InfoCatólica / Fides et Ratio / Categoría: Teología

24.09.10

La descomposición del catolicismo, por Louis Bouyer (y III)

Conocí a un profesor protestante de teología pastoral que decía hace ya treinta años que si la Iglesia quisiera hacerse oír por el mundo, tendría que comenzar por procurar resumir su credo en una tarjeta de visita. En realidad Gaudium et Spes, la proclama del Concilio al mundo, es el más voluminoso de sus documentos, y de una lectura tan poco amena, que uno se pregunta cuántos de los mismos que lo votaron lo leyeron desde el principio hasta el fin….m y cuántos de los que lo han leído lo han comprendido. Tres objetos formales, como dirían nuestros maestros, se dan codazos en este documento, como los frères Jacques en su inolvidable parodia de un partido de fútbol, y el último para el tiempo tratando inútilmente de colarse a la primera línea. En un principio se quería, aun hablando entre bastidores tratar de darse ánimos para afrontar aquello que no se había observado nunca sino con una visión marginal. Se quería luego, y aquí fue donde se desplegó mayor prodigalidad, dar (¿al mundo mismo o en la Iglesia?, esto no aparece muy claro) una descripción de este mundo, en la que, desgraciadamente, la buena voluntad es más conmovedora que el rigor de los hechos y sobre todo que la precisión de los criterios. Y luego se tenía también la intención de anunciarle el Evangelio. Pero, aunque esta solicitud subyacente reaparece a todo lo largo del documento, como eco de la conciencia profunda, es innegable que el documento no logró expresarse claramente. Sería exagerado decir que se tiene la sensación de que los padres no osaban ya pedir nada al mundo. Más bien dan la sensación de no haber sabido exactamente qué decirle….Estas flaquezas de un documento abigarrado, incompleto, aunque de una prolijidad desalentadora (son siempre los predicadores que no saben exactamente lo que quieren decir, los que no acaban nunca de decirlo), no le impedían tener algunas buenas bases como punto de partida para un conato de recuperación, y el mero hecho de reconocer finalmente su urgencia habría sido quizá lo mejor que se hubiera podido esperar de tal asamblea.

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23.09.10

Un artículo interesante de Monseñor Gherardini

Un amable comentarista del blog, cuyo nombre prefiere guardar en el anonimato, me ha hecho llegar para su publicación, una traducción de un artículo muy interesante de Monseñor Brunero Gherardini sobre el Concilio Vaticano II (original aquí).

Monseñor Gherardini es conocido por la reciente publicación de un libro – que dará mucho que hablar -, titulado «Concilio Vaticano II: una cuestión abierta». Este canónigo de la Basílica de San Pedro y secretario de la Pontificia Academia de Teología, además de profesor de la Universidad Pontificia Lateranense y editor de la revista Divinitas, fue postulador, también, de la causa de beatificación de S.S. Pío IX.

Debo advertir que en el artículo se vierten las opiniones de su autor y como tal, le atañe a él únicamente.

Yo, por ejemplo, le veo una pega, en mi humilde opinión, y es utilizar como criterio extrínseco definitivo la fórmula expresada por San Vicente de Lerins en su Commonitorium, el “quod semper, quod ubique, quod ab omnibus”, para afirmar o no la continuidad de un tema doctrinal con la Tradición. Newman, en su Development, mostró que no siempre era posible verificar el método en ciertos artículos de fe. El verdadero criterio es el desarrollo genuino de los principios revelados, depositados en inicio histórico de la Iglesia y custodiados en la Tradición Apostólica.

Aún así, el artículo es interesante, más viniendo de una voz cualificada.

Igualmente, hago mía las recientes palabras del padre Iraburu en un comentario a un artículo anterior:

Ninguno de nosotros es nadie “para dar un juicio categórico” sobre un Concilio ecuménico, ni a los 50 años de su celebración ni a los 100. Lo que nosotros tenemos que hacer es recibir íntegramente el Concilio Vaticano II, entendiéndolo siempre, como insiste Benedicto XVI, en clave de “continuidad” con la Tradición. Así lo vengo haciendo yo en todos estos decenios, sin que me haya salido ninguna hernia mental.

Y si en algún punto no alcanzamos a ver esa continuidad, tendremos que 1) preguntar a quien pueda ayudarnos; y si no nos ayuda 2) suspender el juicio sobre el tema.

Pero ay de nosotros si hacemos “un juicio categórico” negativo sobre alguno de los documentos del Sagrado Concilio ecuménico Vaticano II. Dios nos libre.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que el artículo lo publico para la reflexión, no para que sirva de trampolín para golpear a la Iglesia o el Papa. Los que pretendan esto que sepan que serán borrados.

Una vez dicho esto, el artículo es el siguiente:

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8.09.10

Inspiración «para nuestra salvación»

Traducción del texto Inspiration «for the sake of our salvation», del blog Athanasius Contra Mundum.

Dei Verbum 11. Pocos documentos conciliares me dan más dolores de cabeza que este pasaje de la Constitución sobre la Revelación Divina. El pasaje sentencia que los libros de la Escritura «enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación»

Como sabemos, este pasaje es erróneamente aplicado universalmente por los eruditos modernos de la Sagrada Escritura en el sentido de que sólo las cosas pertinentes para la salvación pueden ser consideradas verdaderamente inspiradas. No es ésta la interpretación hecha por un exégeta liberal o modernista; por el contrario, exégetas ortodoxos leen el documento de la misma forma. Cuando yo estuve en Ave María, nuestro profesor de Sagrada Escritura (que resultó ser el Decano Académico y todavía está empleado por la AMU) nos había leído la Dei verbum y nos contó que sólo esas partes de las Escrituras que pertenecen a la fe y a la moral podía ser considerada inspirada, y por tanto, infalible. Cuando objeté y dije que él estaba malinterpretando la Dei Verbum 11, él me miró, inexpresivo, y dijo que él «no tenía conocimiento de otra interpretación».

