Devoción y lucha por el poder: Calvino en Ginebra (2ª parte)

LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL ILUSTRE REFORMADOR

Volviendo un poco en el tiempo para conectar con el artículo anterior, conviene recordar que, según la versión más probable Calvino y Miguel Servet se debieron conocer en París cuando ambos eran jóvenes, los dos compartían un espíritu inquieto, pero no tardaron en chocar, pues el reformador se dio cuenta de los errores teológicos del científico, que hasta a él parecieron inaceptables. Por eso lo denunció al secretario del Arzobispo de Lyon, que lo arrestó y lo presentó a la inquisición, de la que el español pudo escapar por poco y de modo truculento, con ayuda de un amigo, como se vio en el artículo anterior. Calvino mismo hizo después que le arrestaran en cuanto -por razones poco claras, todo hay que decirlo- se atrevió a aparecer por Ginebra y el mismo Reformador lo reconoció en un sermón suyo en la Catedral de San Pedro (en la foto, abajo).

Durante el juicio, dirigido por Pierre Tissot, en el que la acusación fue liderada por Philibert Berthelier, curiosamente de los no favorables a Calvino, el jurado no supo qué decisión tomar y pidieron opinión a otras ciudades suizas, para así mitigar su responsabilidad. Incluso preguntaron a Servet si quería ser juzgado en Ginebra o prefería en Vienne, Francia, a lo que él repondió que prefería en Ginebra. La respuesta de las otras ciudades llegó y fue la de condenar al español por herético. De acuerdo con diversos historiadores, fue el único disidente religioso al que los católicos quemaron en efigie y los protestantes en persona, concretamente el 27 de octubre de 1553, sobre una montaña hecha con sus propios libros, aunque Calvino pidió que en vez de eso se le cortara la cabeza, cosa que no se le concedió. La razón de la condena reproduce la lista de cargos elaborada por Nicolás de la Fontaine (que encontramos reproducida en muchos artículos y libros, todo un clásico), “Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.

La condena de Servet, si bien ejemplar, no fue ni la única ni la última de Calvino, el cual obtuvo después de la muerte del español otra victoria sobre la ciudad en su deseo de purificar las costumbres del pueblo: Llevaba tiempo pidiendo para el consistorio eclesiástico de la ciudad el poder de excomulgar, que había sido negado tiempo atrás, en 1543, reservándose solamente a las autoridades civiles. Después de la muerte del científico, con ocasión de una decisión de dichas autoridades de revocar la excomunión que años antes el consistorio había impuesto a Philibert Berthelier, Calvino defendió acaloradamente en un sermón el devolver la potestad de excomulgar al consistorio eclesiástico y quitársela a las autoridades civiles, lo que al final consiguió, de modo que el 22 de enero de 1555, el ayuntamiento anunció la decisión de restaurar las Ordenanzas primeras establecidas años atrás por Calvino, devolviendo al consistorio sus poderes espirituales.

Con este aumento de poderes concedido al consistorio eclesiástico, se precipitó la caída de los contrarios a Calvino, que como vimos en el artículo anterior se rebelaron en el mismo año 1555 bajo el liderazgo de Perrin, pero que fueron vencidos y el poder absoluto fue para nuestro Reformador. Así se encontró con un poder prácticamente incontestable hasta el final de sus días, y una gran reputación en el mundo protestante, poniéndosele casi a la misma altura que a martín Lutero, con el cual siempre se había llevado bien hasta que la disputa entre el antiguo fraile agustino y el Reformador de Zurich, Zwinglio, les separó doctrinalmente y personalmente, anticipando así lo que sería la separación de las distintas rmas del protestantismo. En favor de Calvino hay que decir que sufrió viendo la división que se creaba entre los reformadores y trabajó para unirlos, a Lutero, Zwinglio e incluso contactó con el Arzobispo de Canterbury, Thomas Crammer para convocar un sínodo ecuménico, que sin embargo al final no se pudo reunir.

En sus últimos años, nuestro reformador contribuyó a la consolidación del protestantismo en Inglaterra, a través de la formación de predicadores que volvieron a su pais llevando la doctrina aprendida en Ginebra y predicaron sobre todo en Escocia. Por supuesto qua contribuyó también a la difusión de dichas ideas en Francia, donde ayudó económicamente a la construcción de iglesias reformadas y a la distribución de libros y panfletos. Envió más de cien ministros entre 1555 y 1562 a tierras galas, sin el permiso de las autoridades civiles de Ginebra, que cuando el Rey Enrique II de Francia portestó por dichas actividades proselitistas, eludió toda responsabilidad y se la achacó solamente a Calvino. Otras muestras de su afán misionero las tenemos en su correspondencia con Bohemia, Moravia, Austria, Lituania, Polonia, Transilvania y Hungria.

