4.02.10

Para que viva el Estado, morirá la Nación

Podemos enfadarnos –y con razón- por la iniciativa del gobierno para subir la edad de jubilación. El despilfarro es norma general, y antes que recortar avances de tipo social, deberían retirarse las ingentes cantidades de dinero en subvenciones absurdas. Pura lógica.

Sin embargo el fondo de la cuestión, es mucho más profundo que la calamitosa gestión del gobierno. Nuestra sociedad anti-natalista, la nueva cultura de la familia, la concepción de los hijos como un mero objeto de auto-realización y entretenimiento, el egoísmo y hedonismo en definitiva, son el origen principal de una quiebra social inevitable. No es solo una moralina de púlpito, es una realidad objetiva, la demografía de occidente con una tasa de decrecimiento poblacional, no podrá sostener ningún sistema de pensiones.

Cuando la población activa -los cotizantes que contribuyen a las pensiones- no sea suficiente para pagar a todos los subsidiados y pensionistas. Crack. El Estado quiebra. No quedará entonces otro remedio que ampliar la edad de población activa, como una medida que simplemente posponga en el tiempo el suicidio del Estado.

Pero nuestro hedonismo cultural moderno, no solo lanza a la quiebra al Estado como ente administrativo. Sino que, de una forma más grave, aniquila a la nación. Sin un relevo generacional, y con un Estado necesitado de población activa, no queda otro remedio que la importación exógena de cotizantes, que mantengan a todos los subsidiados.

Cuidado demócratas de la corrección política y consensual, no es xenofobia, es una constatación igualmente objetiva, la desaparición de la identidad cultural de la nación es otra consecuencia irremediable. De la nación, y de ese conjunto de valores inmutables que se transmiten con ella.

Acabáramos. Con una importación exógena, necesitados de población activa, la llegada de culturas, que como la musulmana, nos dan diez vueltas en natalidad, terminará en un plazo muy breve con la muerte de la nación, a cambio quizás de la supervivencia del Estado.

¿La solución? Que la generación de los que hoy somos jóvenes, rompa con las paredes del nefasto ideal de vida moderno. ¿Es factible? Los milagros pasan.

Javier Tebas
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31.01.10

La vida a referéndum

Proponer un referéndum, como un recurso que podría lograr frenar la nueva ley del aborto, puede parecer una táctica válida. En última instancia y sin muchas cuerdas a las que agarrarnos, la consecuencia objetiva de una votación en la que la mayoría apoyase el derecho a la vida, frenaría en seco las políticas abortistas en España.

La idea es seductora, pero la razón nos dice que la seducción de lo inmediato es especialmente propensa al engaño. No podemos obviar el análisis de fondo; la consideración que nos dé una perspectiva completa sobre nuestros recursos y posibilidades, como defensores de una causa tan fundamental como importante.

El referéndum es una forma de participación ciudadana, una expresión de la voluntad común, que al ser vinculante se convierte en un ejercicio soberanía y democracia directa. La primera premisa para la viabilidad y la legitimidad de un referéndum, es la constatación de que el censo electoral de la población, es el titular del criterio para tomar la decisión sobre la pregunta planteada. La segunda premisa previa y unida a la naturaleza del referéndum, que deriva del reconocimiento de la soberanía en la decisión de la población, es la legitimidad del resultado, que debe ser acatado y reconocido como válido por el hecho de ser expresión del criterio popular.

Se puede entender el referéndum como algo positivo y enriquecedor de la democracia, en el caso por ejemplo de los municipios, que recientemente se plantean albergar un cementerio nuclear. Es obvio y lógico que los vecinos de esos pueblos son los titulares del criterio, y soberanos de la decisión de acogerlo o no. Tiene cierta lógica que como parte directa, sea la mayoría de los vecinos quien tome esa decisión, y que ésta sea acatada por el resto. Las dos premisas que fundamentan la legitimidad de un referéndum están claramente cubiertas.

Sin embargo someter el derecho a la vida a un referéndum, es una negligencia extremadamente grave, catastrófica. De forma implícita pero certera, este planteamiento asume que el censo poblacional es quien tiene, para bien o para mal, el criterio para decidir sobre la vida de los inocentes. Iguala la legitimidad del resultado, y asume el acatamiento de una hipotética decisión de la vigencia del aborto, en el caso de que así lo hayan manifestado el 51% de las papeletas.

