¿Un claretiano?

Dicen que el hábito no hace al monje, pero ciertamente ayuda a identificarlo.

El Presidente de la Unión Regional de Provinciales de Andalucía - ¿he dicho algo? -, el religioso (¿?) Juan José García Sánchez, parece cualquier cosa menos un religioso. Cualquier hijo de vecino que se encontrase con el susodicho no sabría si pedirle una cerveza o un consejo, porque tiene más pinta de camarero de cualquier bar de Triana que de religioso.

Se pregunta el buen señor cómo aumentar el número de vocaciones religiosas. Él piensa que es algo muy complejo, yo, por el contrario, pienso que es bien sencillo. ¿Qué tal obedecer lo que dice el Concilio Vaticano II?

La adecuada adaptación y renovación de la vida religiosa comprende a la vez el continuo retorno a las fuentes de toda vida cristiana y a la inspiración originaria de los Institutos, y la acomodación de los mismos, a las cambiadas condiciones de los tiempos. Esta renovación habrá de promoverse, bajo el impulso del Espíritu Santo y la guía de la Iglesia, teniendo en cuenta los principios siguientes:

a) Como quiera que la última norma de vida religiosa es el seguimiento de Cristo, tal como lo propone Evangelio, todos los Institutos ha de tenerlos como regla suprema.

b) Redunda en bien mismo de la Iglesia el que todos los Institutos tengan su carácter y fin propios. Por tanto, han de conocerse y conservarse con fidelidad el espíritu y los propósitos de los Fundadores, lo mismo que las sanas tradiciones, pues, todo ello constituye el patrimonio de cada uno de los Institutos.

c) Todos los Institutos participen en la vida de la Iglesia y, teniendo en cuenta el carácter propio de cada uno, hagan suyas y fomenten las empresas e iniciativas de la misma: en materia bíblica, litúrgica, dogmática, pastoral, ecuménica, misional, social, etc.

d) Promuevan los Institutos entre sus miembros un conocimiento adecuado de las condiciones de los hombres y de los tiempos y de las necesidades de la Iglesia, de suerte que, juzgando prudentemente a la luz de la fe las circunstancias del mundo de hoy y abrasados de celo apostólico, puedan prestar a los hombres una ayuda más eficaz.

e) Ordenándose ante todo la vida religiosa a que sus miembros sigan a Cristo y se unan a Dios por la profesión de los consejos evangélicos, habrá que tener muy en cuenta que aun las mejores adaptaciones a las necesidades de nuestros tiempos no surtirían efecto alguno si no estuvieren animadas por una renovación espiritual, a la que, incluso al promover las obras externas, se ha de dar siempre el primer lugar.

Perfectae Caritatis, 2

¿Cuáles son las congregaciones que siguen lo que se manda aquí? Pues congregaciones como las Hermanas de la Cruz, que cuentan con muchas novicias. Ellas, desde luego, lo tienen muy claro.

Otra cosa son los claretianos.

El Presidente de la URPA se encuentra desorientado por la desconfianza. Sin embargo, dicha confusión es fiel reflejo de la descofianza que muestra en el hábito. ¿Por qué no se lo pone? ¿No está obligado?

¿Y qué tal la recuperación del carácter fundador? A modo de ejemplo, ¿son los claretianos actuales celosos defensores del dogma de la infalibilidad papal como lo fue San Antonio María? ¿Y qué pasa entonces con Casaldáliga y sus coleguis? Pues eso.

No es tan complicada la cosa: seguir a Cristo, obediencia al Papa, recuperación del carácter fundador, vida espiritual, vestir el hábito, es decir, lo de siempre.

Lo que no puede ser es continuar por la pendiente en la que se encuentran: cuesta abajo y sin frenos.

Eso es lo que crea desconfianza y no otra cosa.

3 comentarios

  
Jovi
a mi me parece estupendo si vive en pobreza, castidad y obediencia.
04/04/09 11:34 AM
  
juvenal
A mí también, el único problema que veo, es que renuncia al testimonio más sencillo, al que menos trabajo cuesta, que es el de ponerse el hábito de su orden.

Es curiso, pero mantener la castidad cuesta mucho, hay que vencer a la propia naturaleza, la obediencia, a veces cuesta más, renucniar al proio jucio, obedecer a otro, que incluso puedes pensar que es un necio. La pobreza renunciar a cualquier deseo de tener algo, incluso cosas legítimas, para seguir a Cristo que no tuvo donde reclinar la cabeza, también debe costar un montón.

Pero ponerse un hábito, siquiera cuando se está en la iglesia o en la comunidad, cuando se sale a la calle para menesteres relacionados con sus deberes como religiosos, eso no debe costar mcuho.

Hay una regla jurdíca, que data del derecho romano, y que es de sentido común, que dice, que quien puede lo más puede lo menos.
04/04/09 1:21 PM
  
Benigno Soto
Lo que dices, Isaac, coincide con lo que escribió el P. Iraburu el otro día sobre la falta de vocaciones en las diócesis: LAS IGLESIAS SIN VOCACIONES NECESITAN REFORMA. Así es. Y LOS RELIGIOSOS SIN VOCACIONES NECESITAN REFORMA. Pues claro.
04/04/09 4:23 PM

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