La Intervención de los Papas en los comienzos de la evangelización de América

EL PATRONATO REGIO Y LA INTERVENCIÓN DE LOS PONTÍFICES

La actitud de los primeros pontífices que tuvieron que intervenir en la organización episcopal americana puede quedar incompleta y erróneamente concebida si se urge demasiado el hecho, también cierto, pero con sus debidos límites, de la omnipresencia del patronato real (o patronato regio) en Indias. Dicho Patronato consistió en el conjunto de privilegios y facultades especiales que los Papas concedieron a los Reyes de España y Portugal a cambio de que estos apoyaran la evangelización y el establecimiento de la Iglesia Católica en América. Se derivó de las bulas papales otorgadas en beneficio de Portugal en sus rutas atlánticas, y de las llamadas Bulas Alejandrinas emitidas en 1493, inmediatamente después del Descubrimiento a petición de los Reyes Católicos. El patronato regio o indiano para la Corona Española, fue confirmado por el Papa Julio II en 1508.

Es evidente que el cúmulo de concesiones otorgadas por Alejandro VI a los Reyes Católicos desbordaba ampliamente los límites generales de un patronato ordinario, a pesar de carecer de la concesión típica de la presentación a los beneficios eclesiásticos. La citada bula Inter Caetera, del 3 y 4 de mayo de 1493, les mandaba, en virtud de santa obediencia, enviar a las tierras descubiertas a varones probos y temerosos de Dios, doctos, peritos y experimentados para instruir a los naturales y habitantes de ellas en la fe católica e imbuirlos en buenas costumbres, y esto poniendo en ello toda la diligencia debida. Esto adquiría toda su significación con la bula Eximiae devotionis, del mismo mes, reconociendo a España las mismas concesiones ya hechas a Portugal y que la bula comprende bajo los nombres de «libertades, inmunidades, exenciones, facultades, letras e indultos» (apostólicos); algo más tarde habla de gracias, prerrogativas y favores», y al fin se recogen otra vez todas estas expresiones.

Aunque algunos de los términos empleados en las bulas portuguesas parecen referirse a los derechos patronales, no conceden ese privilegio en forma explícita, y hubo que esperar unos años, cuando León X lo concedió a Portugal, que se benefició del ejemplo español y del tenaz empeño de Fernando el Católico en asegurar aquel patronato universal, que el no menos tenaz pontífice Julio II se resistía a conceder. Además de las facultades especiales concedidas a fray Bernal Boyl, primer delegado pontificio enviado a América a establecer y organizar su Iglesia, el punto definitivo de las concesiones de Alejandro VI se redondeó el 16 de noviembre de 1501 con la donación de los diezmos a los Reyes Católicos, con la obligación de fundar y dotar convenientemente a los eclesiásticos encargados de aquellas iglesias.

Hay que tener en cuenta que Roma no estaba preparada entonces para una acción continuada de sustentación, dirección y control de las misiones que iban a fundarse en los inmensos países nuevos abiertos a la evangelización. Las misiones habían sido atendidas esporádicamente, según se presentara la ocasión, y habían corrido a cargo principalmente de las órdenes religiosas o de los obispos de las zonas limítrofes con el paganismo. Esto se había ido haciendo más difícil con el avance del Islam por todo el oriente europeo y el occidente asiático. No se conocía aún nada parecido a las congregaciones romanas permanentes que establecerá más tarde Sixto V. Y se confiaba en una ampliación del cristianismo, de modo parecido a como se iba verificando en Granada, Canarias y otros territorios de reciente cristianización, sin intervenciones extraordinarias de Roma, aunque se contara con sus poderes y su vigilancia genérica.

Tampoco contaba con los recursos materiales necesarios para una obra tan inmensa. Tenía además que contar con la benevolencia y ayuda de los reyes para asegurar viajes regulares y baratos hacia tan lejanas tierras, y con cierta seguridad contra posibles ataques. La mentalidad misionera general se hallaba aún en sus comienzos. Por otra parte, la realidad eclesiástica del renacimiento italiano y de la posición de los Romanos Pontífices en los conflictos ítaloeuropeos de entonces, agravados pocos decenios más tarde con la ruptura religiosa y las guerras con los protestantes, disminuían aún más las posibilidades de una dirección pontificia eficiente en la marcha de las nuevas misiones.

No queremos decir con esto que Roma no hubiera podido llegar después de unos años a una capacidad suficiente para encargarse con éxito y con un sentido eclesiástico más completo y más apostólico de la dirección del apostolado misionero, como sucedió después con Propaganda Fide. Decimos que de momento no se encontraba en esa disposición y que agradecía el que soberanos católicos la suplieran con los resultados que pronto se vieron. Tampoco quiere esto decir que los Papas pensaran inhibirse del todo de la dirección de aquella empresa apostólica al conceder tantos favores a los reyes. Esperaban, sin duda, poder intervenir libremente cuando lo creyeran oportuno, a medida que se fueran estableciendo las nuevas iglesias, y efectivamente lo intentaron en repetidas ocasiones, aunque sin resultado por lo que hace al control permanente e inmediato.