El referéndum no es un recurso más, no es una táctica válida como cualquier otra en la que emplear todos nuestros medios contra el aborto. Se equivocan quienes –con buena intención- así lo creen. Proponiendo un referéndum estamos dinamitando los fundamentos trascendentes e inviolables del valor de la vida humana, tiraremos piedras contra nuestro propio tejado, sacaremos al inocente al balcón, a riesgo de que la mayoría decida salvar a Barrabás.

Javier Tebas
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28.01.10

Impresiones desde Beirut

Beirut mira al mar Mediterráneo, como si quisiera mostrarse a un occidente que le ignora. Ha nevado en las montañas que rodean la ciudad, y al atardecer, desde el puerto, el sol ilumina los barrios y pequeños pueblos de las afueras, que caen por la ladera hasta el mar. La luz tibia y perpendicular de última hora refleja en los cristales de esas casas lejanas, mostrando un paisaje genuino a los cientos de beirutíes que terminan su jornada, caminando por el confluido paseo que linda con el mar. Un marco privilegiado para hacer “footing”, para pasar una tarde en familia, o incluso para alguna pareja de enamorados, que bajo el anaranjado e inmenso sol en el horizonte, encuentran un climax peliculero en el que pasear su amor.

En ese marco único entre la montaña y el Mediterráneo, entre campanarios y minaretes, se levantan algunos edificios deshabitados, roídos por las bombas, recordando los padecimientos nada lejanos de sus calles. Otros edificios, la mayoría, se alzan entre andamios y grúas, como síntoma de un país volcado en una reconstrucción, que parece haber aunado fuerzas por fin para presentar al mundo su potencial. Y esa es la principal sensación que transmite Beirut, una ciudad en potencia, llena de oportunidades, de lugares que cuentan historia, de rincones bonitos y de vistas únicas.

Como una mezcla entre lo árabe y lo mediterráneo, los libaneses son un ejemplo de la mejor síntesis entre ambas culturas. No forman parte de una globalización occidental en el peor de los sentidos, de exportación ostentosa y hortera, como los fastuosos y fracasados intentos de las clases dominantes en muchos países árabes, que se pirran por ser occidentales. Muy al contrario, la parte occidental de los libaneses es la consecuencia natural de su cultura, de su raíz cristiana y de su propia historia.

El color albero, como la tierra clara, de los edificios más antiguos, los porches de las calles de la zona histórica, apoyados sobre arcos de herradura, o el agradable olor de las pipas de sisa de la gente fumando en las cafeterías, recuerdan el ineludible peso de la cultura árabe sobre el país. Paseando se puede escuchar llamar al rezo desde los minaretes, o las campanas de una iglesia maronita, pero las calles de Beirut son un ejemplo de armonía y de convivencia. Se sorprenderán quizás quienes no conozcan Líbano, pero por la calle no me he cruzado con Hezbollá ni Ben Laden, sino con señoras que parecieran salir de la misa de tarde en cualquier parroquia española, con ejecutivos que pudieran estar caminando por la quinta avenida de Nueva York, o con grupos de jóvenes que cotillean en torno a unas cervezas, como lo harían en cualquier ciudad europea.

Beirut crece a una gran velocidad, y los locales de su parte antigua empiezan a albergar tiendas de las primeras marcas; Gucci, Armani, Rolex, Versacce, Christian Dior, y casi sin excepción todo este tipo de multinacionales del lujo, que abren sus puertas a una sociedad que empieza a tener un importante poder adquisitivo. Pero hay que remarcar, que ese poder adquisitivo no es consecuencia de una política de esclavitud, no surge de las élites explotadoras y de los magnates del petróleo, como en todos los Emiratos Árabes. Muy al contrario, la clase media libanesa es emprendedora, arriesga, apuesta por lo suyo y genera riqueza y desarrollo. Por eso existe ya una clase con mayor renta, y no es extraño ver pasar continuamente coches de primera gama entre el caótico tráfico de la capital.

En definitiva, Líbano es el ejemplo de una nación volcada en su crecimiento, con un desarrollo económico razonablemente justo y en equilibrio. Un referente para Oriente Próximo, en cuanto a la armonía entre lo árabe y lo occidental, en lo mejor de sus dos expresiones. Un sinfín de oportunidades de una economía creciente. Un lugar donde la fe sobrevive en la pureza y la fortaleza que nace frente al acoso. Líbano ofrece una riqueza cultural y paisajística que podría envidiar cualquier país del mundo, un mundo que le ignora, que no quiere conocerle, y que se desentiende previo envío de unos cuantos cascos azules.

