De una plegaria eucarística a muchas: cómo sucedió y por qué (3 de 3)

10. Plegarias Eucarísticas Especiales

Aunque ciertamente se había empujado la puerta para cerrarla, no había sido un portazo, ya que la carta circular incluyó la siguiente disposición: «Movida por el amor pastoral a la unidad, la Santa Sede se reserva para sí el derecho a regular un asunto tan importante como la disciplina de la plegarias eucarísticas. La Sede Apostólica no se negará a examinar necesidades legales dentro del rito Romano y dará toda consideración a las peticiones presentadas por las Conferencias de obispos para la posible composición, en circunstancias especiales, de una plegaria eucarística nueva y su introducción en la liturgia. La Sede Apostólica establecerá las normas que deben observarse en cada caso»27.

Como la puerta quedó parcialmente entreabierta, la gente se atrevió a llamar. La Congregación para el Culto Divino fue la primera en tomar la iniciativa y, en cuestión de días, pidió al Papa el 3 de mayo de 1973, «el permiso para preparar uno o dos fórmulas para las misas con niños, y lo concedió» (Bugnini, p. 421).

Pronto llegó una solicitud para anáforas especiales para el Año Santo de 1975; el permiso fue concedido el 29 de octubre de 1973. Con objeto de preparar estos textos, otro grupo de estudio fue creado. En su primera reunión, del 13 al 15 de noviembre de 1973, se decidió que se compusieran tres oraciones eucarísticas para misas con niños y dos para el Año Santo28.

Los proyectos de textos iban y venían entre la Congregación para el Culto Divino, la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Secretaría de Estado (cfr. Bugnini, p. 422-424).

La decisión del Santo Padre vino el 26 de octubre de 1974, en el sentido de que los tres textos para niños y los dos para el Año Santo fueron autorizados para experimentación por un período de tres años, es decir, hasta finales de 1977, pero no debían publicarse oficialmente o incluirse en el Misal Romano. Además, la Congregación para el Culto Divino debía enviar una carta a los presidentes de las Conferencias Episcopales indicando que cada Conferencia podía elegir una oración de cada categoría29. (A finales de 1977, el permiso se extendió hasta 1980 y luego de forma indefinida)30.

11. Sínodo de Suiza, Holanda, Brasil

Al mismo tiempo que la Congregación para el Culto Divino estaba trabajando en estos textos, diversas Conferencias Episcopales fueron haciendo también sus peticiones. Suiza, con ocasión de su Sínodo, recibió permiso el 13 de febrero de 1974 para una plegaria eucarística con 4 variaciones temáticas (el resultado parece realmente como 4 plegarias diferentes).

Los Países Bajos recibieron permiso el 16 de agosto de 1974 para una plegaria eucarística nueva con ocasión de un Coloquio pastoral celebrado el 1 de noviembre de 1974.

Brasil también recibió permiso para una anáfora nueva el 11 de noviembre de 1974 para su Congreso Eucarístico Nacional. Algunas otras peticiones fueron rechazadas, sin embargo (cfr. Bugnini, p. 426).

12. Continúa la presión para más opciones

Debido a que aún quedaban cuestiones sin resolver, y se seguían utilizando oraciones eucarísticas no autorizadas, la Secretaría de Estado el 22 de abril de 1975, envió algunas directrices y orientaciones a la Congregación para el Culto Divino con el fin de abordar más eficazmente estos problemas. Estas directrices fueron bastante restrictivas, insistiendo en que debía seguirse el procedimiento adecuado, y subrayando que «deben tenerse como oficiales y definitivas solamente las cuatro anáforas incluidas en el misal» (Bugnini, p. 425).

Bugnini interpreta así la cuestión:

«Lo que se pretendía era que la Congregación siguiese estrictamente el proceder jurídico de la Curia romana. Otros, sin embargo, vieron en ello un medio de impedir eventuales concesiones de otras plegarias eucarísticas» (Bugnini, p. 425).

Las peticiones especiales continuaron llegando desde Bélgica y los Países Bajos, con el fin de obtener la aprobación oficial de anáforas experimentales que se habían estado usando desde 1969 (véase Bugnini, p. 424-425). Estas solicitudes recibieron una reacción decididamente negativa en la reunión conjunta ordinaria de la Congregación para el Culto Divino y la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos.

