InfoCatólica / Germinans germinabit / Categoría: Domus Ecclesiae

2.09.11

Capítulo 31: Los accesorios del altar (y 3): Candelabros y velas

En el centro, el altar con las tres gruesas velas ardientes. Thabraca

 

Un tosco mosaico sepulcral de los siglos IV o V hallado en Thabraca (Túnez), y que representa el interior de una basílica cristiana de tres naves, trae, entre otras cosas, la figura del altar, sobre el cual arden tres gruesas velas. Se trata del más antiguo documento sobre este punto; sin embargo, acerca de su valor documental puede dudarse, ya que ningún escritor de aquella época hace alusión a candelas o candelabros que se pusieran sobre el altar conforme a la práctica litúrgica vigente. El primer testimonio auténtico relativo a un servicio de luces ( cereostata ) directamente ordenadas a la celebración de la misa, se contiene en una rúbrica del I OR. Describiendo el rito de la misa papal en la iglesia estacional, dice que en el cortejo que acompaña al pontífice desde el secretarium hasta el altar, septem acolyti illius regionis cuius domus vel dies fuerit, portantes septem cereostata accensa, praecedunt ante Pontificem usque ante altare (1). Algunos liturgistas, entre ellos Batiffol, han visto en los siete cirios una práctica inspirada en la visión apocalíptica del Hijo del Hombre entre los siete candeleros de oro; otros, más verosímilmente, como dijimos, los relacionan con la costumbre, propia del protocolo ceremonial romano, de hacer que precedan a ciertos altos magistrados, cuando entran en la sala de audiencia, cierto número de lacayos con antorchas encendidas y un oficial con el Líber mandatorum, es decir, el código. El libro se colocaba luego encima de una mesa delante del magistrado, y a los dos lados se dejaban los candelabros encendidos.

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26.08.11

[DE] Capítulo 30: Los accesorios del altar (2) La cruz

Narsai de Nisibe (c.450) habla ya de una cruz puesta sobre el altar durante el santo sacrificio. Acaso este uso de la liturgia siro-caldea tenía relación con la antiquísima costumbre de levantar una cruz del lado del Oriente y orar mirando en aquella dirección. No parece, sin embargo, que fuese práctica general entre los griegos, ni mucho menos entre los latinos.

En Occidente, la cruz como insignia litúrgica aparece por vez primera en el fastuoso ceremonial de las procesiones estacionales (letanías). En Roma, cada región y cada instituto tenían la suya. También el papa iba precedido por su cruz. Sabemos que Carlomagno en el 800, cuando fue coronado emperador, regaló al papa una riquísima cruz procesional, quam almificus Pontifex in letanía praecedere constituit, secundum petitionem ipsius piissimi imperatoris (1). En un fresco de la basílica de San Clemente (s.Xl) representando el traslado de las reliquias del mismo Santo, vemos el espectáculo de una procesión, en la que destaca la hermosa cruz estacional del papa con otras tres cruces procesionales.

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19.08.11

[DE] Capítulo 29: Los accesorios del altar (I) Los manteles y corporales

Los accesorios del altar son principalmente cuatro: a ) Los manteles y corporales; b ) La cruz; c ) Los candeleros con las velas; y como elementos secundarios, d ) Las flores, las sacras y el atril.

Los manteles y los corporales .

Es una conjetura bastante probable que los altares primitivos estuvieran cubiertos con un mantel. Las Acta Thomae, monumento gnóstico de fin del siglo II, aluden a ello explícitamente: es el testimonio más antiguo que poseemos a este propósito. Hacia el año 370, Optato de Mileto habla también del mantel como de cosa conocida: Quis fidelium nescit in peragendis mysteriis ipsa ligna (el altar de leño) linteamine cooperiri? Inter ipsa sacramenta velamen potuit tangi, non lignum (1). Es dudosa la autenticidad de un decreto atribuido por el Líber pontificalis al papa Silvestre I: Hic constituit, ut sacrificium altaris, non in sericum neque in pannum tinctum celebraretur, nisi tantum in linum terrenum procreatum (2).

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12.08.11

[DE] Capítulo 28: La decoración del altar (y III). Las cancelas

Pérgola de la Basílica de San Marcos en Venezia

 

Las cancelas eran una cerca baja que servía para separar el presbiterio de la nave central. Dividían el lugar reservado al clero del espacio propio de los fieles. La cancela proporcionaba además al altar una zona de respeto, a la que ningún profano tenía acceso, sobre todo durante la celebración de los sagrados misterios. Las descripciones más antiguas de iglesias aluden a este elemento, indispensable para el desenvolvimiento ordenado del servicio litúrgico. El historiador Eusebio, describiendo la basílica de Tiro, inaugurada en el 317, escribe: "En el centro de la iglesia se destacaba el altar de los santos mártires, que para hacerlo inaccesible a la masa del pueblo se había rodeado de una balaustrada de madera con enrejado, artísticamente trabajada en su parte superior"

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5.08.11

[DE] Capítulo 27: La decoración del altar (II). El baldaquín.

Llámase baldaquín (en latín, ciborium, y en textos posteriores, tegurium, tiburium ) el pabellón de planta cuadrangular que hallamos alzado sobre el altar ya en las antiguas basílicas del tiempo de Constantino. Entonces no debía de ser una novedad, porque construcciones semejantes se veían sobre las sepulturas; resulta también que las hierogamias rituales de ciertos cultos paganos, mistéricos, se celebraban bajo una especie de dosel. Esto, sin embargo, no autoriza a suponer que la usanza pagana influyera en el origen del baldaquín cristiano.

Podría preguntarse, pues, cuál fue el motivo que sugirió a los primeros arquitectos sagrados la idea del baldaquín. Pueden darse diversas respuestas:

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