Desde Beirut a 28/01/2010
Javier Tebas
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20.01.10

Desayuno de oración

Repostería fina, zumo, Obama, oración, café y algunos peces gordos. La moqueta de la jet set se prepara en Washington para recibir con su mejor catering, a un legislador Ugandés, que ha propuesto la pena de muerte para los homosexuales, y a nuestro querido presidente Zapatero. ¡Aleluya!. Pero no un aleluya solemne, como el que da paso al Evangelio, sino un aleluya en un tono más Gospel, interrumpiendo en éxtasis el sermón del pastor. Un aleluya al estilo pseudo-cristiano de Obama, que saca la Biblia como un reclamo electoral y reza como un mero trámite social.

En Estados Unidos nombrar a Dios vende, por eso quienes compran la complacencia de la sociedad le nombran sin parar. Pero el carisma reiterativo del “God bless America” no tiene como fin el ponerse al servicio de Dios, sino al contrario, poner el nombre de Dios al servicio del electoralismo y del Mercado de la política.

Han estado torpes los creadores de opinión de la derecha española, tomando por hipócrita que un laicista radical participe en un desayuno de oración. Creo que Zapatero estará en su salsa sermoneando en ese paripé tan yanqui. Al fin y al cabo quien niega a Dios se encontrará cómodo entre quienes le nombran en vano.

Javier Tebas
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9.01.10

La peculiar historia de Casimiro

(relato breve de ficción)

Casimiro cabeceaba en el sofá tentando al sueño, cuando un anuncio de zumos le sobresaltó haciéndole incorporarse. El departamento comercial de aquella conocida marca quería que Casimiro oyese las magníficas propiedades de su producto, y no dudaron en subir descaradamente el volumen de la publicidad para despertarle. Querían que cuando Casimiro fuese al “super” les eligiese, y para ello se habían atrevido a romper su siesta, intocable, sagrada. Que se lo pregunten sino a sus hijos, que tantas veces habían pagado con creces las consecuencias de interrumpirle el sueño.

Pero si despertar a Casimiro de la siesta era siempre tan peligroso como tirar piedras a un furioso oso pardo, hoy no era el día más apropiado para subir el volumen de la emisión y garantizarle a gritos vitamina C en un tetrabrik.

En el banco acababan de prejubilarle y sospechaba que su mujer tenía una relación con un divorciado al que había conocido en clase de baile de salón, esas estúpidas clases de baile a las que él se negó rotundamente a acompañarle. Casimiro ya no encontraba un motivo por el que levantarse cada día, su vida se desmoronaba, explotaba como un edificio en demolición.

Quizás su subconsciente resentido canalizó así la pena y la rabia que llevaba dentro, o quizás fue solo una reacción refleja que no llegó a su cerebro, acentuada por la falta de lucidez de ese instante justo en el que acabas de despertarte. El hecho es que mientras una voz en off instaba a las madres a comprar zumo de naranja exprimido para sus hijos, y un vaso de cristal se llenaba de jugo en la pantalla, Casimiro estampó como un proyectil el mando a distancia contra el televisor. Ni siquiera el mejor pitcher de la liga de baseball americana habría podido imprimir tanta velocidad al lanzamiento, el cristal de la pantalla voló en cientos de pedazos por el salón. Una onda expansiva, que movió el sofá en el que estaba Casimiro, acompañó a la espectacular explosión del televisor. Pero no se preocupen por él, aparte del susto no sufrió ni un solo rasguño.

Hay quien piensa que lo que sucedió solo pudo ser un milagro, ya que físicamente es casi imposible hacer explotar un televisor lanzándole un mando a distancia. Pareciera que tras el peculiar suceso estuviese la providencia, porque desde entonces la vida de Casimiro mejoró en todos los sentidos. Mientras ahorraban para una nueva televisión Casimiro redescubrió las conversaciones con su mujer, había olvidado que comparten el mismo sentido del humor, volvieron a reírse juntos. Retomó la lectura, y hasta se animó a empezar a escribir una novela. Tales fueron los cambios en Casimiro que, aunque no se lo crean, se apuntó con su esposa a las clases de baile ¡y no se le daba tan mal como pensaba!

Por lo que sé ahora anda por el mundo viajando y disfrutando de su jubilación anticipada. No sé si en Méjico, en Egipto o en China, pero allá donde está, el nuevo Casimiro sigue siendo fiel a su siesta, y prefiere exprimir él mismo el zumo.

Javier Tebas
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