La agresividad contra la Iglesia (y II)

Para el ginebrino, todas las religiones tienen defectos, pero la peor - utilizando sus palabras «tan evidentemente mala» - , es la religión del sacerdote. ¿Cuál es la razón para que la Iglesia resulte tan demoníaca para Rousseau?: la ruptura de la unidad social, porque el hombre puede no obedecer las leyes del Estado en las ocasiones en las que entre en conflicto con su conciencia.

La vinculación entre religión y leyes del Estado es muy importante para Rousseau, ya que de esta manera resultará imposible esclavizar al pueblo. Esta era una de las propiedades que caracterizaban a las civilizaciones de la antigüedad. Con el advenimiento del cristianismo, esta unidad se romperá, siendo el Islam el que finalmente lo recupere, por ello, la religión mahometana recibirá las alabanzas del filósofo ilustrado.

¿Es antirreligiosa la Ilustración? No al menos Rousseau, uno de sus máximos exponentes. Refutando a Bayle (ninguna religión es útil al cuerpo político) y a Warbuton (el cristianismo es el apoyo más firme para el Estado) dirá lo siguiente:

Al primero se le probaría que jamás se fundó Estado alguno al que la religión no sirviera de base, y al segundo que la ley cristiana es en el fondo más perjudicial que útil para la constitución fuerte del Estado

Es decir, para Rousseau la religión es útil, pero tiene que estar sometida al poder del Estado, «los súbditos no deben, por tanto, cuentas al soberano de sus opiniones, salvo que estas opiniones importen a la comunidad. Ahora bien, importa mucho mucho al Estado que cada ciudadano tenga una religión que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de esta religión no interesan ni al Estado ni a sus miembros sino en tanto que esos dogmas se refieren a la moral y a los deberes que quien la profesa está obligado a cumplir para con otro. Todos pueden tener además las opiniones que les plazcan, sin que corresponda al soberano conocerlas: porque como no tiene ninguna competencia en el otro mundo, cualquiera que sea la suerte de los súbditos en la vida futura no es asunto suyo con tal que sean buenos ciudadanos aquí abajo».

¿Cabe el cristianismo en este Estado? Sí, pero tal como lo entiende Rousseau, lo que él denomina «la religión del hombre»:

sin templos, sin altares, sin ritos, limitada al culto puramente interior del Dios supremo y a los deberes eternos de la moral, es la pura y simple religión del Evangelio, el verdadero teísmo, y lo que se puede llamar el derecho divino natural (…)

Es importante el giro radical que Rousseau imprime al concepto de cristianismo. Para Rousseau el cristianismo «no es el de hoy, sino el del evangelio» - atención con las palabras utilizadas, ¿acaso no escuchamos hoy estas viejas – nuevas plabras? -. El cristianismo del evangelio es totalmente diferente: «por esta religión santa, sublime, verdadera, los hombres, hijos del mismo Dios, se reconocen todos por hermanos, y la sociedad que los une no se disuelve siquiera con la muerte».

Es muy importante lo que escribe Rousseau porque está inventando un nuevo cristianismo, separándolo de la Sagrada Tradición: estamos asistiendo al parto de un nuevo concepto de religión cristiana.
A pesar de este cambio, este nuevo cristianismo sigue siendo pernicioso para el cuerpo social tal como lo entiendo Rousseau:

al no tener esta religión ninguna relación particular con el cuerpo político, deja a las leyes la sola fuerza que ellas sacan de sí mismas sin añadirles ninguna otra, y por ello queda sin efecto uno de los grandes vínculos de la sociedad particular. Más aún: lejos de destinar los corazones de los ciudadanos al Estado, los despega de él como de todas las cosas de la tierra: no conozco nada más contrario al espíritu social.

