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25.12.16

La fidelidad a Cristo y el sentido de la Navidad

Por dos mil años, el Padre, a través de unas cuantas personas, preparó a su pueblo para el nacimiento del Hijo.

Dos mil años después de que dicho acontecimiento cambió la historia de la humanidad, también a través de unos cuantos, el Padre preserva la memoria y su significado.

Nunca han sido muchos los que, de una generación a otra, transmiten el verdadero significado del plan de salvación de Dios a los hombres.

Desde Moisés hasta nuestros días, menos ahora que entonces, ha existido infidelidad a dicho plan no solo de parte de a quienes Dios ha encomendado la tarea de confirmarnos en sus caminos sino de la multitud que los sigue.

A lo largo de la historia, muchos de sus líderes y la mayoría del pueblo, no ha sabido contar con la gracia para guardar su fidelidad.

Como bien dijo alguien por ahí: - Siempre han existido quienes prefieren venerar al becerro de oro”.

Efectivamente, desde Moisés han existido suficientes becerros de oro y multitudes que los veneran. No es cosa de antaño o de nuestros días.

Por eso se puede decir que, dentro de la totalidad de los creyentes en el Dios único y verdadero, desde tiempo lejano, ha existido un grupo dentro de otro, uno de los cuales se ha mantenido fiel.

Sin duda la historia respalda la afirmación de que el grupo fiel crece o decrece según las circunstancias históricas.

Al respecto, Papa emérito Benedicto XVI anticipó que, incluso, en el porvenir se reduciría al mínimo y, que de allí, nacería de nuevo la Iglesia.

El caso es que el grupo fiel, no sin arduo trabajo, ha llegado a comprender que la fidelidad es un don que se ha de conservar con ayuda de la gracia.

Es por eso que se puede decir sin equivocación que la fidelidad es necesaria no solo para la propia salvación sino la de muchos ya que se les ha dado –precisamente- para cumplir con el encargo de transmitir la Verdad de una generación a otra.

Es por todo esto que, pese a las circunstancias, todavía se puede hallar quien felicite para Navidad comprendiendo lo que significa:

“¡Feliz Navidad! Qué bello decírselo a quien realmente lo entiende y lo vive. Las palabras cobran su verdadero sentido” Elluany Rojas Madrigal  

¡Feliz Navidad, queridos lectores!

 

22.12.16

Acerca de lo que entraña el silencio

Papá rara vez expresaba sus sentimientos en cambio sus acciones lo decían todo.

Una sola vez durante todo el último año de su vida me hizo saber que estaba consciente de lo que hacía por él. Una sola vez bastó para que comprendiera que lo agradecía, que lo hacía estar orgulloso y confortable. Aunque su docilidad ante la adversidad me lo anticipaba.  

Prolongados silencios caracterizaron a papa. Silencios que, como dije, lejos de ser destructivos, la bondad y la justicia enfatizaban sus acciones. 

Su vida toda fue un gesto mínimo cargado de gran contenido; como la de quien ha recogido suficiente experiencia y colaborado con la gracia lo bastante como para haber crecido en prudencia, fortaleza, templanza e inteligencia.

Eso es, existen silencios constructivos, silencios santos, pero también silencios destructivos, silencios que en mayor o menor medida, entrañan algún grado de maldad.

Como silencio del esposo que no responde a su esposa sobre aquello que le interesa, como el del novio que no responde las llamadas, como del inquilino que no comunica a su casero el que se atrasará en el pago de su mensualidad, como el del vecino a quien se le solicita un favor y lo ignora flagrantemente.

En resumen, silencios santos como los de la María y silencios tan aborrecibles como el de quienes, por imponer a la fuerza su voluntad, durante la Pasión ignoraron deliberadamente el sufrimiento de la Madre. 

Ciertamente, existen silencios ante los que nada existe que se pueda hacer de no ser romperlos con mayor violencia, cosa que la gracia impedirá aunque, a la vez, el sentido común enseñe que la violencia entraña violencia, cosa por la que responder con violencia queda descartado.

En estos casos, se impone el silencio o, en su defecto, si se trata de cuestión de primera importancia: una respuesta que entrañe caridad, justicia y verdad para que el malo entienda y tenga oportunidad de corregirse.

Sin embargo, lo más probable, será que el malo se resista respondiendo con mayor violencia al hecho irrebatible que se le presenta, es decir, quedamos claros en que, para responder al violento, será necesario tener vocación al martirio.

Es con lo que contamos en estos días en que cardenales, obispos, teólogos, estudiosos, cientos de presbíteros y multitud de laicos esperamos que se rompa el silencio. Un silencio que, por prolongado, innecesario e injusto, es violento, impropio del oficio de quien lo perpetra.  

