¡No soy la dueña del mundo, pero si la hija del dueño! Atte. La hija de Dios…

Se cuenta que la hija de Luis XV de Francia, Luisa, al ser reprendida por una de sus servidoras, replicó con enojo:

– ¿No sabes, acaso, que soy la hija de tu rey?

La sirvienta no se amilanó ante la pregunta impertinente, y le respondió:

–Y yo, ¿no soy acaso la hija de tu Dios?

La princesa no olvidó aquella lección. Años más tarde, siendo ya monja carmelita, recordaba agradecida la gran lección de aquella sirvienta.

A pesar de las constantes reprimendas de algunos de mis hijos y mis amigos, la imagen que tengo en mi Facebook como foto de perfil reza: ¡NO SOY LA DUEÑA DEL MUNDO, PERO SI LA HIJA DEL DUEÑO! ATTE. LA HIJA DE DIOS…. Pero, ¿qué imagen puede plasmar mejor y con más claridad el orgullo de ser lo que soy,¡hija de Dios!?

Pues como decía San Juan Pablo II, para Jesús, Dios no es solamente “el Padre de Israel, el Padre de los hombres", sino “Mi Padre". Y San Juan nos apremia: “Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que ha querido que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos”. (1 Jn 3, 1)

Así lo plasmaba San Josemaría: ¿Saber que me quieres tanto, Dios mío, y.… no me he vuelto loco? (Camino, 425)

Y como hijos predilectos debemos hacer todo lo necesario para dar a conocer, amar y servir a Dios sobre todas las cosas. “Que vuestra luz brille de tal manera que, al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16); “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

Y “Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los cielos, ¡que eso somos!, ¿cómo no vamos a estar alegres siempre?” (Forja, n. 266) “En cuanto tengas a alguno a tu lado —sea quien sea—, busca el modo, sin hacer cosas raras, de contagiarle tu alegría de ser y de vivir como hijo de Dios”. (Forja. n. 143) “Los hijos de Dios han de ser, en su acción apostólica, como esas potentes instalaciones eléctricas: llenarán de luz el mundo, sin que se vea el foco”. (Forja, n. 670). Es más, San Pablo, en su segunda carta a los Corintios nos añade un rango más: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados; y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. (2 Cor 5, 19-20)

“Embajadores” … ¡Que título más privilegiado y humilde a la vez!  Como cristianos somos, del mismo modo que un embajador terrenal representa y comunica los deseos y la voluntad del Jefe de Estado que lo ha enviado, mensajeras y representantes al más alto nivel para comunicar la voluntad de Cristo a los demás. “Todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación”. (2 Cor 5, 18). No hablamos en nuestro propio nombre; no tenemos autoridad propia; no comunicamos nuestras opiniones ni mandatos, sino que comunicamos ante otros la voluntad de Dios: la santidad personal.

Y como bien señalaba Benedicto XVI, la pregunta que nos hacemos hoy es: ¿cómo podemos hablar de Dios en nuestro tiempo con nuestras vidas, en nuestras familias, con nuestros hijos, en nuestro ambiente profesional, en los momentos de ocio y diversión? ¿Cómo podremos manifestar el amor de Cristo para poder dar una respuesta de esperanza a la humanidad?

Y la respuesta la encontramos en su carta PORTA FIDEI con la que se convocó el Año de la Fe: “La Caridad de Cristo nos urge (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»”.

En este mes de mayo, acudamos a María, “La Madre de la Evangelización”, “la estrella de la evangelización” para comunicar la alegría del Evangelio. “Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia, porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo…

Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le decimos:

 

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya”. (Francisco, Exhort. apost. Evangelium Gaudium, n.288)

4 comentarios

  
Marina
Precioso "hermana"
23/05/17 9:51 AM
  
Luis Fernando
Hijos del Padre en el Hijo y por Madre a la Madre del Hijo.
Todo puro don.
23/05/17 11:15 AM
  
vicente
por el bautismo somos hijos del Rey.
24/05/17 11:16 AM
  
JAHC
No se imagina usted, estimada amiga, ante tantas estupideces que uno tiene que oír (como que si Dios es Padre y Madre), cómo reconforta un post como éste, en el que se canta al Padre (Dios) y a la Madre (la Virgen). Muchas gracias y enhorabuena
25/05/17 8:58 AM

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