InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

17.10.23

Las monaguillas nunca son obligatorias

En el artículo anterior, el comentarista con el noble seudónimo de Diácono planteó una cuestión interesante sobre la conveniencia o incluso necesidad de que haya monaguillas (y no solo monaguillos) en las parroquias.

Como es sabido, las monaguillas, que siempre habían estado prohibidas, se permiten desde tiempos de Juan Pablo II. En 1992, se presentó un dubium al Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos, en el que se preguntaba si el Canon 230 § 2, que regula los ministerios litúrgicos no estables y permite que los realicen mujeres, podía aplicarse a los monaguillos. El Consejo respondió, con la aprobación de Juan Pablo II, que, en efecto, el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 hacía posible que las niñas también fueran monaguillas.

Teniendo esto en cuenta, el comentarista argumentaba que, para obedecer la norma de la Iglesia, había que tener necesariamente monaguillos y monaguillas en las parroquias. En ese sentido, consideraba que tener únicamente monaguillos después de esa decisión era “desdeñar” las normas, “eliminar” un ministerio al que pueden acceder las mujeres y dejarse llevar por los “gustos personales”, algo que no cabe en la liturgia. A la vez, explicaba que a él lo que le gustaba era que fueran varones, pero se consideraba obligado por la normativa de la Iglesia a abrir esa posibilidad a las niñas y así lo hacía su parroquia.

Una cuestión fascinante, sin duda, y un deseo admirable de ser fiel a la Iglesia, especialmente en nuestros tiempos, pero ¿es cierto que ahora es moralmente obligatorio permitir que las niñas sean monaguillas en las parroquias? ¿Un párroco que quiera ser fiel a lo que manda la Iglesia debe tener monaguillas? Como ya discutimos el asunto en el artículo anterior desde el punto de vista racional, veamos lo que dice la propia Iglesia sobre ello.

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4.10.23

Algunas preguntas sobre el Sínodo de la Sinodalidad

Ahora que el Papa Francisco ha puesto de moda criticar la autorreferencialidad, una palabra que la mayoría de nosotros nunca había oído antes, ¿puede haber algo más autorreferencialmente autorreferencial que un sínodo sobre la sinodalidad? ¿El año que viene se celebrará un sínodo postsinodal sobre la desinodalización de lo sinodalizado, para batir el récord?

Dicen los expertos que el 123,7 % de los seres humanos y buena parte de los extraterrestres aborrecen con todas sus fuerzas las reuniones, ya sean en la oficina, las comunidades de vecinos u, horresco referens, en las parroquias, y que la última vez que una reunión tuvo resultados productivos fue cuando Eva y la serpiente se reunieron para decidir el menú del día. ¿De verdad alguien piensa que lo que necesita la Iglesia es una reunión sobre las reuniones (porque, si el griego no me falla, eso es lo que significa sínodo de la sinodalidad)?

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2.10.23

Una «respuesta» a los dubia que no es ni siquiera cristiana

Leo con asombro y tristeza la respuesta que escribió el Papa Francisco a los dubia presentados por cinco cardenales sobre los temas que van a debatirse en el tristemente famoso Sínodo de la sinodalidad. No vamos a entrar en si fue redactada por el propio Papa o por el cardenal Fernández. En realidad da igual: está firmada por el Papa y eso es lo que importa.

Esta “respuesta”, como era de prever dada la confusión actual, no responde a las preguntas, sino que se limita a confundir más las cuestiones en lugar de aclararlas, una forma de actuar que, hasta donde puedo ver, es inédita en el Magisterio de dos milenios de historia de la Iglesia. Desgraciadamente, eso no es lo peor y decía que he leído la respuesta con asombro y tristeza porque me veo obligado a concluir que no es simplemente confusa y errónea, sino que ni siquiera cumple los requisitos mínimos para ser considerada cristiana. Al menos a mi (falible) juicio. Vamos a verlo brevemente.

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27.09.23

Silencios episcopales

Todo muchacho español debería leer al menos una vez Embajador en el infierno, una verdadera anábasis española en la que se relatan las peripecias del capitán Teodoro Palacios Cueto y el puñado de oficiales y soldados españoles de la División Azul que fueron tomados prisioneros por los soviéticos. Durante doce larguísimos años fueron pasando por campos de concentración a lo ancho y largo de la inmensidad rusa (y la actual Ucrania), sometidos a innumerables penalidades, vejaciones y presiones por parte de los guardias y comisarios soviéticos, antes de conseguir regresar a España. Su entereza, valentía, caballerosidad y patriotismo deberían ser un ejemplo para nosotros en estas épocas más blanditas y decadentes.

El libro no es, ni pretende ser, una joya literaria, pero tiene multitud de escenas emocionantes, terribles y, sobre todo, admirables, que se graban en la mente para toda la vida. Una de ellas, que me ha estado rondando por la mente estas últimas semanas, me parece especialmente instructiva para la situación actual de la Iglesia.

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15.09.23

¿Más sabio que Santo Tomás?

Hace tiempo, escribí un artículo titulado “Mejores que Jesucristo”, sobre la plaga de eclesiásticos que, claramente, consideran que son más misericordiosos, inteligentes y avanzados que el mismo Hijo de Dios encarnado. Generalmente, como es lógico, no se atreven a decirlo con esas palabras, pero sí lo hacen con los hechos cuando defienden que habría que cambiar el Evangelio o la fe y la moral reveladas por Cristo, que es lo mismo que defender que ellos saben mejor que nuestro Señor lo que debe hacer el ser humano, o cuando pretenden que permitir el divorcio y demás inmoralidades es mucho más misericordioso que ser fieles a lo que Jesucristo enseñó.

En ese contexto, no es extraño que también hayamos terminado por tener a un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que da por hecho que es más sabio que Santo Tomás. Era inevitable que sucediera antes o después. Lo digo con todo el respeto debido a su dignidad episcopal y reconociendo que, por supuesto, Mons. Fernández no lo expresa así, ni será consciente de que piensa así, pero los hechos son los hechos y lo cierto es que propone exactamente lo contrario que Santo Tomás y espera que le creamos a él en lugar de al santo y Doctor de la Iglesia, algo que solo se explicaría si fuese más sabio que él.

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