De la República al Imperio: Hispania

La primera guerra civil de la República de Roma ocurrió durante el siglo I a. C. propiciando su final y la instauración del Imperio romano, con César Augusto como primer Emperador romano. La guerra tuvo lugar cuando los líderes de las dos facciones enfrentadas en el senado los Optimates (la facción aristocrática de la República) y Populares, Lucio Cornelio Sila y Cayo Mario respectivamente, compitieron por los honores de liderar la guerra contra Mitrídates VI rey del Ponto, quien había invadido la provincia romana de Asia y asesinado a miles de romanos. Inicialmente Sila obtuvo el respaldo del Senado para liderar la guerra, pero los populares anularon esta decisión recurriendo directamente a la decisión de la asamblea popular, otorgando el mando a Mario. Sila marchó sobre Roma con sus legiones, haciendo huir a Mario y reotorgándose el mando. Ya en Roma el senado romano declaró enemigo de la República a Mario, y Sila embarcó hacia Grecia sin contratiempos. Lucio Cornelio Cinna un cónsul electo popular, ante la ausencia de Sila propició el retorno de Mario desde su exilio, y juntos marcharon sobre Roma, se hicieron nombrar cónsules y establecieron una sangrienta represión contra los optimates, pero tras unos pocos días en su cargo Mario murió. Sila tras terminar la guerra en oriente con el Tratado de Dárdanos, regresó a Italia donde derrotó a los populares y se estableció como dictador, reformó la Constitución Republicana cediendo más poder al Senado, recortó el de los tribunos y el de las asambleas populares.

Perteneciente a una familia humilde aunque relacionada con la aristocracia republicana a través de su tío, Cayo Mario, Quinto Sertorio sirvió a sus órdenes durante la Guerra de Yugurta y durante la Guerra Cimbria, donde se labraría cierta fama como militar. Su carrera política comenzó cuando fue nombrado tribuno militar (97 a. C.) y destinado a Hispania, donde sirvió a las órdenes de Tito Didio; aquí mostró de nuevo sus habilidades militares llegando a ser condecorado con una corona gramínea (93 a. C.) tras derrotar a unos rebeldes en Cástulo.

Cuando estalló la guerra civil entre su tío y su antiguo lugarteniente, Sila, se declaró aliado del primero; no obstante, siendo nombrado pretor por el régimen de Cinna y Carbón, se trasladó a Hispania antes de que los optimates tomaran la capital.

Tras ser nombrado dictador por el Senado, Sila decidió acabar con el último vestigio del régimen rebelde que aún se resistía a someterse a su persona; para ello enviaría a dos de sus comandantes más hábiles y leales, Metelo Pío (79 a. C.) y Pompeyo (76 a. C.). Sertorio, mejor conocedor de esas agrestes tierras y habiendo aprendido de los pueblos celtíberos y lusitanos la táctica de la guerrilla, impuso su autoridad y consiguió dominar la mayor parte del territorio estableciendo la capital “de la nueva Roma” en Osca, actual Huesca. Pero la llegada de Pompeyo inclinaría la balanza bélica a favor de los conservadores que, en una campaña conjunta acabaron con casi toda la resistencia (74 a. C.). Pompeyo, a diferencia del comportamiento de Sila, renuncia a la persecución y desenmascaramiento de sus adversarios, lo que le dio un gran ascendiente entre la población hispana.

Y es en este marco donde se desarrolla una muy interesante novela briosa y muy entretenida, que trata esta parte muy poco conocida de la historia de España. Unos eventos relevantes para la historia de las tribus autóctonas y para la evolución de la república romana.

SANTAMARÍA, Pedro

“Rebeldes: Las campañas de Sertorio en Hispania”

Pamies 2015

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