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21.03.23

Iniciar procesos, aceptar conflictos... y tener paciencia

El tiempo es superior al espacio. Hoy nos dicen que lo importante es iniciar procesos y darles el tiempo necesario para que esos procesos lleguen a su culminación. Hay que tener paciencia, aceptar los conflictos y hacerse cargo de ellos.

Y quien inicia un proceso sabe cómo debe terminar.

Se inicia el proceso: sínodo de la familia. Y al final se aprueba, con mucho discernimiento y mucha retórica vacía, la comunión de los divorciados vueltos a casar y se publica Amoris Laetitia, que, efectivamente, provocó y sigue provocando un conflicto considerable. Pero demos tiempo al tiempo… La novedad y el error irán calando entre los fieles, muchos de ellos divorciados o en situaciones irregulares y todo el mundo acabará por aceptar que comulguen divorciados, parejas de hecho o incluso homosexuales practicantes, casados o promiscuos, al grito de «¡quién es nadie para negarme a mí la comunión!» o «lo único importante es el amor», entendiendo por amor el vivir en público pecado mortal, que ya es el colmo.

Se inicia el proceso, se alcanzan las conclusiones, que ya tenían previstas de antemano; le echan el muerto al Espíritu Santo, que según estos les ha hablado claramente en el Sínodo, entendido éste como el nuevo Sinaí, el lugar de la nueva revelación, y aquí paz y después gloria.

Y a Santo Tomás Moro o a San Juan Bautista que perdieron ambos literalmente la cabeza por denunciar el adulterio y la fornicación, que les vayan dando por fascistas intolerantes.

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15.03.23

Caridad y Educación

 

Soy muy pesado. Lo reconozco. A mis profesores les he repetido hasta la saciedad que no hay más norma irrevocable e irrenunciable que la caridad. En una escuela católica, la Caridad es Dios (porque Dios es Caridad).

¿De qué nos sirven las ciencias, las letras, las artes o el ejercicio físico, sin no tenemos caridad? De nada. Lo que conduce al niño y al joven al estado de virtud y le permite madurar y crecer en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres es el amor. El amor nos es tan necesario como el agua a las plantas. Sin amor nos agostamos y morimos o nos convertimos en cactus, llenos de espinas y de mecanismos de defensa para que no nos hagan daño. Nos hace tanta falta amar y ser amados… Y además no solo necesitamos amor: necesitamos que nos digan que nos quieren. El amor no hay que ocultarlo como algo vergonzante. Como si diciéndole a alguien que le quieres fueras menos hombre o más vulnerable…

Se lo decía a menudo a mis alumnos: ¡qué poco nos cuesta insultar al compañero y cuánto nos cuesta decirle cosas buenas o bonitas! Para llamar gilipollas o imbécil a un compañero somos raudos y veloces. Pero ¡qué pocas veces se oye decir algo bonito! ¡Qué raro resulta escuchar un «qué guapo o qué guapa vienes hoy» o un «¡qué brillante has estado hoy cuando te preguntó el profesor!».

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11.03.23

Anhedonia

«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna»

Sandra Palacios publica un artículo en ABC que titula «No le encuentro sentido a la vida»: por qué cada vez le pasa esto a más gente. En él, la periodista afronta, nada más y nada menos, que el problema de la falta de sentido de la vida. Casi nada:

«El sentido que le damos a la vida, así como los proyectos o propósitos que tenemos, comparten un sentido fundamental: luchar contra la única certeza que tenemos los seres humanos, que es el hecho de saber que nos vamos a morir. En este sentido, encontrar una meta o un objetivo es probablemente lo que nos mantiene atados a la vida, siendo esto una necesidad básica de los seres humanos y lo que nos diferencia de otras especies».

«El problema es que cada vez son más las personas que no le encuentran el sentido a su vida. Les falta un propósito, un objetivo, y se sienten perdidas e, incluso, deprimidas».

