Benedicto XVI, el Papa del Concilio

Las últimas decisiones tomadas por el Romano Pontífice, respecto a la liturgia con el Motu Proprio Summorum Pontificum y el levantamiento de las excomuniones de los obispos lefevbrianos, trazan un arco de lo que puede ser considerado la verdadera aplicación del Concilio Vaticano II.

Los sectores que se presentaban a sí mismos como los verdaderos intérpretes del Concilio, realmente se dedicaban no a la hermenéutica, sino a la redefinición del Credo al completo, desde la Cristología hasta la Eclesiología, pasando por todas y cada una de las disciplinas que tienen que ver con la Fe fundamentada en Cristo y transmitida por los apóstoles.

Juan Pablo II primero y Benedicto XVI después, son los verdaderos Papas del Concilio, los que han llevado a cabo, cada uno a su forma pero de manera continua, sin saltos, la aplicación de los postulados conciliares dentro de lo que es el dinamismo histórico de la Iglesia.
Escribía no hace mucho el Cardenal Ratzinger, lo siguiente:

Un cuerpo permanece idéntico a sí mismo precisamente por el hecho de que en el proceso de la vida se renueva continuamente. Para el cardenal Newman, la idea de desarrollo llegó a ser el auténtico puente de su conversión al catolicismo. Creo que, en efecto, esta idea forma parte del acervo de conceptos que no han sido todavía objeto de la consideración que se merecen, aunque también aquí corresponde al Vaticano II el mérito de haberla formulado solemnemente, por vez primera, en un documento magisterial. Quien se atiene únicamente al valor literal de la Escritura o a las formas de la Iglesia de los Padres, recluye a Cristo en el «ayer». La consecuencia es entonces, o bien una fe del todo estéril, que nada tiene que decir al hombre de hoy, o bien una actitud arbitraria, que salta por encima de dos mil años de historia, arrojándolos al cubo de la basura de las equivocaciones, y trata ahora de reflexionar cómo debería presentarse el cristianismo según la Escritura o según Jesús. Pero el resultado sólo puede ser un producto artificial de nuestro propio hacer, que no tiene en sí consistencia alguna. Una identidad real con el origen sólo puede darse allí donde se da al mismo tiempo aquella viviente continuidad que desarrolla el origen y, precisamente de este modo, lo protege.

Igleia, ecumenismo y política, parte primera, Naturaleza y Esctructura de la Iglesia. Ed. BAC.

Este texto sencillo, pero magistral, nos da la clave que explica las actuaciones que está llevando a cabo Su Santidad, en estos años de pontificado. Él nos está dando la interpretación verdadera del Concilio en continuidad con la Tradición de la Iglesia.

No podía ser de otra forma.

Estamos ante un pastor auténtico, que apacienta a sus ovejas, el dueño de la casa «que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo»

3 comentarios

  
Bruno
Isaac:

Este artículo te ha salido estupendo. La afirmación de que el Motu Proprio y los esfuerzos por reintegrar a los seguidores de Mons. Lefebvre son la verdadera aplicación del Concilio Vaticano II choca en un primer momento, pero creo que tienes toda la razón.

También la diferencia entre interpretar y redefinir es muy apropiada y da luz a muchas cosas.

Un saludo.
12/02/09 11:03 AM
  
JMMCBXVI
Muy buen artículo. Con el tiempo, la FSSPX acabará comprendiendo el CVII a la luz de la Tradición, mientas los que durante más de 40 años han secuestrado el santo nombre del Beato Juan XXIII y la genuina doctrina del CVII están a años luz de interpretarlo según la Tradición. ¡A ver cuándo los progres asumen de una vez el útlimo concilio ecuménico!
12/02/09 11:52 AM
  
Bruno
Lo cierto es que los lectores me sorprenden. Pensé que este artículo tendría decenas de comentarios (desde luego, lo merece), pero parece que ha pasado desapercibido.

A veces, los temas más interesantes no reciben comentarios. No lo entiendo, la verdad.

13/02/09 3:01 PM

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