Ser católico

En los países donde la Iglesia Católica es perseguida, profesar la fe católica es un hecho que distingue. Se sabe donde están las Iglesias y los fieles que asisten a ella. En los países musulmanes los católicos son ciudadanos de tercera. En definitiva podríamos decir que el carácter que les imprime el bautismo es conocible por el mundo.

Otro tanto, sin llegar a los extremos anteriores pero también significativo, ocurría no hace mucho tiempo en países de marcado carácter protestante. Para ellos el catolicismo implicaba una cierta dependencia del individuo a Roma que podía afectar a la soberanía de la nación. Por ejemplo, el Venerable Newman, cuando el Romano Pontífice Pío IX proclamó el dogma de la infalibilidad papal, fue objeto de innumerables ataques - además de los motivados por su conversión, of course -, ya que políticos como Gladstone estaban convencidos de que los católicos no podían ser súbditos de la Gran Bretaña dignos de confianza: el Santo Padre tenía ascendencia moral sobre ellos - O tempora, o mores! – por lo cual el gobierno civil se podía ver dañado cuando se produjese una discrepancia entre el poder civil y la conciencia del individuo. Newman, como no podía ser de otra manera, contestó magistralmente en su «Carta al Duque de Norfolk» (la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II cita dos veces esta obra).

En España, Deo gratias, el catolicismo impregnó de tal manera la sociedad que no hubo necesidad de identificarse como tal: era un presupuesto social.

La Iglesia mantenía una tutela moral sobre la sociedad.

A pesar de las miserias de algunos hombres de Iglesia, ordenados o no, esta influencia en las costumbres era buena, ya que había una referencia social a los principios morales. La virtud estaba recompensada socialmente. El bien y el mal estaban recompensados o sancionados socialmente, la referencia era la misma para todo el mundo.

Hoy en día todo ha cambiado.

La Iglesia abandonó un terreno que nunca debió dejar. También hay que decir que en otras ocasiones fue invitada a salir, pero lo más importante en definitiva es que esos «huecos», fueron ocupados por el Estado.

Las consecuencias, nefastas, son evidentes.

Sin embargo, el objeto del artículo no es este – tema al que por cierto se le podrían dedicar libros y libros -, sino saber si, una vez superada la crisis, el catolicismo en España es un hecho diferencial.

El catolicismo, como signo identificativo, no se refiere al llevar una cruz, poner un Sagrado Corazón de Jesús en la puerta o incluso tener una foto del Santo Padre en el trabajo (buenos signos perdidos, por otra parte), sino a una profesión de fe que producto de un encuentro personal con Jesucristo, que conduce a un actuar concreto, como cristiano, en la Iglesia y unido moralmente al Santo Padre.

Aunque pese, ahora mismo la fe está diluida en el mundo. No hay diferencia clara entre un católico y un no católico. Con esto no me refiero a que un católico no pueda pecar - ¿acaso no somos naturaleza caída?. No se trata de un superhombre –, sino a que, objetivamente, el católico de hoy en día haya redefinido la moral cristiana de manera que un mal se vea como un bien.

Así, teniendo esto en cuenta, no es raro ver a individuos que, estando en asociaciones católicas, llevan una vida totalmente opuesta a la enseñanza de la Iglesia. Desde el trabajo hasta el sexo, es muy difícil identificar a un católico en un grupo humano: no se vive en el mundo, sin pertenecer a él, sino que la mezcla es total.

No hay un catolicismo de presencia, por llamarlo de alguna manera.

Sin embargo hoy es muy necesario que ese ser católico sea significativo, que diferencie del resto.

La fe debe ser consecuente. Y coherente.

Si queremos ser levadura, no queda otro camino.

2 comentarios

  
incorrecto
Somos pecadores y, muchas veces, el cristiano no lleva una vida acorde con su fe. Pero lo peor es justificar esos comportamientos y manifestar que lo estamos haciendo bien y que es normal. Lo que falla de una manera muy extendida es el sentido del pecado. Como todos lo hacen nos parece normal e incluso se acercan a comulgar sin tener conciencia de que están en pecado y sin pensar en absoluto en pasar por el confesonario. Reconocernos pecadores es el primer paso para poder mejorar nuestra vida y lo que podamos, aunque sea muy poco, la sociedad que nos rodea. Recordemos al publicano del Evangelio. Si no, no nos diferenciarán de los no creyentes. Pensemos que la humildad es el principio de la santidad.
28/11/08 12:20 AM
  
Miguel Serrano Cabeza
Estoy totalmente de acuerdo.

El mensaje de Cristo es la levadura del mundo que Cristo ha venido a redimir.

Los cristianos, si dejamos que sea Cristo quien viva en nosotros, somos los encargados de administrar esa levadura.

Es una cuestión de caridad.

Saludos.
28/11/08 12:32 AM

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