Les resumo la tesis del artículo: todos vamos a morir pero, mientras tanto, deberíamos tener una meta, un objetivo en la vida que nos permita seguir viviendo. Hay que disfrutar de la vida (hedonismo). La felicidad se identifica con el placer, con el disfrutar. Y el problema se señala ya en la entradilla de la noticia: 

«Anhedonia o por qué algunas personas no consiguen disfrutar nunca de nada».

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8.03.23

Cancelados

«¿Podéis beber el cáliz que yo beberé?»

Dedicaba mi último artículo a rendir homenaje de gratitud a los sacerdotes y obispos fieles. Y vamos a añadir también, para que no se sienta nadie excluido, a los diáconos y a los seminaristas, que también sufren lo suyo la situación catastrófica de la Iglesia de hoy en día.

A los pocos diáconos, sacerdotes y obispos realmente católicos que quedan (y no doy yo carnet de católico a nadie, que conste, pero por sus palabras y su frutos los conoceréis) hay que apoyarlos, animarlos e incluso sostenerlos económicamente, si llega el caso.

Un amigo sacerdote argentino me llamaba hace unos días para agradecerme mi último artículo. Y me comentaba el buen cura que en Argentina y en Estados Unidos, la cancelación de sacerdotes está resultando despiadada. Que hay curas a quienes se les aparta de sus parroquias y se les deja con una mano atrás y otra delante. En la calle, sin ningún tipo de ingreso que les permita vivir con un mínimo de dignidad. Me cuenta que algunos sacerdotes se ven obligados a volver a casa con sus padres para que les mantengan. E incluso que en los Estados Unidos ya se están formando asociaciones de curas cancelados.

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5.03.23

A los Obispos y Sacerdotes Fieles

Quiero dirigirme hoy a los obispos y sacerdotes santos, que haberlos, haylos y alguno me leerá. Y quisiera transmitirles un mensaje de apoyo y, sobre todo, de gratitud. Porque sabemos que muchos sacerdotes y obispos buenos y fieles a Jesucristo lo están pasando muy mal en estos tiempos terribles que nos está tocando vivir por los designios siempre misteriosos de la Divina Providencia: hágase siempre la Voluntad de Dios. A mí me habría gustado vivir tiempos más apacibles y tranquilos pero si Dios dispuso que viviéramos nosotros en esta época tan turbulenta, Él sabrá por qué.

En el régimen de terror impuesto por la curia de la Anti-Iglesia (que decía Karol Wojtyla)[1] , cortar cabezas resulta tan habitual como el pan nuestro de cada día. Es lo que tienen los herejes liberales que defienden tanto la libertad: que ponen la guillotina a trabajar en la plaza pública para cortarles el pescuezo a quienes no piensen como ellos o a quienes no estén dispuestos a someterse a sus postulados. A eso lo llaman libertad de conciencia o libertad de expresión. Cada cual que piense como quiera, que cada individuo se autodetermine… pero que todos obedezcan sin rechistar lo que yo mando: lo propio de las tiranías. Porque aquí somos muy sinodales y proclamamos la descentralización pero para celebrar las misas tradicionales, los obispos es mejor que pidan permiso a Roma y que no decidan por su cuenta. No vaya a ser…

Los obispos y sacerdotes indietristas, rígidos, apegados a una ideología del pasado, con cara de pepinillos en vinagre; cerrados, tristes, atrapados y carreristas, (o sea, los obispos y sacerdotes fieles a la santa doctrina de siempre y a la liturgia de los santos) están siendo excluidos, cancelados, descartados, misericordiados. Dios los llamó a una vida santa por medio de Jesucristo y cargan con su cruz en medio de esta crisis atroz que sufre la Iglesia, en estos tiempos funestos del reinado del Anticristo.

Porque claro que quedan obispos y sacerdotes santos. Y muchos de ellos viven atemorizados, pasmados, asombrados, desconcertados, atónitos…

Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. (2 Cor. 4, 8-18).

Yo creo que no hay nada más penoso ni más martirial que ser un sacerdote fiel o un obispo como Dios manda en estos tiempos de apostasía y de herejía. Hay mucho sufrimiento.

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