Sin embargo, Bugnini personalmente presionó al Santo Padre para que hiciera algún tipo de gesto positivo, incluso si la solicitud en su totalidad no se podía conceder: a saber, que se permitiera a Bélgica una de las cinco anáforas solicitadas, y que se permitiera a los Países Bajos el uso continuado de la oración eucaristía que ya había sido aprobada para el Coloquio pastoral holandés del año anterior. El Papa Pablo VI siguió la indicación de Bugnini y el permiso fue otorgado el 8 de julio de 197531.  

II. ¿POR QUÉ OCURRIÓ?

La descripción histórica de qué sucedió para que se pasara de una tradición milenaria y monolítica de una sola oración eucarística a una nueva situación de muchas oraciones diferentes, es larga y compleja en sus diversas etapas. No obstante, qué pasó es algo verificable y concreto. Un análisis de por qué sucedió esto es, en cambio, por su propia naturaleza, más especulativo. Me gustaría proponer seis razones fundamentales.

1. Los avances en los estudios litúrgicos

La primera razón es muy sencilla. Décadas de investigación académica en el área de la anáfora , tanto oriental como occidental, había dado lugar a un corpus considerable de textos primarios y a un organismo correspondiente de literatura secundaria.

El ejemplo más notable de este avance en los estudios litúrgicos es la edición de Anton Hänggi y Irmgard Pahl de Prex Eucharistica , una antología de anáforas y de oraciones tipo anáforas de la liturgia judía, el Nuevo Testamento, textos antiguos de los inicios de la época patrística, anáforas orientales de las diversas familias litúrgicas orientales, y anáforas occidentales tanto de los ritos occidentales Romano y no-Romano32. Este volumen fue publicado en 1968. Por tanto, los textos de anáforas antiguas estaban ya disponibles.

2. La insatisfacción con el Canon romano y el funcionalismo arquitectónico

Una segunda razón para el cambio de una oración eucarística a muchas fue el descontento, por parte de algunos especialistas en liturgia, con el Canon romano.

Me gustaría argumentar que existe una conexión entre esta insatisfacción y el funcionalismo arquitectónico del siglo XX.

El hombre que mejor ilustra esta teoría es Cipriano Vagaggini. En el libro de Vagaggini sobre el Canon romano, preparado para el Grupo de Estudio 10 del Consilium (el grupo responsable de la aplicación de la reforma del Concilio), el argumento fundamental en favor del cambio es que el Canon romano está deteriorado por graves defectos de estructura y de teología. (Él habla de los méritos del Canon romano, pero esa sección es mucho más corta).

Vagaggini resume su argumento con estas palabras:

«Los defectos son innegables y de no poca importancia. El actual Canon romano peca de diversas maneras contra aquellos requisitos de buena composición litúrgica y de sensato sentido litúrgico en que hizo hincapié el Concilio Vaticano II»33.

Según Vagaggini, los defectos estructurales se manifiestan en el desorden del Canon. Da la impresión de una aglomeración de elementos sin aparente unidad, hay una falta de conexión lógica de las ideas, y las diversas oraciones de intercesión se organizan de una manera insatisfactoria.

Los documentos oficiales publicados por el Consilium con objeto de justificar el cambio, repiten esta misma línea de argumentación. Por ejemplo, las directrices emitidas el 2 de junio de 1968 para ayudar a la catequesis sobre las anáforas de la Misa dicen:

En el vigente Canon romano la unidad y la secuencia lógica de sus ideas no son ni inmediata ni fácilmente perceptibles. Deja la impresión de una serie de discretas oraciones meramente yuxtapuestas; requiere un grado de reflexión para la comprensión de su unidad34.

En cambio, las tres anáforas nuevas —continúan las directrices— se caracterizan por la continuidad de pensamiento y la claridad de estructura.

