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15.06.17

¿Cuál es el "para qué" de todo esto?

Mientras que unos declaran un NO rotundo, otros, dicen SI 

Muchos, mediante Facebook  -incluso no creyentes- me piden explicaciones, ser escuchados o consolados. 

Para muestra, un botón, un joven profesional costarricense ayer preguntaba: “Usted sabe explicar cómo, dos posiciones tan extremas, coexisten luego de un Sínodo y una Exhortación Apostólica?”. Otro, un señor mayor, se desahogaba diciendo: “En todos los pontificados del siglo XX jamás he visto cosa igual”

Toda explicación desde el punto de vista humano es insuficiente (lo sé porque las he probado todas) y, ya que el nivel de desconcierto no decrece y que el número de los desconsolados va en aumento, ofrezceré la que encuentro es la razón más plausible y el consuelo con que soy consolada por la Palabra de Dios. 

La razón que encuentro más cercana a lo que, en realidad, está pasando tiene su fundamento en la penetración del Maligno dentro de la Iglesia. 

En este sentido, me temo que el Señor le ha permitido al demonio herir de manera profunda a sus consagrados y a muchos bautizados.

Me temo que lo permite porque necesita poner límite a nuestra soberbia y no lo podrá hacer si continuamos teniendo de nosotros mismos la impresión de ser tan buenos.

Con sus fechorías, le permite al demonio contribuir a que dejemos en evidencia la falta de temor de Dios, la ingratitud hacia su Providencia y la maldad hacia el hombre de la que somos capaces para que, una vez expuesto el Mal a la claridad del día, comprendamos que existen buenas razones para corregirnos como merecemos.

“Si, muy bien, pero… ¿cuál es el “para qué” de todo esto?”,

San Pablo tenía sobradas razones para dirigirse a los romanos en ese sentido.

Lo veremos  continuación. 

Para que sea Cristo, en su Iglesia, la Roca en la que estemos afianzados para mayor gloria de Dios y santificación nuestra:

2 Por él [Cristo] hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 

Para que comprendamos que la tribulación tiene sentido:

3 Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; 4 la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. 

Para que reluzca en nosotros el poder del Espíritu Santo:

5 Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. 

Para que, al compartir los sufrimientos en Cristo, por gracia seamos reconfortados y a la vez transformados en instrumento de consolación:

3 Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, 4 que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. 5 Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. 

Para que el sufrimiento sea fuente de consuelo y salvación que rinda frutos de constancia:

6 Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos. 

Para que sea la Esperanza algo vivo:

7 Por eso, tenemos una esperanza bien fundada con respecto a ustedes, sabiendo que si comparten nuestras tribulaciones, también compartirán nuestro consuelo.

Para que nos demos cuenta que nunca hemos estado ni estaremos solos en el sufrimiento.

8 Queremos, hermanos, que ustedes conozcan la tribulación que debimos sufrir en la provincia de Asia: la carga fue tan grande que no podíamos sobrellevarla, al extremo de pensar que estábamos a punto de perder la vida. 

Para que, sobre todo, aprendamos a poner solo en Dios nuestra confianza:

9 Soportamos en nuestra propia carne una sentencia de muerte, y así aprendimos a no poner nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. 10 Él nos libró y nos librará de ese peligro mortal. Sí, esperamos que también nos librará en el futuro. 

Para consolidar en nosotros la certeza acerca de la intercesión de los santos:

11 Ustedes también nos ayudarán con su oración, y de esa manera, siendo muchos los que interceden por nosotros, también serán muchos los que darán gracias por el beneficio recibido.

Para que resplandezca el poder de la gracia:

12 Este es para nosotros un motivo de orgullo: el testimonio que nos da nuestra conciencia de que siempre, y particularmente en relación con ustedes, nos hemos comportado con la santidad y la sinceridad que proceden de Dios, movidos, no por una sabiduría puramente humana, sino por la gracia de Dios. 

Para que, por gracia, recuperemos capacidad de discernimiento:

13 En efecto, nuestras cartas no son ambiguas: no hay en ellas más de lo que ustedes pueden leer y entender.

Para que, unos de otros, seamos motivo de orgullo y alegría el Día del Señor.

Y espero que comprenderán plenamente 14 –como ya lo han comprendido en parte– que en el Día de nuestro Señor Jesús, podrán sentirse orgullosos de nosotros, como nosotros de ustedes.