateranense.

Los Padres conciliares discutieron el esquema de liturgia desde el 22 de octubre al 13 de noviembre de 1962. El ambiente general del concilio fue en general de gran altura intelectual y espiritual. Pero al margen del concilio se preparó un “miniconcilio” con algunas reuniones y conferencias de personas más o menos relevantes, que aparecían como especialistas de diversas materias determinadas. Algunas fueron interesantes, pero otras resultaron muy desacertadas, como la del benedictino Marsili el 3 de noviembre de 1962, que recibió una respuesta adecuada. Este bene­dictino, profesor y presidente del Pontificio Instituto litúrgico de San Anselmo de Roma, dejaba mucho que desear en sus publicaciones sobre liturgia y su intervención en el “miniconcilio” sembró más discordia que paz. Hay una diferencia de años luz entre él y el benemérito padre Cipriano Vagaggini, benedictino también, autentico teólogo de la liturgia.

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5.09.09

Historias del Postconcilio (II): Comienzos llenos de presiones

CONCLUYE EL CONCILIO Y COMIENZAN LAS PRESIONES POR TODOS LOS LADOS

La que iba a ser una gran sinfonía conciliar, destinada a cantar la gloria de Dios en una orquestación grandiosa de todas las fuerzas vivas de la Iglesia, puestas al día con el nuevo espíritu conciliar, tuvo pronto sus notas tristes y estridentes. No había concluido todavía el Concilio (se retrasaba porque Pablo VI se tomaba su tiempo en revisar las actas antes de las votaciones finales) y ya empezaban las presiones por todas partes. Pululaban los que, dejando de mostrarse dóciles al espíritu del Concilio, que es el espíritu de la Iglesia, secundaban el espíritu del tiempo, que tantas veces contradice al espíritu de la Iglesia, sobre todo si se deja llevar por intereses lejanos a aquellos que son legítimos en la barca de Pedro, esto es, la comunión de todos los fieles “cum Petro et sub Petro” y la búsqueda de aquel que el fin de esta santa sociedad, esto es, la salvación de las almas.

Nos referimos a los que se propusieron amargar la conclusión del evento conciliar y hablaron de la “Semana negra del Concilio”, refiriéndose a la prórroga de la votación sobre el esquema De libertate y de la famosa Nota previa, con las reservas puestas por el Papa a la Lumen gentium y al referente al ecumenismo. Todas estas medidas habían sido tomadas por Pablo VI ante ciertos riesgos de desviación que el pontífice había detectado en algunas de las discusiones del aula conciliar. Fueron medidas llenas de prudencia y sabiduría pastoral, que además podía tomar como pastor supremo de la Iglesia.

Pues bien, ante esta intervención papal con su correspondiente retraso de la conclusión del Concilio, se montó toda una campaña bien orquestada por parte de la prensa: Se habló de decepción, de maniobras de la minoría conservadora, de intervencionismo papal, hasta de insurrección y de un sano anticlericalismo que aparecía necesario en esas circunstancias, como lo vino a explicar nuestro E. Miret Magdalena, en Triunfo, de 28 noviembre 1964. Un escritor ingles, católico por mas señas, llevó su decepción al extremo de escribir: “El Gran Concilio Vaticano II, tan celebrado, que debía abrir una nueva era en la historia del catolicismo, se muere aun antes que se acabe su tercera sesión. Ya no hay apenas esperanza de salvar ni un solo elemento positivo de este gran fiasco ruinoso, que tanto ha dado que hablar de si” (Paul Johnson, en New Statesman).

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7.08.09

Recordando al Cardenal Alfredo Ottaviani a los 30 años de su fallecimiento (y II)

CAMBIARON LOS TIEMPOS EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO PERO EL CARDENAL PERMANECIÓ “SEMPER IDEM”


RODOLGO VARGAS RUBIO

Los primeros años del pontificado pacelliano estuvieron lógicamente condicionados por la Segunda Guerra Mundial, que estalló a escasos seis meses de la elección de Pío XII, que, al igual que su predecesor Benedicto XV, intentó en vano detenerla hasta el último momento, sin que los grandes de este mundo prestaran atención a su conjuro: “Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra”. La Secretaría de Estado tuvo que desarrollar un trabajo mucho más intenso que de ordinario para mantener la neutralidad de la Santa Sede y a la vez defender los intereses de los católicos en los países beligerantes y organizar la ayuda a las poblaciones afectadas a través de la red de las nunciaturas apostólicas, que demostrarían su utilidad y eficacia en un contexto de extrema precariedad.

Monseñor Ottaviani, en su calidad de asesor del Santo Oficio, era recibido regularmente por el Santo Padre en audiencia, por lo que fue un testigo de primera mano de todo lo que se vivió en el Palacio Apostólico en aquellos años trágicos, sobre todo del terrible dilema que tenía ante sí Pío XII de denunciar claramente a la barbarie nazista y provocar con ello, como represalia, su recrudecimiento, o bien mantener una actitud de indirecta censura –sin acusaciones estentóreas– que le permitiera continuar prestando y aumentar su valiosa ayuda concreta a las víctimas. Tanto Ottaviani como el cardenal Maglione, secretario de Estado, y sus colaboradores más inmediatos, los monseñores Tardini y Montini, se mostraron de acuerdo con la vía elegida por el Papa: la de actuar amparado en la discreción, lo cual a la postre resultó de mucho mayor provecho para los perseguidos.

En 1942, en pleno fragor bélico, celebró el Papa su jubileo episcopal. Se filmó para la ocasión un documental sobre él y sobre la vida cotidiana en el Vaticano. La dirección estuvo a cargo de Romolo Marcellini, que le puso por título el lema que en la profecía de san Malaquías correspondía a Pío XII: Pastor Angelicus. En diciembre se proyectó la película, justamente en el Pontificio Oratorio de San Pedro con la complacencia de monseñor Ottaviani, que la juzgó “óptima".
Acabada la terrible contienda quedaba todo por reconstruir. La Iglesia se alzaba entonces como la única autoridad moral incólume y el Romano Pontífice lanzó una cruzada para que el nuevo orden de Europa y del mundo se levantara sobre las bases de la civilización cristiana, tanto más necesaria cuanto que acechaba amenazante un peligro muy real: el del comunismo soviético, vencedor con los Aliados (después de haberse entendido con la Alemania nazi durante dos años) y que había cobrado su parte del botín invadiendo los países del Este de Europa y sojuzgándolos bajo su tiranía a vista y paciencia de un Occidente complaciente, que no quería ver que la ideología misma del marxismo era internacionalista y tenía vocación de expansionismo. Donde no podía plantar su bota de momento, el gigante soviético infiltraba su ideología deletérea a través de los partidos comunistas.

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