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22.01.16

Cristo es el santuario

“Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente”

Salmo 119, 4

Este salmo, en su totalidad, es un canto de reconocimiento de los preceptos divinos, una oración de súplica de la gracia para poder amarlos y cumplirlos celosamente ya que en ellos se encuentra todo el deleite y la felicidad de la que nos es posible gozar durante nuestra peregrinación por esta vida.

El todo el Antiguo Testamento se ve cómo la gracia ha inspirado a los hombres a buscar, amar y conservar las normas divinas para mayor gloria de Dios y su santificación. 

Los católicos, como los protestantes, encontramos dichas normas en la Sagrada Escritura pero, a diferencia de ellos, también en las enseñanzas de los sucesores de los apóstoles y en el Magisterio de la Iglesia el cual es el producto de razonar lo anterior habiéndolo articulado con una variedad de criterios tomados de la historia y la tradición; es decir, las enseñanzas de Cristo al día de hoy se han ampliado y profundizado gracias a que el Espíritu Santo ha derramado su gracia sobre quienes, por su fidelidad a la Palabra de Dios, tienen autoridad para enseñar sus preceptos.

Así es cómo un párroco nos enseña, por ejemplo, desde algo tan simple como las razones para guardar silencio antes de empezar la misa, hasta algo más elaborado como sería las razones por las que la Liturgia conserva normas cuyo contenido se adentra en la Palabra de Dios razonada desde la Tradición y el Magisterio.

Con lo anterior pretendo resaltar de la Liturgia la importancia de la adhesión que hemos de dar, por ejemplo, a las rúbricas ya que son un aspecto visible de Cristo actuando como cimiento de su Iglesia.

Es la adhesión a la que nos mueve la gracia en el n. 10 de Sacrosanctum concilium cuando señala que “la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” debido a que “de la Liturgia mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin”

Observen que tan solo un párrafo de dicha Constitución expone el sentido de las normas establecidas desde el Antiguo Testamento por las que Zacarías bendijo al Señor “por haber visitado y redimido a su pueblo suscitando una fuerza de salvación en la casa de David su siervo” con lo que se cumplía la promesa entregada desde antiguo por boca de los profetas.

Salvación que nos liberara de los enemigos y de quienes nos odian y concedida para que, liberados de temor, “arrancados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días”

Zacarías fue uno de los últimos sacerdotes del Antiguo Testamento a quien le resultó difícil fiarse de la promesa, sin embargo, recibió la gracia de la obediencia a semejanza de su hijo Juan (el Bautista) quien, a costa de su vida, defendió la norma establecida respecto al adulterio. 

Recalco el “a costa de su vida” porque así es como se defiende la Verdad pero también el Bien y la Belleza.

Se defienden de manera opuesta a lo que esperaba Herodes, o sea, de lo que espera el mundo.

Se defienden yendo en sentido contrario a la complacencia, a la condescendencia, a lo políticamente correcto, a las siempre tan ambiguas “razones pastorales”.

Por siglos la sacralidad del santuario hecho de piedra se defendió a pesar de grave daño para si mismo y, aunque en nuestro tiempo la puerta del santuario está abierta, no por ello, quienes penetran, lo que contiene o lo que allí se dice o hace, deja de ser sagrado. 

Ya lo dijo Sacrosanctum concilium que “para realizar obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica (n.7) 

En nuestros días el santuario tal como lo conocieron los antiguos ha desaparecido. 

Ahora Cristo es el santuario en el que penetramos en toda acción litúrgica.

El Santuario dentro del cual, por gracia, somos transformados en ofrenda al Padre por manos del santo sacerdote actuando en la persona de Cristo.

En estos días, cuando se conoce acerca de los niveles estratosféricos que ha alcanzado el incumplimiento de las normas litúrgicas, no se puede menos que reconocer la urgencia de suplicar piedad para quienes ostentan autoridad ya que, de seguir cambiando unas normas (que nunca se pretendió cumplir) para legitimar su incumplimiento, no se vislumbra en el panorama eclesial otra cosa que un resto fiel que habrá conservado con amoroso cuidado y diligencia los santos despojos de Cristo.

Acaso puede vislumbrarse otra cosa? 

Pues no, aunque, ánimo! 

Ya nos enteraremos del propósito que persigue el Señor con todo esto. 

1.01.16

Esto es a lo que llamo ¡tener Esperanza!