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3.09.10

Un texto de René Girard

Cortesía de Coronel Kurtz, en su blog «desde la Boca del Grifo».

Por cierto, no se pierdan la serie que está publicando sobre el poder y la gloria del mundo.

Espero que lo disfruten.

“[Cristo] cancelando el documento desfavorable para nosotros por sus prescripciones, lo quitó de en medio clavándolo a la Cruz; por ella, después de despojar a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, llevándolos en el cortejo triunfal.” (Colosenses 2, 14-15)

El documento desfavorable para los hombres es la acusación contra la víctima inocente en los mitos. Hacer responsables a los principados y potestades es lo mismo que culpar a Satán de su papel de acusador público, como ya he dicho.

Antes de Cristo la acusación satánica resultaba siempre victoriosa gracias al contagio violento que encerraba a los hombres en los sistemas mítico-rituales. La crucifixión reduce la mitología a la impotencia al revelar ese contagio que, por su gran eficacia en los mitos, impide siempre a las comunidades descubrir la verdad, es decir, la inocencia de sus víctimas.

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5.08.10

Quemadmodum desiderat cervus ad fontes (y III)

13 [v.8]. Un abismo llama a otro abismo con el sonido de tus cataratas. Quizá podré terminar el salmo ayudado por vuestro deseo, pues advierto vuestro interés. No me preocupo gran cosa de la fatiga que sintáis al oír, puesto que a mí que os hablo me veis también esforzarme en este trabajo. Viéndome cómo trabajo, sin duda colaboráis, pues no trabajo para mí, sino para vosotros. Luego oíd, pues veo que lo deseáis. El abismo llama al abismo con el sonido de tus cataratas. Aquel que dijo a Dios que se acordó de él desde la tierra del Jordán y del Hermón, dijo también admirándose: Un abismo llama a otro abismo con el sonido de tus cataratas. ¿Qué abismo llama? ¿A qué abismo invoca? Ciertamente que este conocimiento es un abismo. Pues abismo es cierta profundidad impenetrable e incomprensible. De modo particular suele llamarse abismo a la inmensidad de las aguas. En ellas hay hondura y profundidad, de tal suerte que no puede llegarse hasta el fondo. En efecto, en un salmo se dijo: Tus juicios son como profundo abismo. La Escritura quiere recordar por esto que los juicios de Dios son incomprensibles. ¿Cuál es el abismo que llama a otro abismo? Si la profundidad es un abismo, ¿juzgaremos que el corazón del hombre no es un abismo? ¿Qué cosa hay más profunda que este abismo? Podemos hablar a los hombres, podemos verlos en el ejercicio de sus miembros y oírles en la conversación; pero ¿quién penetra en su pensamiento, quién ve su corazón? ¿Quién conoce lo que lleva dentro, lo que puede, lo que hace en su interior, lo que ordena, lo que quiere y no quiere en su corazón? Creo entender, no sin razón, que el hombre es el abismo del que se dijo en otro lugar: Se aproxima el hombre al corazón profundo y Dios es exaltado. Si el hombre es un abismo, ¿cómo un abismo llama a otro abismo? ¿El hombre invoca a otro hombre? ¿Pero le invoca al estilo como Dios es invocado? No. Invoca significa llamar hacia sí. Se dice de un hombre que invoca a la muerte; es decir, que vive de tal manera, que llama hacia sí a la muerte. Nadie hay que orando pida la muerte; pero, viviendo mal, los hombres llaman a la muerte. Un abismo llama a otro abismo, un hombre a otro hombre. Así se aprende la sabiduría, así se comprende la fe llamando un abismo a otro abismo. Los santos predicadores de la palabra de Dios invocan a un abismo. ¿Acaso no son ellos también un abismo? Para que sepáis que también son ellos un abismo, dice el Apóstol: En nada tengo el ser juzgado por vosotros o en dia de audiencia humana. Oídle más claro cuan grande sea este abismo: Ni yo me juzgo a mi mismo. ¿Creéis que hay tanta profundidad en el hombre que se oculte al mismo hombre en el cual existe? ¡Qué inmensa profundidad de flaqueza se ocultaba en Pedro cuando, ignorando qué había en su interior, prometía temerariamente que había de morir por el Señor o con el Señor! ¡Qué profundísimo abismo había en él! Sin embargo, este abismo estaba patente a los ojos de Dios. Porque Cristo le predice lo que Pedro en sí mismo ignoraba. Luego todo hombre, aunque sea santo, aunque sea justo, aunque se halle adelantadísimo en la virtud, es un abismo; y un abismo que invoca a otro abismo cuando anuncia al hombre la fe o la verdad en torno a la vida eterna. Pero es útil el abismo al abismo invocado cuando esta invocación o llamamiento se ejecuta “por la voz de tus cataratas". Un abismo invoca a otro abismo, un hombre gana o conquista a otro hombre; mas no con su voz, sino con la voz de tus cataratas.

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