Llama a prostituta y acude su hija
Leí ayer dos casos en los que un sujeto decide contratar los servicios de una prostituta y cuando acude ‘la profesional’ resulta que es su hija. No voy a entrar en detalles escabrosos, así que si eran las expectativas que generó el titular recomiendo abandonar la lectura aquí.
El primer caso es de Zimbabue, el ’señor’ Titus Ncube llama desde su habitación de hotel para que acudiese una «señorita de compañía» y acude su hija. ¿Reacción? La esperable: un patatús. Y luego:
Me arrepiento de lo que hice. Ya hablé con mi esposa y con mi hija. He pedido perdón, quiero a mi familia.
No culpo a mi hija por lo sucedido y por lo que estaba haciendo.
Ya lo ha dejado, e irá a la escuela el año que viene.
En fin, incalificable. Bueno, miento, tengo muchos calificativos pero no quedan bien escritos.
El segundo caso en Israel, hace ya años. Madurito casado, 48 años, que se va de «formación de la empresa» a otra ciudad unos días y decide echar una canita al aire. Cuando llega la sorpresa, pues sorpresón: era su hija. Como en el caso anterior patatús, pero en este caso patatús con un ataque al corazón al que pudo sobrevivir.
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