En innumerables ocasiones llamó el Señor apóstata a Israel por medio de los profetas.

El Señor me dijo: La apóstata Israel se ha mostrado más justa que la traidora Judá. Ve entonces a gritar estas palabras hacia el Norte: ¡Vuelve, apóstata Israel–oráculo del Señor– y no te mostraré un rostro severo, porque yo soy misericordioso –oráculo del Señor– y no guardo rencor para siempre. Pero reconoce tu culpa, porque te has rebelado contra el Señor, tu Dios, y has prodigado tus favores a los extranjeros, bajo todo árbol frondoso: ¡ustedes no han escuchado mi voz! –oráculo del Señor–. Jr. 3, 11-13

Entre lo dicho por Jeremías  y lo que regularmente leo en el fondo de muchos autores que publican en Infocatólica, yo –que soy más rústica que un felpudo de chapas- no noto diferencia.

Lo cierto es que ninguno de ellos se ha de considerar profeta y que, estrictamente, tampoco lo sea; sin embargo, desde mi punto de vista, encuentro cierto que la gracia los inspira, al igual que a los profetas, para anunciar, advertir y exhortar a la conversión al Pueblo de Dios.

Lo han de hacer debido a que, actualmente, tal como en el Antiguo Testamento, encuentran que muchos católicos se rehúsan a atender la gracia que les haría considerar dos hechos de vital importancia:

a. Dios castiga y, b. todo es gracia.

Si Dios castigó a Israel y, aunque nos resulte brutal el hecho del castigo divino, fue porque Israel apostató una y otra vez por lo que, cada vez, debió pagar las consecuencias.

Podría volver a suceder en nuestro tiempo un acto de castigo divino? Sin ser ningún experto, más bien alguien muy simple e ignorante, me parece que existen grandes probabilidades de que suceda. 

Ahora bien, lo interesante no es solo el hecho de que Dios castiga debido a que necesitamos conversión y, ¡vaya que la necesitamos!; lo interesante es sobre todo el hecho de que, antes, durante y después del reconocimiento de la culpa, ha existido la gracia.

Así es, no hace falta ser un avezado en Sagrada Escritura para darse cuenta que la gracia movió tanto a los profetas a lo suyo como, por ejemplo, a David al arrepentimiento, a la confesión de su culpa y a la enmienda.

La gracia se adelantó a los profetas, se le adelantó a David y también se adelanta cada uno de nosotros para inspirar lo conveniente; en un segundo momento nos mueve a elegirlo para, en un tercer momento, demostrarnos ser fiel compañía en el camino correcto.

Al final, tras todo castigo divino lo crucial es entender que la gracia ha existido siempre con el propósito de auxiliarnos. Hecho que fortalece la Fe, nos mueve a fidelidad y nos colma de Esperanza para, finalmente, hacer de nosotros testigos. 

Ahora bien, este es un punto que quería traer a colación: a ninguno de ustedes se le ocurriría llamar “fariseos” o “desesperados” a los profetas, cierto?; el caso es que no encuentro razón para llamar de la misma forma a ciertos autores de este portal cuando la historia demuestra que la gracia mueve a quienes elige para determinadas tareas.

Es la razón por la que tendríamos que seguir sus anuncios, exhortaciones y advertencias ya que, podríamos estar en medio de uno de esos períodos de la historia en que Dios castiga y, no darnos cuenta por preferir “andar como en las nubes".  

Por andar como en las nubes fue que Nabucodonosor pudo llevar a Babilonia a quienes –ante el anuncio de los profetas- no realizaron un juicio veraz sobre la realidad; muy probablemente debido a que su trabajo intelectual, apostolado, convicciones personales, diversos proyectos comunitarios e iniciativas de todo tipo los mantenían enajenados.

Cuarenta años debieron transcurrir para caer en la cuenta de su torpe elección.

Aunque, ¡Dios sea bendito!, para aquellos y para nosotros, existe la gracia.

Esto es a lo que llamo tener Esperanza.

La que, por ser don divino, es realista.  

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SALUDO DE NUEVO AÑO

Por cierto, una amigo me saludó de Año Nuevo deseándome grandes alegrías para el 2016.

No se si es porque las necesito que me pareció lindísimo el saludo por lo que he decidido compartirlo con ustedes. 


¡Les deseo Grandes Alegrías para el 2016!