No acaba de llegar la primavera
Siempre me han producido una enorme ternura esos almendros que, confundidos con los primeros rayos de sol de febrero, se lanzan a vestir su desnudez con las flores primaverales. Cuando los veo tan lanzados en esos días no puedo por menos de sentir un cierto dolor: “pobrecillos, ¿no saben que les quedan mil heladas?”. Así es, a los pocos días el frío y la nieve los han convertido en troncos estériles. Los almendros no saben de meteorología y sufren sus despistes.
Parece que tampoco acaba de llegar la tan cacareada primavera eclesial. En cuanto el papa Bergoglio salió a la logia de San Pedro los gritos anunciando la tan por lo visto ansiada primavera eclesial se hicieron ensordecedores. Como los almendros. Enero y con flores. Cuidado… que nunca se sabe por dónde nos puede venir el tiempo.