No sólo el Canon romano está desfigurado por defectos estructurales, según Vagaggini, sino que hay una serie de defectos teológicos. El más grave de estos problemas teológicos es el número y el desorden de oraciones de tipo epicléticas en el Canon y la falta de una teología de la función desempeñada por el Espíritu Santo en la Eucaristía.

El historiador litúrgico Josef Jungmann se opone a esta crítica de Vagaggini señalando que Vagaggini es un teólogo sistemático que quería imponer una determinada estructura teológica preconcebida de la oración eucarística. Como Vagaggini tenía un interés especialmente acuciante en la dimensión pneumatológica de la liturgia, sus nuevas Plegarias Eucarísticas (III y IV) dan un decidido énfasis al Espíritu Santo.

Jungmann se refiere al famoso libro de Vagaggini, Il senso teologico della liturgia , para reforzar su argumento. Lo que tenemos aquí, dice Jungmann, es la teología personal del autor (énfasis añadido), no la teología universal de la Iglesia35.

Además, es preciso señalar que, aunque la preocupación pneumatológica de Vagaggini es loable en sí, es anacrónico culpar a un texto antiguo de falta de claridad en este ámbito, sobre todo cuando el Canon romano fue compuesto absolutamente fuera del ámbito de controversias doctrinales del siglo cuarto sobre la naturaleza y el papel del Espíritu Santo.

Ya sea hablando de la estructura o de la teología, parece que el principal argumento es que el Canon romano es desordenado. En el curso de su desarrollo se extendió a partir del texto central original, de la misma manera que una antigua casa de campo se desarrolla a partir del edificio original36: un ala se añade aquí, un piso extra se construye allí, una puerta se abre en la pared donde solía haber una ventana, otras ventanas se tabican, y nuevos huecos de escaleras son necesarios debido a ciertos añadidos, mientras que otros se hacen inútiles. Se añaden elementos decorativos “porque corresponden”. En los lugares más escondidos y lejos de las vistas exteriores aparece carpintería fina trabajada y piedra labrada. Cada parte de un edificio antiguo tiene su propia historia, y los antiguos caserones como este son una verdadera maravilla: pero no están aseados. Además, no fueron equipados originalmente con comodidades modernas como fontanería interior y electricidad, y así nosotros, modernos, a veces encontramos estas casas inconvenientes.

Las casas modernas, en cambio, suelen ser habitualmente funcionales y eficientes, pero a menudo construidas con materiales baratos, y muy frecuentemente poco atractivas a la vista. Si esto se aplica a los hogares, aún más se aplica a los edificios públicos, que en este siglo han alcanzado nuevas cotas de fealdad.

Los reformistas litúrgicos se opusieron al desorden arquitectónico del Canon romano y quisieron reemplazarlo con algo más ágil y funcional.

Haría falta alguien versado en la historia y en la teoría de la arquitectura para sacar todas las consecuencias de lo que estoy sugiriendo —o refutar esta intuición, si fuera el caso—. Pero me pregunto si tal vez la reacción contra el desorden del Canon romano no está quizá relacionado con el espíritu moderno del funcionalismo arquitectónico.

3. El “espíritu de los tiempos” (Zeitgeist) de finales de los sesenta

Una tercera razón para los cambios se puede encontrar en el Zeitgeist —el espíritu de los tiempos— secular y teológico de finales de los sesenta. En el orden secular, este período de tiempo se caracterizó por un rechazo masivo y, a veces, anárquico de la estructura y la autoridad.

El Concilio Vaticano II coincidió con un período en la historia occidental marcada por una profunda y revolucionaria transformación en el pensamiento social y en las costumbres. Este era el viento que soplaba, cuando el Concilio abrió optimistamente las ventanas de la Iglesia al mundo.

Dentro de la Iglesia, la estructura teológica que existía inmediatamente antes del Concilio —que en su presentación general había sido quizá demasiado defensiva y demasiado sintetizada—, se derrumbó rápidamente, siendo reemplazada por una nueva ola de experimentación teológica y de reformismo.

Desde un punto de vista político, parece que no es casualidad que la enorme cantidad de plegarias eucarísticas no autorizadas que había en circulación provinieran principalmente de Francia, Alemania, Bélgica y los Países Bajos, los países que formaban la columna vertebral de la alianza progresista del norte de Europa en el Concilio. El Consilium favoreció claramente este enfoque progresista.

