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30.12.17

La pastorela de Braojos

En los pequeños pueblos es inútil pretender organizar la vida parroquial con esquemas trasplantados de la ciudad. Aquí una persona es respuesta, dos éxito y tres multitud. Nuestra vida parroquial se nutre de la misa diaria, dos días en cada pueblo, la misa dominical, y los recursos que nos ofrecen la religiosidad popular y las tradiciones propias de cada lugar, con origen netamente católico y siempre necesitadas de evangelización y purificación para que sean lo que deben ser. Junto a esto, la atención a los niños –escasísimos-, la cercanía a algún joven, visita a enfermos, pasear por el pueblo… En fin, esas cosas.

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27.12.17

Navidad. Adoración a Dios, no al hombre

La lucha contra el enemigo externo es sencilla y evidente. Hay ataques frontales a la Navidad que uno pesca a nada que se fije un poco. Que haya personas, las patéticas “femen” que intenten secuestrar al niño Jesús en el Vaticano al grito de “Dios es mujer” es un ataque que como tal entiende el más lerdo.

Hay otros ataques muy conocidos aunque socialmente aceptados. Ya sabemos que la Navidad no es consumo, ni derroche, ni anti ácidos a la mañana siguiente. Todos lo decimos, todos consumimos, y comemos y bebemos más de la cuenta. Se sabe. Poco problema, aunque ya lo es reducir el nacimiento del Hijo de Dios a una explosión de luces, cantos y frenesí comercial de donde lo religioso simplemente ha desaparecido de forma callada. Anda que no es complicado ver un belén en un centro comercial o no digamos algo mínimamente evocador de lo religioso en la decoración navideña de nuestras calles. Con todo, no es lo que más me preocupa. Cosas de la sociedad de consumo y punto.

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26.12.17

Que arrasen las pirámides de Egipto. Por antiguas

Qué antiguo te estás volviendo. Hay que actualizarse. Eso me dijo una antigua feligresa al conocer la parroquia de la Beata Mogas. Los tres principales signos de carcundia que ella observaba eran la adoración perpetua, los confesionarios y los reclinatorios para facilitar la comunión de rodillas a los que desearan recibirla de ese modo.

Únicos argumentos. Cosas antiguas. Modernizarse. Supongo que hoy me llamaría carca y con más motivos, ya que en Nochebuena y Navidad, en Braojos, en prueba de recalcitrante conservadurismo, tuve la desfachatez de revestirme con una casulla de seda del siglo XVIII, y utilizar un cáliz también del XVIII. Y no fue nada aislado, que para la Purísima un servidor ya había estado rebuscando en el museo parroquial y conseguí encontrar una preciosa casulla azul evidentemente de guitarra, cosa del todo inadmisible para todo fiel cristiano medianamente actualizado, insertado en la realidad y profético en su inanidad.

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