En donde se vuelve a demostrar que la estupidez eclesial no tiene límites
Ante todo, mil perdones al editor, al director y a mis lectores por publicar un segundo post en el mismo día, cosa que hago por segunda vez en mis cuatro años de bloguero en esta casa. Vaya en mi descargo que tampoco escribo a diario.
Pero es que no me ha quedado más remedio. La noticia es de tal calado, las aportaciones de tal profundidad, la reflexión tan seria, que no podía esperar hasta mañana para hacérselo llegar a mis lectores. Y es que, además, lo reconozco, cosas de mi condición pecadora, si no escribo ahora mismo, literalmente reviento, y no estoy por la labor de dar una alegría a mis detractores.