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19.10.17

Ante enemigos monumentales (III)

Los católicos nos encontramos ante enemigos monumentales: uno externo, que es la Ideología de Género y, otro interno, que es la Apostasía.

Si algo hubiese que reclamar sería el que se nos dejase solos dando la batalla o, en el peor de los casos, que quien tuviese la responsabilidad de protegernos no lo hiciese por sumarse a las filas enemigas.

A muchos podría escandalizar dicha posibilidad pero, les aseguro, no es algo imposible ya que sabemos de quienes han evitado dar la batalla ante los enemigos de Dios o de otros que, si no se abstuvieron abiertamente, no hicieron lo que a su deber de estado correspondía.  

De tal forma que, no es imposible que llegásemos a ver a un delegado de Cristo facilitando el ataque enemigo hacia quienes es su deber de estado proteger.

Cuál sería la causa? La causa serìa el que su soberbia desarrollara una mala teologìa. 

Tan mala teología como la que establece ruptura en la unidad cuerpo/alma para exaltar el alma por sobre el cuerpo con lo que deja al cuerpo a merced de las propias decisiones las que, sin duda, provocan que se termine aborreciéndole. 

Basta conocer la magnitud del odio que la Ideologìa de Gènero manifiesta hacia el cuerpo al promover el aborto y la FIVet y el odio, que por otro lado, expresa el Apòstata cuando promueve la eutanasia o cuando sostiene que no reside mal en el adulterio o en el ejercicio de la homosexualidad.

Es precisamente en este punto donde la Ideología de Género y la Apostasía se encuentran y hacen frente común al presentarse como enemigos de Dios y de sus criaturas.

De ahì que estemos ante enemigos monumentales.

Al grado que ni David tuvo tan magnífica oportunidad para contemplar la victoria del Altìsimo.

Victoria que será alcanzada en los millones de bautizados de quienes, pese a que se les escucha decir que la presente situación hasta “les ha quitado las ganas de vivir”, sin embargo, añaden con soltura que “no están dispuestos a ceder sino hasta que Dios mande”.

Victoria que, sin duda, ya se deja ver en lo espinado de su corazón.

Asì es, por millones se cuentan los guerreros que caminan sobre el campo de batalla con la fe intacta, firme en la esperanza y sin claudicar en la caridad debido a su amor a Dios y a sus hermanos. 

Muchos son los que vienen sufriendo y expíando por los pecados de la Iglesia y del mundo entero.

Son muchos los que, por unir su sufrimiento al de Cristo, colaboran en su obra de redención.

Muchos son los que, con auxilio de la gracia, ayudan a Cristo a salvar la Iglesia. 

Escondidos en sus llagas, Cristo mismo batalla por ellos.

Al lado del también escondido Corazòn de Santa Marìa.