Los Papas tenían conciencia de su poder y jurisdicción también en América, y no pensaban ceder en las cuestiones más eclesiásticas, aunque por el patronato ya concedido y la costumbre bastante general no se inmiscuyeran directamente en los asuntos diarios. Como, por otra parte, los reyes continuaron pidiendo siempre a Roma los permisos o poderes necesarios para las innovaciones, las confirmaciones de los concilios, las presentaciones de los nuevos obispos, las súplicas para las nuevas sedes, etc., los Papas estudiaron en cada caso las razones que hubiera para acceder a las diversas peticiones y rechazaron bastantes de ellas.

León X, bastante fácil en admitir las nuevas sedes episcopales pedidas, se negó a conceder la de Paria, pedida por Carlos V, y en varios de los documentos se pueden ver asomos de oposición a la práctica del patronato, tanto en lo que dice más o menos veladamente como en lo que omite. Intentó inútilmente enviar “colectores” a Indias, como unos nuncios menores, que, además de proveer a los recursos económicos de la Santa Sede, pudieran informarle más directamente.

Adriano VI, por su cargo de agente de Carlos V en España antes de la venida del rey, y luego como regente, conoció los asuntos de las Indias y trató de ellas en los Consejos. Por eso se esperaba mucho de su acción en esta parte, tanta más cuanto que su espíritu eclesiástico y reformador no hubiera permanecido ocioso ante sus problemas. Lo más sonado de su breve pontificado para América fue el famoso breve Exponi Nobis, acerca de los privilegios de los religiosos misioneros, con exención de los ordinarios de lugar. Autorizó diversas medidas y deseó tener noticias de allá.

Clemente VII, en dura y fatal lucha con Carlos V al principio, erigió numerosas sedes nuevas y parece conceder mucho a veces como en la erección de Méjico, mientras que se opone a la de Túmbez, en el Perú.

Paulo III erige varias sedes y, del mismo modo, los primeros arzobispados. Es más conocido ahora por su bula Sublimis Deus, cuyas peripecias tocamos en otra parte.

Julio III exigió aumento de las tasas de las Indias occidentales, que interpretan algunos como deseo de más recursos de Indias para el fausto de la Santa Sede. No sabemos su reacción ante las peticiones de algunos indígenas de representantes papales, interpretando, sin duda, más la mente de sus misioneros que la suya propia.

La rigidez de Paulo IV y sus luchas con España le privaron de la ocasión de intervenir con eficacia en Indias durante sus cuatro años de pontificado, mientras que su sucesor Pío IV erige muchas diócesis, concede diversas peticiones reales y se niega a otras.

El Papa misionero de esta época es Pío V, por su interés personal en favor de la labor misional de entrambas Indias. Establece la primera Congregación de Propaganda Fide y escribe cartas exhortatorias a diversos nuevos gobernadores o virreyes. Se opone a algunas peticiones de Felipe II, concede facultades para cambios de límites, sin abandonar del todo su facultad de intervenir. Su sucesor, Gregorio XIII, favorece del mismo modo las misiones, sin mostrarse, por lo demás, favorable a ciertas peticiones de la junta Magna. Se muestra equidistante entre una poco menos que entrega a los deseos del rey y una oposición intransigente. Durante su pontificado cristaliza definitivamente el sistema eclesiástico americano, en parte contra sus deseos.

La actividad demostrada por los Papas en asuntos americanos rara vez responde a una conciencia misional activa en este período, sin negarla en algún grado. Por eso, el aumento de la jerarquía eclesiástica y la fundación de nuevas misiones o centros diversos benéfico-docentes no llevan la impronta de una iniciativa romana, sino o local o española. En cambio, los Papas se muestran siempre dispuestos a toda iniciativa generosa propuesta por reyes, obispos y misioneros, ayudan a veces a ellas en las Indias occidentales y desean mayor comunicación con las iglesias ultramarinas. Generalmente son desprendidos y no buscan intereses materiales fuera de algunos momentos en que, por otra parte, una mayor contribución de las nuevas Iglesias a los gastos generales de la curia comenzaba ya a ser posible, y hubiera facilitado otros contactos más espirituales o eclesiásticos. Las noticias de Indias eran muy bien recibidas en Roma, lamentando sólo una escasez difícil de comprender.

Los episodios de oposición a medidas que parecían pasar los límites ya amplios de un patronato tendente a la absorción demuestran que los Pontífices continuaban siendo los rectores supremos de la Iglesia, no pensando en abdicar o disminuir lo que les restaba de facultades interventoras.

1 comentario

  
Kairos
Muy buena entrada. Sería interesante ver el desarrollo de la institución del Patronato primero hacia el Vicariato y al final hacia el regalismo y cómo afectó esto a la evangelización de américa impulsada hasta entonces por la Corona española.

Otro asunto interesante sería comparar el distinto impulso dado a la evangelización por las coronas española y portuguesa.
27/06/10 11:45 PM

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