InfoCatólica / Germinans germinabit / Categoría: El Fiador: historia de un colapso

29.06.08

Un nuevo estudio litúrgico a partir de Septiembre

Al familiarizarnos a fondo con la historia del rito romano con ocasión de la publicación cada sábado por espacio de 13 meses de “El fiador: historia de un colapso”, muchos lectores y seguidores habituales han agradecido que se haya podido facilitar una visión de conjunto en la que también se incluyera la evolución del Movimiento Litúrgico hasta nuestros días.

El trabajo de este año ha sido un intento de seguir a través de las edades, la evolución de la liturgia eucarística, considerándola siempre en su totalidad, y descubrir por qué y cuándo se ha ido agregando o modificando el rito en su conjunto. No obstante existe la posibilidad de explicar la misa según el orden de sus diversas partes; y dentro de las mismas, el de las distintas ceremonias y oraciones, indicando siempre los datos históricos que explican el sentido que se les iba dando cuando se las introducía o se las modificaba.

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15.06.08

No estamos orgullosos del C.P.L.

Y la celebración de su 50º aniversario está ensombrecida por la constatación de la triste realidad presente que envuelve a esa institución. Nacido como un calco del Centre de Pastoral Liturgique de Paris (1943) nuestro C.P.L veía la luz gracias a la tenacidad del entonces joven sacerdote Pedro Tena Garriga (hoy obispo auxiliar emérito de Barcelona) que en el Seminario había formado parte junto con otros de los llamados “seminaristas de la corda” (de la cuerda) justamente por su afición a hacer ostensión de sus “fiadores” (cuerdecillas de colores diversos con pasadores para estrechar los ojales de la sobrepelliz y por lógica, el cuello de esas prendas litúrgicas). No querían “lacitos” en sobrepellices con cuellos fruncidos y finas puntillas: deseaban sobrepellices bordadas al estilo monástico belga y vistosos fiadores con el color litúrgico de cada ocasión. Eran unos arqueologistas: vindicaban el uso del solideo negro con borla para los tonsurados (a la manera del P. Mañanet) y del bonete catalán (una especie de gorrito negro con el frontal repunteado parecido al de los contables ingleses, como el de Mister Scrooge en la famosa película que versionó el “Cuento de Navidad” de Dickens) y con el que algunas fotos mostraban paseando al cardenal Vidal Barraquer en su “destierro” suizo. Era su manera de distinguirse “de los españoles”, de ser diferentes, de ser nacionalistas. Ellos formaban parte de un linaje escogido, culto y selecto, no eran como los demás: no eran ni becados, ni huérfanos, ni fámulos de ningún de ningún ayo ni superior.

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7.06.08

Dom Guéranger, paladín de la liturgia romana

Nada podemos comprender acerca de la restauración litúrgica en Francia ni sobre el Movimiento Litúrgico sin entender la personalidad y la obra de Dom Prosper Guéranger. Y no lograremos ensamblar nada de la complicada concatenación de eventos de los que él fue protagonista, sin perfilar unos trazos de su carismática figura.

En los últimos años las publicaciones sobre su figura afortunadamente no han dejado de sucederse. Los trabajos realizados por Dom Paul Delatte en 1902 y Dom Louis Soltner en 1974 se vieron hace muy poco tiempo renovados por la abundante documentación que Dom Guy-Marie Oury recoge en la reciente biografía consagrada a Dom Guéranger (“Dom Gueranger, moine au coeur de l´Église”.Editions de Solesmes. 2000, p. 489- Dom Gueranger, monje en el corazón de la Iglesia).

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31.05.08

Parisis, obispo de Langres: primer ejemplo de restauración romana

Llegados a este punto, resulta necesario subrayar como la llegada de Luis XVIII representó el restablecimiento del uso de la Liturgia romana en las capillas reales: la simple razón de etiqueta lo exigía y es obligatorio resaltar en ese acto valeroso el importante significado simbólico que conlleva.

La época de la Restauración francesa a diferencia del Imperio estuvo marcada por el gran número de operaciones litúrgicas que la significaron. Numerosos misales, breviarios y rituales fueron reimpresos, corregidos, reeditados, incluso creados de nuevo. Todo ello en principio incrementó la confusión ya existente, pero hay que añadir que en medio de ese mismo desorden, se intuía por todas partes los indicios de un regreso a mejores teorías. Para la Divina Providencia no hay mal que por bien no venga, y el regreso a las mejores tradiciones llegará por el hastío y la laxitud que inspirarán cada vez más la abundancia de esas obras particularistas. Por una parte, ya era innegable entre el clero un sentimiento general de malestar por la situación litúrgica reinante: las continuas variaciones y cambios, la disparidad de los libros litúrgicos entre ellos, el retorno a los estudios clásicos, la imposibilidad de fundar una ciencia litúrgica sobre presupuestos tan incoherentes y finalmente la dificultad para satisfacer las exigencias de los fieles, todo ello hacía entrever una gran crisis.

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24.05.08

Primeros esfuerzos para la restauración litúrgica

En las postrimerías del siglo XVIII se extinguieron los rigores de la cruel persecución que la Iglesia de Francia había tenido que soportar por espacio de diez años. A partir de 1799 empezaron a reabrirse por todas partes oratorios públicos e incluso iglesias. Los sacerdotes empezaban a dejarse ver en público con mayor seguridad, los altares despojados volvían a ver como una sombra de las antiguas pompas. Salían a la luz y volvían a ser usados en el culto los vasos sagrados, los ornamentos y los relicarios, últimos y raros vestigios de la opulencia del culto católico, sustraídos a la codicia de los perseguidores por el valiente celo y amor de algunos católicos que se jugaron la piel por ello. Nada resultaba tan hermoso como esas primeras apariciones en público de los símbolos de la fe de nuestros padres. Tras el “reinado del Terror”, volvían a celebrarse hermosas ceremonias en las grandes ciudades. En aquellas iglesias devastadas volvía a ofrecerse el dulce Sacrificio del Cordero después de las orgías de las fiestas de la diosa Razón y los discursos de la teofilantropía. Valga el inciso para recordar que la ideología -no es otra cosa- que sostienen Enrique Castro y sus “compañeros no mártires” de la comunidad de Entrevías enlaza perfectamente, aunque con menos “elegancia ilustrada” y más “vulgaridad marxista” con aquel concepto teofilantrópico de los revolucionarios franceses.

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