La alegría de sufrir por lo que sabemos solo puede ser cosa de Dios

Cuando sea retirado el poder de los milagros, la gracia de las curaciones, de la profecía y disminuya la abstinencia; cuando callen las enseñanzas doctrinales y cesen los prodigios… “será la ocasión propicia para realizar un maravilloso discernimiento. En ese estado humillado de la Iglesia [y del ser humano] crecerá la recompensa de los buenos, que se aferrarán a ella [a Cristo] únicamente con miras a los bienes celestiales [ ]“ San Gregorio Magno (540-604 d.C)

“Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres” (Filipenses 4)

Pregonar alegría en medio de cruenta lucha parecerá estupidez o, por lo mínimo, un sin-sentido pero no lo es en cuanto que, con cada herida, muere el hombre viejo por lo que el hombre nuevo es capacitado para alegrarse por la victoria del Señor sobre su persona y sobre el mundo.  

Cierto, en los últimos años hemos visto caer a muchos de quienes conservamos la certeza de que guerrearon como hombres y mujeres de Dios. Me refiero a algunos teólogos, varios de los cardenales que presentaron la dubia y a cristianos perseguidos pero también amigos y gente muy cercana que, por cosa de Dios, murió guerreando para Dios.
Muchos de nosotros, en este momento, podríamos estar siendo pasados por altas temperaturas o cocidos a fuego lento.  
Si, las circunstancias son abrumadoras pero no se debe dejar pasar por el alto el hecho que el hombre viejo, por ser finito, muere a manos de asuntos temporales solo para que el hombre nuevo, hecho para la vida sobrenatural, se levante capacitado por la gracia para, desde ahora, degustar de los bienes celestiales.

Sí, ese que -por ejemplo- recibe fortaleza para la batalla contra la enfermedad propia o de un ser querido es el hombre nuevo quien, mientras lucha, sufre y de a poco muere, es transformado por la recepción de la Eucaristía en otro Cristo; tan semejante a la segunda persona de la Trinidad que a la vez que comprende que su fin se aproxima es capaz de alegrarse, reír y bromear con su madre, parientes y amigos.
No recuerdo si existe registro de un Pablo de Tarso alegre pero, bien que sabía el santo de estas cosas y bien que lo sabían los santos, muchos de los que, como santa Teresita, pedían a Dios sufrir; cosa que, cuando lo supe, me hizo estremecer ya que no se sufrir de tanto miedo que le tengo; es decir, sufro de solo pensar que sufriré y cuando sufro, sufro el doble, por sufro por verme sufrir pero, además, sufro el sufrimiento de cualquier cosa que me hace sufrir. Soy una calamidad sufriendo. Nadie podría ponerme como ejemplo de “fortaleza", a decir verdad. 
La menos adecuada para hablar de sufrir soy yo pero me ha puesto Dios en Infocatólica y ha de ser quizá, solo para que refresque en tu memoria la certeza de que es el hombre nuevo quien, verdadera y realmente, mira a Dios.
El dolor, la sangre, el sudor y el llanto podrían no dejártelo ver claramente pero, en verdad, lo estás mirando y lo mirarás más frecuentemente y mejor; y lo mirarás plena y perfectamente más adelante con lo que tu gozo será eterno e inefable.
Por eso, aunque ahora mismo “camines por valle de sombra de muerte” (Sal 23), no temas ni te inquietes “por cosa alguna [no por la enfermedad ni la muerte, no por el dolor, no por la ruina financiera, no por la devastación moral, no por el sufrimiento propio o ajeno]; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones [por todos y también por ti], mediante la oración y la súplica [suplica, gime, implora, grita porque serás escuchado], acompañadas de la acción de gracias [mucha, mucha gratitud se desprenda de tus labios a toda hora] Y la paz de Dios [porque habrá paz instalada en tu alma como aire en tus pulmones], que supera todo conocimiento [cierto, será incomprensible], custodiará [bajo cualquier circunstancia] vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4)

Algunos han muerto, otros morirán pero nos habrán hecho testigos de la capacidad que Dios confiere al hombre nuevo: la alegría de sufrir por lo que sabemos solo puede ser cosa de Dios.

6 comentarios

  
Juan Pablo Lizcano
Maricruz :

Cuánta verdad en tu artículo.

Toda la gloria a Dios .
14/02/19 5:50 PM
  
Mariana Flores
¡Excelente artículo! ☺
Dios te bendiga en abundancia Maricruz.

Paz
14/02/19 9:21 PM
  
Sor Lucía
¿Alegria de sufrir?
¿Proviene de Dios?
No hay alegría en el sufrimiento y por supuesto, Dios no se complace con el sufrimiento.
Somos los cristianos la única forma que Dios tiene para acabar con el sufrimiento.
Solo así puede Dios acabar con el sufrimiento y seguir nosotros siendo libres.
¿Pero complecerse en eso?
¡Por Dios que no!

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Sor Lucía,
La alegría es cosa de Dios.
Dios la da a quien sufre por amor.
Si, hay alegría en sufrir por amor a Dios.
Máxime cuando se reconocen los frutos en el alma.

Aprovecho para dejarte un pensamiento de Alonso Gracián, teólogo, al respecto.
"Todos los caminos pasan por el Mundo del Dolor. No podrás evitarlos, ni tomar otros. Pero hay uno que tiene forma de cruz. No tiene aceras, no tiene atajos, no tiene mentiras piadosas. Pero ha sido atravesado ya por Dios. Su luz ha sido puesta por Él, su Sangre lo ha recorrido y sus palpitaciones le han dado forma. Es el camino del Cielo. ¡Recórrelo!"

Por supuesto que se descubre la alegría al verse recorriéndolo.
15/02/19 12:31 PM
  
Vladimir
Para quien tiene Fe, no hay alegría en el sufrimiento, sino a pesar del sufrimiento.
Pienso que Cristo era muy feliz mientras se entregaba en la cruz, no porque amara el sufrimiento, sino porque "nos estaba amando hasta el extremo".

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Vladimir,
Precisamente.
Gracias.
15/02/19 3:14 PM
  
Javidaba
Los dos ladrones en el Calvario "escoltando" a Cristo, uno renegando y exigiendo derechos de redención física inmediata y el otro anclándose en la verdad de "nosotros somos culpables, pero este ¿qué mal ha hecho?" y orientado hacia la Esperanza del "acuérdate de mí cuando estés en tu reino".
Dos formas de experimentar la misma situación.
Una asumiendo la Cruz, la otra rechazándola.
Cuando la Cruz se vive enmarcada en la Esperanza produce alegría, aunque no esa alegría jocunda y jacarandosa, sino el gozo íntimo de saberse en manos Misericordiosas.
Y es que la alegría, decía S. Josemaría Escrivá, tiene sus raíces en forma de cruz.
19/02/19 9:38 AM
  
Lucía Ma
Estimada:
Estoy viviendo un momento de mucho dolor y tu articulo me ha hecho un alivio en el alma. Gracias! Bendiciones

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Lucía Ma
Bendito sea Dios que para eso mi pluma es suya.
22/02/19 12:19 AM

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