5.12.22

Pidamos el rocío de lo alto

Pocas cosas hay mejores para orar que los textos litúrgicos. Con ellos, podemos rezar con la oración de toda la Iglesia y desde su propio corazón. De algún modo, la oración se nos hace más fácil, porque vamos a favor de la inmensa corriente de súplicas de toda la Iglesia y porque todo lo que oímos esos días en la liturgia resuena con el mismo espíritu, haciendo patente que nuestra oración es parte de una música más amplia que se eleva hacia Dios.

En ese sentido, me permito proponer a los lectores que, cuando tengan tiempo, recen un rato en este tiempo de Adviento con el himno Rorate coeli, repitiéndolo despacio y saboreando cada palabra. Es un texto maravilloso, que va desgranando las súplicas del Profeta y, con él, las de todo el pueblo de Israel y de la Iglesia a lo largo de los milenios.  Al rezarlo, se hace evidente que no rezamos solos, sino que lo hacemos con nuestros padres, los padres de nuestros padres y una larga cadena de voces que clamaban a Dios que enviara al Justo como el rocío que cae del cielo, que no recordase nuestras culpas y que mirase la aflicción de su pueblo.

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27.11.22

Bendigamos las casas

El otro día vino un sacerdote a bendecir mi casa y, aunque no tengo mucho tiempo, me gustaría dejar por escrito cinco reflexiones rápidas antes de que las olvide.

1) Quien encuentra un sacerdote con fe y con celo, encuentra un tesoro. Qué gran regalo nos ha hecho Dios con el sacerdocio. Si un cáliz sagrado es precioso por estar consagrado al Señor, mucho más lo será un hombre ungido para hacer presente al mismo Cristo entre nosotros. Recemos por los sacerdotes, seamos cariñosos con ellos, ayudémoslos en todo lo que podamos y demos continuamente gracias por ellos a Dios.

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11.11.22

5.11.22

¿Qué podemos hacer para solucionar la crisis de la Iglesia?

Quizá la pregunta más frecuente que plantean los lectores desde hace unos años sea esta: ¿qué podemos hacer para resolver esta crisis que sufre la Iglesia? No podemos seguir así, tenemos que hacer algo. Rezar y todo eso está muy bien, pero ¿qué podemos hacer nosotros?

Teniendo en cuenta que son tiempos recios, como decía Santa Teresa, la pregunta es muy comprensible y yo me he preguntado lo mismo muchas veces. Es cierto que la situación de la Iglesia, en varios aspectos, es desoladora y angustiosa. Nada hay más normal que el hecho de que un hijo de la Iglesia ame a su madre y quiera encontrar una forma de ayudarla en ese trance. Veamos, pues, qué se puede responder a una pregunta tan natural en nuestros tiempos.

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28.10.22