La combinación de fuerzas seculares y teológicas a finales de los años sesenta tuvieron mucho efecto en la liturgia. La anarquía litúrgica, que siguió como resultado, dejó huellas que aún hoy son patentes. Cuántas veces los documentos oficiales han citado —sin éxito— el texto de la Sacrosanctum Concilium 22:

«La reglamentación de la sagrada Liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo. (…) Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia».

El absoluto desprecio de la autoridad es una de las características más notables del Zeitgeist de finales de los sesenta.

4. El desplazamiento teológico hacia lo “horizontal”

Parte del cambio teológico postconciliar fue un nuevo énfasis en las realidades de este mundo, que a menudo tuvo resultados en un estilo de oración que era decididamente horizontal y centrada en el hombre. El énfasis hierático, sacral y trascendente del Canon romano, por contraste, fue considerado como pasado de época y teológicamente incorrecto. Esta es una cuarta razón para el cambio de una oración eucarística a muchas.

5. La lengua vernácula y la variedad

A menudo se postula que mientras el Canon romano se decía en el latín original, nadie era muy consciente de sus defectos —presuponiendo que el conocimiento del latín del sacerdote medio no era suficiente para discernir estas cosas—. Este es uno de los argumentos de Vagaggini:

«Por ejemplo, supongamos que el canon se dijera en voz alta en la lengua vernácula de hoy, en consonancia con el espíritu de la liturgia y como un medio de dar beneficio espiritual completo a las personas… Pronto nos daríamos cuenta de lo grave que son los problemas litúrgicos y pastorales que surgen del texto. Si sólo unos pocos sacerdotes son conscientes hasta el momento de estas cuestiones, es porque muchos han tenido la conciencia embotada por la rutina y por una recitación más o menos mecánica — incluso con un espíritu general de devoción— de un texto en una lengua muerta. Y esta rutina oculta los problemas de manera bastante eficaz. Pero ¿durante cuánto tiempo puede continuar esta situación? »37.

No sólo que se dijera el Canon en lengua vernácula revelaría sus defectos, según esta escuela de pensamiento, sino que también llegaría a ser repetitivo y monótono. Esta línea de pensamiento se refleja en la propuesta que el cardenal Lercaro, presidente del Consilium , presentó al Papa Pablo VI el 20 de junio de 1966:

«El Canon romano, sobre todo si se recita en voz alta, resulta pesado por su misma invariabilidad y por sus elementos demasiado locales, como son las listas de los santos» Bugnini, p. 396.

Por tanto, se propusieron plegarias alternativas en aras de la variedad. Sin embargo, el argumento acerca de la variedad no es infalible. Si bien es verdad que una cierta cantidad de variedad ayuda a mantener el interés del oyente, demasiada variedad puede ser destructiva de una de las normas básicas de cualquier acción ritual: su repetibilidad. Este principio antropológico —el papel de la memoria— actúa en la práctica real: la Plegaria Eucarística II y la III se utilizan tan a menudo que la mayoría de la gente las han aprendido de memoria.

Una anécdota personal puede ilustrar este punto muy bien. Cuando yo estaba aprendiendo italiano, elegía habitualmente la Plegaria Eucarística II porque era la más corta y la más fácil de “lograr” para un extranjero. Cuando tropezaba con una palabra o una frase, la anciana que servía como sacristán, sentada en el primer banco, gritaba la corrección en voz alta y clara, de memoria.

La cuestión es que, incluso en términos de plegarias eucarísticas, los sacerdotes —y la gente— tienden a elegir igualdad sobre variedad.

6. Un nuevo formalismo

Una sexta razón para el cambio de una oración eucarística a muchas es un desplazamiento muy simple del formalismo de antiguo rito al formalismo de nuevo rito.

Por formalismo me refiero al deseo de observar los ritos prescritos, pero para llevarlos a cabo lo más rápidamente posible para pasar así a cosas más importantes. Según este espíritu —que lo hace multitud—, el criterio supremo es la brevedad. Y la Plegaria Eucarística más corta es la II.

