InfoCatólica / Remedios Falaguera / Archivos para: Septiembre 2011

28.09.11

Honremos a nuestros mayores y dejémonos de chorradas

Siento mucho el retraso en la actualización del blog. El estrés post-vacacional y una “sequía” literaria- creo que se la conoce con este nombre-, me lo han ido impidiendo día tras día.
Pero esta mañana cuando he leído que el gobierno del Sr. Artur Mas pretende retrasar hasta noviembre el copago que las residencias de ancianos concertadas reciben por parte de la Generalitat he despertado al instante de mi letargo.

¡Dios mío, no me lo podía cree! ¡Que falta de respeto y de justicia con nuestros mayores!

¿No se les podía haber ocurrido cerrar la caja “sin fondo” con el que se subvenciona todo lo que tiene que ver con la inmersión lingüística obligatoria, la sin razón de muchas embajadas, las actividades de esparcimiento de inumerables asociaciones juveniles, o las fiestas “patrióticas” ; en vez de recortar los servicios para la atención y el cuidado de nuestros ancianos?

“Honra a tu padre y a tu madre”- leemos en la Carta a los Ancianos de Juan Pablo II en 1999-, un deber, por lo demás, reconocido universalmente. De su plena y coherente aplicación no ha surgido solamente el amor de los hijos a los padres, sino que también se ha puesto de manifiesto el fuerte vínculo que existe entre las generaciones. Donde el precepto es reconocido y cumplido fielmente, los ancianos saben que no corren peligro de ser considerados un peso inútil y embarazoso.

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7.09.11

Acoger a los demás como son

“La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre (…). Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana” (Spe salvi, 38)

“La calidad de una sociedad y de una civilización – nos recordaba Juan Pablo II en 1981, Año internacional de los minusválidos-, se mide por el respeto que manifiesta hacia los más débiles de sus miembros”. De hecho, las personas que pasan por nuestro lado en sillas de ruedas, los ciegos que cruzan la calle acompañados por un bastón o los sordomudos que emiten sonidos guturales a modo de saludo, siempre tienen algo que enseñarnos. Desde la naturalidad con la que aceptan sus carencias, mediante su espíritu de superación, su paciencia, su buen humor, sus ganas de vivir, de estudiar, de divertirse, de amar y ser amado, nos dan toda una lección de vida, en la que descubrimos que “el grado de salud física o mental no añade ni quieta nada a la dignidad de la persona; más aún, el sufrimiento puede darle derechos especiales en nuestra relación con ella”, como solía decir Juan Pablo II.

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