Porque eso ha sido hasta ahora, un silencio como arma que dispara reproches y medias respuestas impregnadas de impaciencia, de falta de comprensión, de entendimiento; respuestas carentes de caridad y de misericordia las que, por ser pronunciadas por alguien con autoridad, nos hace preguntarnos por qué razón desde el púlpito no se hace tal y como se predica.  

Decía el padre Luigi Giussani que «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros», pues bien, Cristo es para nosotros la razón que le da sentido a nuestra existencia por lo que no habrá nunca nadie a quien rendirle mayor honor y gloria; razón que no solo nos imposibilita sino que más bien nos obliga a esperar nada que no sea lo mejor de parte de quien hasta el día de hoy guarda silencio.

Así lo haremos, en primer lugar, debido a que es Cristo quien siempre esperó lo mejor de Pedro, pese a sus grandes defectos.

Así nos hace Cristo: nos hace personas que esperan con infinita Esperanza. Qué le vamos a hacer! Esperaremos siempre lo mejor.

Lo mejor siempre, ya sea que lo obtengamos por la conversión de quien guarda silencio o de nuestro Padre Dios.

Esperaremos, así sea un silencio interminable; aunque –dicho sea de paso- no será en silencio sino manifestándonos a hora y deshora, conscientes de nuestra vocación al martirio, a la manera de aquellos en el horno de fuego.

Lo haremos como ha de ser: alabando y glorificando al Padre con ánimo alegre, como quien de su parte se reconoce único, irrepetible e incondicional y absolutamente amado.

Esperaremos en paz, como quien sabe que aguarda la gloriosa venida de Nuestro Redentor.

5.12.16

Hoy, como antaño, al pie del Sinaí

Los católicos estamos polarizados debido a que Dios ha permitido un Vicario que ejerce una influencia provocativa en la comunidad.  Un agente provocador es lo que nos ha dado Dios esta vez como su Vicario.

Por definición, el agente provocador, es aquél que se introduce con determinadas intenciones para generar reacciones específicas.

Es realista, por cristiano, considerar al actual Vicario de Cristo de esta forma y a la vez no entrar en juicios sobre sus intenciones.

La polarización se caracteriza porque, un polo alega estar del lado de Cristo y otro, del lado del papa y, por ende, del lado de Cristo.  

El primero, ha optado por conservar la sana doctrina y, el segundo, por darle un fuerte empujón al mejor estilo de nuestro amado papa. 

En medio de ello, existe una muchedumbre que se mantiene al margen, ya sea porque no la alcanza la información, porque no la entiende o porque posee una concepción errónea de varias cuestiones vitales, tal como de la figura del pontífice.

Al respecto solo mencionaré que, por ejemplo, consideran que el papa es elegido por el Espíritu Santo tal como si éste anulara la libertad de los cardenales con el propósito de que eligieran únicamente al santo varón que Dios tuviera planeado. 

Cosa que es absolutamente falsa ya que, de anular el Espíritu Santo la libertad para imponer la suya, no habrían sido elegidos pésimos papas a lo largo de la historia de la Iglesia.

En este sentido, es vital que se comprenda que la gracia nos es dada para elegir el bien, nunca el mal. 

El caso es que, algunos dentro de la muchedumbre mencionada, tarde o temprano, se dará cuenta que no solo están en medio de dos polos que tiran en direcciones opuestas sino bajo la figura de un papa cuya autoridad ha sido puesta en duda.

En ese momento no solo advertirán que, en su mayoría, los obispos y párrocos, optan por guardar silencio sino que, una vez que se toca el tema, se polarizan las opiniones.

Será un momento delicado en el que, los advertidos, notarán que están solos y que, queriéndolo o no, la situación les exige tomar posición respecto a ponerse

a. del lado de Cristo o,

b. del lado del papa quien, como es lógico, afirma estar del lado de Cristo

Una vez dentro de esta encrucijada a quién podrán recurrir?

Deberán recurrir a Cristo.

Adónde lo hallarán?

En la gracia que Dios derrama en sus corazones.

Deberán entregarse a ella con absoluta confianza.

Mi recomendación es que, una vez advertida la tensa situación, se hagan a la idea de que son como los hebreos que, tras salir de Egipto, permanecerán solos al pie del Sinaí hasta que se defina el asunto del Decálogo.  

Mientras, con auxilio de la gracia, deben decidir si volverán al tiempo en que adoraban ídolos o se mantendrán firmes en lo que han visto y escuchado.

Es una decisión simple pero definitiva.