Estas seis razones no pretenden ser exhaustivas. Tal como están, sin embargo, quizá pueden servir como un estímulo para el debate.

Propuesta de resumen

Después de haber estudiado cómo llegamos de una oración eucarística a muchas, y después de ofrecer algunas razones de por qué las cosas sucedieron como lo hicieron, ahora es el momento de plantear la cuestión: ¿cómo debemos responder a esta situación? Estos comentarios míos están dirigidos ahora específicamente a sacerdotes.

Mi propuesta no es radical. Una vez que se han construido otras casas modernas alrededor de la vieja casa de campo, uno no puede tirarlas abajo.

Además, las casas modernas tienen sus propias características y comodidades. Más bien, me gustaría proponer un re-descubrimiento de la belleza del Canon romano y de la trascendencia y santidad de Dios que comunica. Se podría recomendar que los sacerdotes leyeran y estudiaran en este ámbito, pero en la práctica, la mayoría de los sacerdotes tienen poco tiempo para el estudio adicional.

De ahí, en lugar de eso, la siguiente propuesta modesta: ¿Por qué no se utiliza el Canon romano con más frecuencia, y se llega a amarlo con el uso? ¿Cuánto tiempo más se añade a la misa: tres o cuatro minutos, quizá? Si el Canon romano ocupara de nuevo el puesto de honor, entonces las otras plegarias eucarísticas podrían ser utilizadas como anáforas auxiliares o complementarias, en aras de la variedad, según las necesidades pastorales.

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27 Id , p. 625.

28 Para más información sobre la composición de estos textos, cfr. Bugnini, p. 421-422.

29 Decreto de la Congregación para el Culto Divino aprobando nuevas plegarias eucarísticas para las misas con niños y para la Reconciliación, 1 de noviembre de 1974: “ Postquam de Precibus ”, Notitiae 11 (1975) 4-6. La Instrucción “Plegarias eucarísticas para misas con niños y para misas de Reconciliación” fue publicada el mismo día: Notitiae 11 (1975) 7-12.

30 Cfr. Bugnini, p. 424, n. 52. Para los textos oficiales, cfr. Notitiae 13 (1977) 555-556 y Notitiae 17 (1981) 23. El texto latino de las dos anáforas de Reconciliación no fue publicado hasta 1983, con ocación del especial Año Jubilar de la Redención: Notitiae 19 (1983) 270-279.

31 Al día siguiente, 9 de julio de 1975, la Congregación para el Culto Divino fue suprimida y el arzobispo Bugnini fue relevado de su cargo. Por supuesto, post hoc no significa necesariamente propter hoc .

32 Anton Hänggi - Irmgard Pahl, Prex Eucharistica: Textus e Variis Liturgiis Antiquioribus Selecti, Fribourg: Éditions Universitaires, 2, 1968. Los otros colaboradores de la obra fueron Louis Ligier, Joseph Jungmann, Alphonse Raes, Leo Eizenhöfer and Jordi Pinell.

33 Vagaggini, p. 90.

34 " Au cours des derniers mois ," Notitiae 4 (1968) 148-155.

35 « Es ist nicht nur der ökumenische Zug unserer Zeit, der sich der Denkweise orientalischer Theologie anzunähern bestrebt ist, sondern darüber hinaus man muss nur Vagagginis Darstellung liturgischer Grundbegriffe vor Augen haben auch ein gutes Stück persönlicher Theologie des Verfassers .» Josef Jungmann, “ Um die Reform des römischen Kanons: eine kritische Stellungnahme zu C. Vagagginis Entwürfen ”, Liturgisches Jahrbuch 17 (1967) 11.

36 Bernard Botte relata una opinión común en circulación en 1968 sobre el Canon romano: « On le comparait à un vieil édifice qui, au cours des âges, s’était surchargé d’ornement superflus qui en avaient détruit l’harmonie. La comparaison est boiteuse». Bernard Botte, " Où en est la réforme du Canon de la Messe? ", Les Questions Liturgiques et Paroissiales 49 (1968) 139.

37 Vagaggini, p. 22.

Dom Cassian Folsom, O.S.B.