Drama estival en tres actos - Acto (I)

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Como cargarse una parroquia milenaria. Un estudio micro de un desastre macro: la Iglesia en Barcelona.

Lo que sucede en la parroquia madre y decana de la ciudad de Mataró es digno de la mayor de las penas. Una de las más importantes parroquias del obispado de Barcelona, equiparable ya en el siglo XVIII a una de las siete históricas de la ciudad condal, yace sumida en la más triste y anodinas de las mediocridades. Marginada en la marginalidad de nuestra diócesis.

La suma de los asistentes a las cuatro Misas dominicales que se celebran es de 120 personas, un 75% de ellas mayores de 70 años. Ninguna de dichas Misas se celebra en el Altar Mayor de la nave central de una iglesia que el 1928 recibió del S. Padre Pío XI el título de Basílica, por la dimensión (arquitectónica, comunidad de presbíteros…) y esplendor de un culto equiparable entonces a los de algunas catedrales de España.

Sin confirmandos los últimos años, la presencia de menores de 40 años se puede contar con los dedos de una mano (excluyendo las tres o cuatro monaguillas). Desde los años setenta y con la excepción del espejismo Lligadas, la vida parroquial ha ido de mal en peor. Cuarenta años de decadencia ininterrumpida que no han hecho meditar ni actuar a nadie, excepto un intento del cardenal Carles abortado por las operaciones nacionalistas de su obispo auxiliar Joan Carrera, quien siempre le importó tres rábanos Mataró y mas aún Santa Maria. Allí su promesa nunca realizada de atender desde esta parroquia, una vez por semana, a la demandas de los feligreses de la capital del Maresme. Que a nadie le extrañe que sea nulo el sentimiento diocesano en Mataró, abandonada por unos obispos, Jubany y Martínez, que nunca quisieron entender su personalidad propia. Separada de la vida diocesana en comunión con el cardenal Carles por su auxiliar de demarcación Carrera, quien tenía que haberse llamado Barrera.

La época de la Felicitación Sabatina a la Virgen, que llenaba toda la nave de Santa Maria cada sábado de jóvenes hasta la Guerra Civil es historia. Como lo es la de la era de los grandes párrocos que se inició con el Dr. Joan Palau i Marot, después nombrado obispo de Elna, a finales del siglo XVI. Santa Maria de Mataró era un destino para los sacerdotes diocesanos más aptos del obispado. Hombres de celo apostólico y personalidad como los doctores Llorens, Llauder, Serch, Sumalla o Verneda durante el siglo XVIII; protectores, cuando no motores, de las fundaciones benéficas, escolares y sociales del catolicismo mataronés del siglo XIX como los párrocos Batllevell, Tunyí, Feliu, Pla, Costas o los grandes ecónomos y doctores Joan Palau i Català o Bonaventura Castellà i Pujades. El penúltimo de ellos fue incluido en una terna para obispo de Barcelona en más de una ocasión; o el párroco mártir Dr. Josep Samsó (+1936), gran apóstol del catecismo entre los niños en la línea del Santo Padre San Pío X. Ciudad católica y piadosa, de marcada espiritualidad carmelitana, precursora de la preocupación escolar por su impromptu escolapio y de las actuaciones a favor de los obreros como gran capital industrial española. Una Vic del obispado de Barcelona con sus propias señas de identidad.

El centralismo barcelonés de nacionalistas y progresistas.

Al centralismo catalanista barcelonés cerrado y empobrecedor del mundo de la sectaria Unió Sacerdotal o de los admiradores del obispo Carrera; y al progresismo eclesial de cola marxista, todo esto le ha importado e importa tres pepinos. En los últimos años, pese a llenarse la boca contra el centralismo español, todo lo que ha provenido de estos dos mundos ha tratado Santa Maria de Mataró como una mera colonia. Como un mero patio trasero, todo ello simultáneamente a su verborrea contra el centralismo español o romano.

Las experiencias de los rectorados de nacionalismo ciego de Josep Colomer y Busquets y Joan Barat y Graell y del vicariato progresista-marxista de Josep Lligadas y Vendrell han arrasado todo signo de vitalidad de una parroquia que este año celebra el milenario de su primera referencia documental. Un pergamino datado a 8 de las calendas de abril del año 12 del rey franco Roberto (1008).

Tanto llenarse la boca contra Madrid y Roma y estos dos mundos ridículos y cerrados (el nacionalista exacerbado y el progresista-marxista) han convertido, desde el pontificado del arzobispo Jubany, a Mataró, la antigua ciudad levítica del obispado de Barcelona, en un punto anodino del obispado de Barcelona. Ningún respeto a su idiosincrasia, historia, personalidad o carácter. Una asfixia, un rodillo, que ha marginalizado lo que antes tenia vida propia. Confiando en los feligreses más arrogantes e incultos y demasiado en sacerdotes que nadie quería ni para Barcelona.

