13.02.18

Dans le jardin de ma tante

Es sorprendente cómo, en una sociedad que alardea de su anti yanquismo, luego te encuentres con tanta gente imitando todo lo que aparece en las más típicas y tópicas películas norteamericanas. Y es sorprendente que la única formación religiosa y litúrgica de tantos católicos sea el visionado de los más básicos e intranscendentes telefilmes de importación.

Hay que ver las cosas que nos piden las parejas a la hora de casarse por la Iglesia, y que son eso, cosas de película de americanos. Parejas, por ejemplo, que te piden que tras el consentimiento digas eso de “ya puede besar a la novia”.

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12.02.18

Receta infalible para no equivocarse en jamás de los jamases

Monseñor DupanloupTiempos del Concilio Vaticano I. Era sorprendente lo de aquel obispo. Sordo no como una tapia, sino como dos. Asistía a todas las sesiones conciliares sin enterarse prácticamente de nada, pero a la hora de votar cualquier cosa, jamás erraba en su opción. Hombre de talante conservador, ni una sola vez tenía dudas, y eso que, como decía, era sordo de solemnidad. Llegado el momento del voto jamás dudaba: esto sí, esto no, esto me abstengo.

Un día, saliendo de una de aquellas interminables sesiones, alguien le preguntó cómo era posible que, sordo como estaba, a la hora de votar no se equivocara jamás. Sonrió pícaramente el obispo para revelar su secreto. Es sencillo, explicó: me fijo en lo que vota Dupanloup, y ya sé que debo votar exactamente lo contrario.

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10.02.18

Los dinerillos de la parroquia no son del cura

Me decía Rafaela, y repetidas veces, que a los curas no hay quien nos entienda. Llega uno, contaba, y decide quitar el altar de donde está y colocarlo en medio de la iglesia para que las misas sean más comunitarias. Dinero para el invento. El siguiente cree que el altar mucho mejor donde estaba antes. Más dinero. Y de paso, una nueva sede más austera, que la que tienen forrada de terciopelo es demasiado. Dinero para la sede y la anterior al trastero o el vertedero. Pero llega otro cura y prefiere la solemnidad, así que se acabó la sede actual y a comprar un sillón a todo trapo porque la liturgia requiere grandiosidad. Todo, evidentemente, a cargo de Rafaela, Joaquina, y todos los demás, porque los curas en esto no solemos poner un euro de nuestro bolsillo.

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8.02.18

Cuentos chinos

Eso quisiera yo. Que todo lo que se viene escuchando estos días respecto a la relación entre China y la Iglesia católica o a la viceversa, que tanto monta, se quedara en cuentos chinos, y ya saben lo que es eso: pura fabulación sin parecido alguno con la realidad.

Ya quisiera un servidor que esos rumores, o no tan rumores según el cardenal Zen, fueran meros cuentos chinos. Me refiero a esa noticia, pseudo noticia, rumor, posibilidad o dato contrastado, que dice que desde el Vaticano se está pidiendo la renuncia a sus sedes de obispos fieles a Roma, para colocar en ellas a otros obispos consensuados con el gobierno chino. Si esto es tan solo un cuento chino, pues como broma pre carnavalesca no está mal. Si es una realidad, la cosa se pone muy fea, porque supondría una falta de respeto a los obispos encarcelados por fidelidad, a los laicos escondidos, a tantos mártires por fidelidad a Pedro.

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7.02.18

El fruto de sus avemarías

Va para dos meses que empecé a pedir paga por leer mis posts. Paga chica o grande, depende. Chica porque una avemaría es apenas unos segundos. Grande, porque el valor de la oración es inmenso. En estos dos meses son cientos, miles, las avemarías que se están rezando por tres pequeñísimas parroquias de la sierra norte de Madrid: Braojos, Gascones y La Serna del Monte.

Me preguntan por frutos, como si esto fuera la purga de Benito, instantánea en sus efectos. Las cosas de Dios tienen otro ritmo y Él hará que tanta oración dé sus frutos cuándo, dónde y como quiera. En eso confiamos.

Bien. Dicho esto, ¿se va notando algo? Algo se nota…

Lo primero que hice fue empezar a celebrar misa a diario, inexistente desde hace años. Celebro dos días entre semana en cada pueblo y los domingos en los tres. Es verdad que en alguna ocasión he celebrado sin pueblo, pero solo dos veces. Siempre hay alguien. Hasta doce personas alguna vez.

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