Dentro de la ciudad de Ginebra, fundó un colegio para niños y jóvenes, con más de 1200 alumnos en la escuela elemental y 300 en la superior, que encomendó a su amigo y sucesor Teodoro Beza. Con el tiempo, ambas secciones se separaron y se vinieron llamar el Colegio Calvino y la Universidad de Ginebra. En esta fundación puso mucho esfuerzo, aunque poco a poco le comenzaban a faltar las fuerzas. En otoño del 1558 comenzó a sentirse mal y se le manifestó la fiebre, a la que no quiso prestar mucha atención pues quería terminas su trabajo doctrinal. Se puede decir que trabajó prácticamente hasta el final, pues predicando estaba el día que tuvo un fuerte ataque de tos y los médicos anunciaron que sus pulmones estaban inundados de sangre. Aún así, quiso predicar el que sería su último sermón el 6 de febrero de 1564. El 25 de abril hizo su testamento en el que dejó un poco de dinero a su familia y al Colegio que había fundado (pues Calvino nunca se enriqueció), y poco más de un mes después, el 27 de mayo de 1564 falleció. En el lecho de muerte afirmó no haber obrado nunca por odio, sino haber hecho todo por la gloria de Dios.

En un primer momento fue enterrado en un lugar conocido, pero como la gente acudía a visitar su tumba y se temió que esto pudiese provocarla creación de una especie de culto como el de los santos católicos, cosa tan criticada y perseguida por el mismo Calvino, su cuerpo fue trasladado a una tumba en la que no se puso el nombre, en el cementerio de Plainpalais, de modo que en la actualidad no se sabe con certeza donde yacen sus restos. Hay una tradición acerca de un lugar concreto en dicho cementerio, y en él se colocó en el siglo XIX un piedra como recordatorio, pero la verdad es que no se sabe si realmente es ese el lugar o no.

Sobre este reformador, muy poco conocido en general en el ámbito católico escribe Joseph Lortz en su Historia de la Iglesia: “Calvino -completamente al revés que Lutero- vivió casi del todo replegado detrás de su obra. Durante toda su vida se mantuvo en la disciplina más rigurosa. A pesar de su persistente enfermedad, cumplió siempre con heroica abnegación sus deberes de predicador y cura de almas”. Y sobre Calvino se podría decir mucho acerca de su teología, pero eso lo dejamos para los teólogos, ya que no es el fin de este artículo. Sobre los reformadores y la evolución de la Reforma, desde el punto de vista histórico, habrá que hablar más, por supuesto…

4 comentarios

  
Kino
Estupendo escrito. Sería interesante que escribiera sobre otros reformadores protestantes. Y también sobre la corrupción a la que se había llegado entonces en la Iglesia.
Me pregunto: ¿si no hubiera existido la rebelión protestante hasta donde hubiera llegado la corrupción? ¿Quién y cómo hubieran podido pararla?
No olvidemos que con la Reforma protestante se produjo el despertar y la reacción urgente para corregir todo aquello.
03/03/10 11:44 AM
  
Tulks
Dos cosas:

a.-llamar a Servet "científico" es por lo menos inexacto e impropio

b.-decir que se colocó una "piedra"... será alguna otra cosa
03/03/10 7:42 PM
  
Alberto Royo Mejía
Estimado Tulks: Ante todo, muchas gracias por su interés por el artículo. Lo de "científico", aparte que es lo que estudié yo en bachillerato, es lo que dicen las enciclopedias (sin ir más lejos,quizás la que está más a mano es la Wikipedia), aunque es verdad que siempre mezcló la medicina con la teología, pero el adjetivo de científico, junto al de teólogo, se lo ponen a Servet prácticamente por todas partes.

Sobre lo de la piedra, quise reproducir la fotografía pero no pude, pero es más o menos eso, no es una lápida ni un monolito ni mucho menos un monumento, es un pequeño bloque de piedra (muy pequeño, debe ser como una caja de zapatos), quizás la descripción sea poco acertada, pero en la foto parece eso.
04/03/10 10:51 AM
  
Norberto
Kino

La Iglesia es cosa del Espíritu Santo, no de principios acción-reacción, tesis-antítesis o similares.

La corrupción tras el saeculum ferreum, vino de mano de las órdenes mendicantes,y, así anterior o sucesivamente.

Así lo veo,yo.
04/03/10 12:46 PM

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