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20.06.16

Ha dicho que Cristo ha de ser el centro

Hace unos días me decía un amigo que ha aceptado el hecho del estado de la Iglesia así como del pontífice que Dios ha colocado en la silla de Pedro por lo que tiene claro que lo que sigue será esperar a que el Señor nos ponga en proceso de reconstrucción.

La suya me parece una visión realista y esperanzadora.

En este sentido me he figurado que la reconstrucción vendría a ser como lo que está sucediendo en mi parroquia. Les cuento los antecedentes:

Tengo cuarenta años de vivir aquí. Primero, fuimos la filial más lejana y abandonada de la parroquia de San Vicente. Luego, la filial más lejana y abandonada de la parroquia de La Trinidad. De seguido, por dos años fuimos cuasi-parroquia por lo que tuvimos, por primera vez luego de cerca de treinta años, un sacerdote cuya función era la de ser “animador parroquial”. Con este sacerdote fuimos fundados como la Parroquia de San Jerónimo.

Una vez institucionalizados, durante los últimos quince años, hemos visto desfilar a padre Guido, padre Adrián, padre Jorge, padre Lorenzo, padre Manuel. Todos estuvieron aquí solo dos años excepto el padre Lorenzo que estuvo seis y que, me perdone Dios, nos dejó hechos unos protestantes muy bien organizados.

Lo que quiere decir que, durante cuarenta años (una década menos de lo que tiene de haber concluido el Concilio Vaticano II) nuestra comunidad ha estado poco menos que abandonada.  

Parte del resultado es que, los hijos, nietos y bisnietos de las personas entre 40 y 60 años, prácticamente no creen en Dios

Todo lo cual es reflejo de lo que, a nivel mundial, se ha venido haciendo mal en la Iglesia por lo que mi parroquia, bajo el pastoreo del nuevo párroco, bien podría servir de modelo para la reconstrucción de la que hablara mi amigo.  

Para empezar, les cuento que el nuevo párroco tiene muy claro y lo repite constantemente que, no importa cuán organizados estemos que, mientras no sea Cristo el centro de nuestras vidas, seremos paja que se llevará el viento.

Ha dicho que Cristo ha de ser el centro.

Solo esto es una gran verdad que no tendría por qué ser novedad pero lo es.

Entre otras grandes verdades ha dicho que ha notado que no somos personas de oración por lo que nos facilitará que lo seamos. Que celebrará misa todos los días hasta en su día libre por la sencilla razón que lo necesita. Ha dicho que antes de misa estará confesando y que, además, dedicará una tarde a ello.

Ha ordenado y organizado la liturgia. Sigue las rúbricas. Canta y elige también cantos litúrgicos. Ha mandado a publicar un boletín parroquial muy bello. Ha dicho que los coros necesitan formación.

Habla de la gracia.

Dice, además, que la Misericordia se malentiende como que “no importa lo que hagamos Cristo todo lo perdona”; cosa que ha desmentido con vehemencia pero también ha explicado lo doctrinalmente correcto.

Nos habla de historia de la Iglesia, de principios de filosofía, teología y política para ayudarnos a situarnos ante la realidad.  

Lo hace todo con una firmeza profusamente delicada que no había experimentado nunca antes.

A mí, de escucharlo, se me hincha el corazón al punto de que mis ojos estallan en lágrimas ya que me veo como un sobreviviente de guerra quien, finalmente, tiene ante sus ojos la esperanza de un futuro hermoso.

Es la razón por la que mi alma sale de misa inconmensurablemente agradecida y glorificando a Dios.

Me parece que así es como tendría que ser cada párroco para que cada alma saliera de misa como la mía.

Para que fuera más sencilla y verdadera la reconstrucción.