Sin embargo, este «cristianismo evangélico» cabría, en cierta manera, dentro de la nueva configuración de Estado que delinea el filósofo ilustrado, ya que «el cristianismo es una religión completamente espiritual, ocupada sólo de las cosas del cielo». Tendrían que cumplir con sus deberes como ciudadanos, que se encuentran reflejados en una profesión de fe puramente civil cuyos artículos fijará el soberano, a modo de sentimiento de sociabilidad y sin los cuales será imposible ser buen ciudadano. Estos dogmas de la religión civil son pocos y sencillos, «la existencia de la divinidad poderosa, inteligente, bienhechora, previsora y providente, la vida por venir, la felicidad de los justos, el castigo de los malvados, la santidad del contrato social y de las leyes». Sólo la intolerancia será excluida.

De ahí que Rousseau tolere todas aquellas religiones que toleren a las demás, siempre que sus dogmas no vayan contra los deberes de los ciudadanos. ¿Y la religión católica?: «Es tan evidentemente mala que es perder el tiempo entretenerse en demostrarlo. Todo cuanto rompe la unidad social nada vale: todas las instituciones que ponen al hombre en contradicción consigo mismo nada valen». Por ello afirmará el ginebrino apodícticamente:

Pero quien se atreva a decir: fuera de la Iglesia no hay salvación, debe ser echado del Estado, a menos que el Estado sea la Iglesia, y que el príncipe sea el Pontífice

En definitiva, no hay separación Iglesia – Estado, sino superioridad del Estado sobre la Iglesia. La Ilustración no es atea, sino anticristiana, anticatólica. Sólo admite un cristianismo: el modificado según su criterio, que no es de los apóstoles, ni el de Cristo.

Estos polvos de antaño, explican los lodos de hogaño. Con estos criterios no queda otra cosa que sustituir una moral por otra. A veces con más beligerancia, otras con menos.

En la actualidad, a través de la aplicación de leyes (antinatalistas, divorcistas, cultura de la muerte) que vayan desgajando al hombre de la familia, facilitando a su vez la reeducación del individuo (con actuaciones tan burdas como EpC), con el único objeto de domeñar su conciencia, creando finalmente lo que se conoce como el buen ciudadano.

Y para conseguir dicho objetivo la Iglesia Católica sobra.

p.s. Las citas de Rousseau están sacadas del capítulo VIII, libro IV del Contrato Social. Ed. Alianza Editorial.

4 comentarios

  
JCA
Como se puede ver en este artículo, es Rousseau uno de los que construyen los cimientos del totalitarismo contemporáneo. En cuanto a la religión, va más allá de lo que desprende del artículo: lo singular en él es la concepción de la religión como servidora y justificadora del Estado y sus disposiciones y leyes, implícitamente un «opio del Pueblo» fomentado gubernamentalmente. No es de extrañar que se creara durante el período jacobino, por inspiración directa de El Contrato Social, los cultos y devociones grotescos a la «diosa» Razón, a los «santos» Marat, Voltaire, Newton... (cuyas biografías, en lo personal, son bastante turbias, cuando no repugnantes), etc.
17/01/09 5:54 PM
  
Paz y Bien y santa Alegría
Gracias por este oportuno articulo. Hace unos dias vi la peli "diálogo de carmelitas" y esto me viene al pelo. También me explica a las claras el origen del pensamiento social mas extendido y dominante hoy en España. Sólo la Iglesia católica nos salva de adorar al estado, del nacionalismo, y de ser hijos de nuestro tiempo.
Espero que el te vaya bien con el nuevo obispo cadjutor.
18/01/09 12:56 AM
  
Luis R.
Continuacion del articulo, tan esclarecedor como el primero. Gracias
20/01/09 11:07 AM
  
Hansillo
No juzgaría con demasiada dureza a Rousseau. Éste formuló sus ideas en consonancia con el comportamiento de la iglesia Católica de su tiempo, la cual -hay que decirlo- no estaba muy imbuida de las ideas democráticas e igualitarias que hoy pregona. Su posición pro-monarquica a ultranza la hacía necesariamente contraria a cualquier progreso social. La Iglesia de ese tiempo consideraba una amenaza cualquier pensamiento en diversidad. Y Rousseau distingue perfectamente entre el cristianismo del Evangelio, y la Institución Católica, cosas muy diferentes.
27/07/11 4:45 AM

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