Sociología barata o la etapa Lligadas en Santa Maria de Mataró

Cuánta razón tienen aquellos que afirman que estos dos mundos, el del nacionalismo pretendidamente moderado (y realmente estrecho) y el progresista-marxista eclesiales, acaban haciendo en grado mayor lo que tanto acusan a los demás. Dos ideologías que en Cataluña se han acostado juntas pese a que una, la nacionalista, que acaba por convertir la Iglesia local en un coto cerrado (una Iglesia Nacional muy cercana a la siríaca, nestoriana o anglicana) parece la antítesis de la otra, la progresista-marxista, de carácter internacionalista. ¿Como ha sido esto posible?

Cronológicamente hay que referirse primero a la etapa Josep Lligadas (ideólogo del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona) en Santa Maria de Mataró. Este personaje, después secularizado, llegó a esa Basílica como vicario en la ancianidad del párroco Francesc Pou i Ginesta, el último vitalicio y por oposición que ha tenido esa parroquia. Allí, Lligadas, se dedicó a difundir su pastoral marxista aglutinando a su alrededor los últimos vestigios de juventud que quedaban en la parroquia y engatusando a otros inexpertos. Bajo su acción, como vicario en Santa Maria y posteriormente como párroco de Maria Auxiliadora de Mataró, se sintió llamado a la política y forjó al actual presidente del PSC de Mataró, el a punto de ser cuarentón Ramon Bassas; a la concejal d’ICV de la misma ciudad Quiteria Guirao; o a la diputada al Parlament, Consol Prados (PSC).

De aquel movimiento (JOC-JOBAC) de los ochenta nada resultó para Santa Maria. Mucho estudio de Sociología barata, mucho pretendido compromiso político pero ninguno de aquellos jóvenes se convirtió en feligrés de la parroquia. Ni uno. Mas suerte tuvo el PSC quien reclutó militantes (la idea de Lligadas era el PSUC, pero sus acólitos fueron más espabilados y realista para con su futuro) que se convertirían en futuros líderes del ala cínica del partido.

Aceptando pulpo como animal de compañía

¿Cómo es posible que el catalanismo clerical de los ochenta, con su causa nacional como espíritu de grupo, dejase actuar a sujetos como estos, servidores de una causa internacionalista que consideraba al nacionalismo conservador (y de Misa) como un instrumento de la burguesía (la tesis de Jordi Soler Tura en su “Catalanismo y revolución burguesa” de 1970)? ¿Cómo es que hacían la vista gorda? ¿No oían sus palabras ni veían sus actuaciones?

Volvamos a la miseria del mundo representado por la élite, la Unión Sacerdotal de Barcelona. Este mundo escaseaba ya entonces de prole. Los curas nacionalistas no crían ni criaban, salvo a algunos personajes rarillos. En su misión contra el invasor, de no dejar nada ni entrar a nadie que no fuera de los suyos, necesitaban no ser contestados desde dentro, no tener contestación interna. Faltados de rebaño joven, tuvieron que autoengañarse y no ver en los clérigos marxistas y fieles jóvenes adjuntos ningún peligro. ¿Como multar, amonestar, en los años ochenta, a lo único joven que aparcaba su vehículo en las parroquias catalanas, si habían que hacer piña contra el catolicismo rancio de cuño hispánico, su gran fantasma? Había que autosugestionarse que en el fondo eran excesos de juventud. Que eran de los suyos. Delante de la soledad, hacer pasar pulpo por animal de compañía.

El para-racismo eclesial de nacionalismo pretendidamente moderado

Otra vez el doble rasero. Eran mucho mayores las diferencias doctrinales del catalanismo pretendidamente moderado de Misa con estos clérigos catalanes marxistas y adjuntos que con la ortodoxia de la España católica que tanto detestaban y detestan.

Pero los primeros, los de izquierdas, tenían pedigrí catalán (primero apellidos, después se tuvieron que contentar con el “tarannà”) y los segundos, no. Y pese a ello, el mundo del catalanismo supuestamente moderado eclesial, bien pensante y mesocrático (Colomer en Mataró, Pausas en Terrassa…) escogió enemigo en los segundos para así defender su dominio -la patrimonialización-, sobre la iglesia local.

El mismo error del pujolismo que acariciaba a la progresía catalana pensando que dándoles de comer actuarían de intelectuales de su régimen. Autoengañarse en ver en ellos a gente suya, alucinados en su misión-lucha (Kampf) contra el enemigo exterior: España.

¿Cómo hay que llamar a esto? ¿Despotismo ilustrado? ¿Para-racismo? ¿O simplemente oasis podrido?

Los ochenta pasaron. Lligadas colgó los hábitos y se casó con una bella mujer. Sus hijos parroquiales saltaron a la política y Santa Maria de Mataró sin ellos. Al fin y al cabo todo era política. Los merluzos y alucinados de siempre añoran aquellos años porque dicen que había juventud. Pero realmente aquello no era hacer parroquia. Era una pura y simple ocupación de locales con fecha de caducidad. Una efímero “revival” de lo que había pasado en otras parroquias la década anterior (la de los setenta).

Marcelo Investigator

http://www.germinansgerminabit.org