12.03.07

Un sacerdote comprometido con la defensa de la vida.

En noviembre del año 2004, un niño de Avilés, hijo de una deficiente mental, fue condenado a muerte. Le mataron con todos los vistos buenos de una ley que permite el sacrificio de inocentes, la muerte de los que gritan sin ser oídos, la eliminación de los no nacidos. Pelayo, como le bautizamos aquellos que dimos la batalla para salvar su vida, contaba ya con siete meses de vida en el seno de su madre. Pero dio igual. A pesar de que la práctica totalidad de los partos prematuros sietemesinos acaban felizmente, Pelayo no tuvo esa suerte.

De Avilés era párroco nuestro llorado y recordado Julio Asterio, fallecido el 11 de julio del año pasado a causa de un cáncer que se nos le llevó en pocos meses. Y de Julio, blogger en RD, fue la iniciativa de celebrar cada año en su parroquia una eucaristía por los niños no nacidos. Espero que su sucesor haya seguido sus pasos.

Y es que, queridos lectores, desde la Iglesia se puede hacer mucho por los que corren el peligro de no nacer por la acción de manos asesinas. Además de la denuncia, además del compromiso para ayudar a aquellas mujeres que no quieren abortar, pero no encuentran a quién les apoye para llevar a feliz término su embarazo, la Iglesia puede y debe sobre todo elevar sus preces al Señor por todos esos inocentes. Y si de verdad creemos, como afirma la Escritura, que la oración del justo puede mucho, mucho será lo que por medio de nuestras oraciones podremos hacer.

Es por ello que cabe felicitarse por lo que está haciendo mi compañero de blog, el padre Guillermo Juan Morado, vicario parroquial de San Pablo, Vigo.

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11.03.07

Si no nos convertimos, morimos.

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera." Y les dijo esta parábola: - "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: `Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?´ Pero el viñador contestó: `Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas´".
(Luc 13,1 y ss)

O conversión o perdición. No hay opción. No hay una tercera vía. No hay un gris que medie entre el negro y el blanco, ni una tibieza que pacte con talante entre el frío y el calor. O hacemos de nuestra vida un camino de conversión continua, o hemos equivocado el camino hacia la salvación.

Como el enfermo que se aferra a la vida medicándose, como el bebé que busca el abrazo materno para ser amamantado, el cristiano debe agarrarse como una lapa al Espíritu de gracia que le renueva, le transforma a imagen de Cristo, le limpia de impurezas. En definitiva, le convierte.

"El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti", decía San Agustín. Es nuestro deber trabajar con temor y temblor en nuestra salvación, pero siempre sabiendo que es Dios el que produce en nosotros tanto el querer como el hacer, de forma que nadie pueda gloriarse en sus propias fuerzas ni pretender presentarse delante de Dios con una factura que ponga: `Por esto, aquello y lo de más allá….. se me debe la salvación.´ Somos salvos por gracia, pero una gracia que actúa eficazmente por el amor, no una gracia etérea, pasiva y ajena a nuestro obrar.

Toda conversión es dolorosa. Nadie abandona el pecado y toma camino de la santidad, sin dejarse por el camino jirones de su alma. Ese alma que sabe que necesita ser podada para llevar mejor fruto, pero que cuando ve las tijeras del podador se acobarda y a veces huye. Mas si nuestra identidad está en Cristo, no podemos desear otra cosa que ser transformados a su imagen, libres de toda imperfección, por pequeña que sea. Pidamos pues a Dios que corte nuestras ramas enfermas, nuestros vicios, grandes y pequeños. Pidamos que la savia del Espíritu Santo nos renueve y vivifique para que podamos dar fruto agradable. Fruto que a su vez sirva de alimento al prójimo necesitado de amor cristiano.

Señor, conviértenos a ti, renueva nuestro entendimiento, transforma nuestro corazón. Límpianos de todo mal, abónanos con tu Santo Espíritu y riéganos con la sangre de tu Hijo Jesucristo. Sólo así podremos ser dignos de contarnos entre los que te alabarán eternamente por tu bondad, tu misericordia y tu infinita santidad.
Amén.

Luis Fernando Pérez Bustamante

10.03.07

Una nación digna se echa a la calle

No sé qué imágenes darán los telediarios de las televisiones nacionales, pero por lo que estoy viendo en Radio Intereconomía TV, la manifestación de Madrid de esta tarde está siendo la mayor celebrada en la historia de España. Lo que hay en las calles de Madrid es esa España que está orgullosa de ser lo que es, que reivindica su dignidad frente a un sujeto cobarde, traidor y mentiroso que llegó al poder, no lo olvidemos, tras el mayor atentado de la historia de este país.

Dudo mucho que los que están en la calle hoy sean sólo simpatizantes del PP. No, si uno es español de verdad, da igual de qué tendencia política sea. Ante la bajada de pantalones de Zapatero ante la banda asesina, los colores políticos han de dejarse a un lado. A menos que uno sea socialista o comunista antes que español, no puede consentir que este país sea gobernado por el presidente más nefasto de la historia de la democracia en España.

Una de las cosas que más llama la atención es la multitud de banderas españolas que ondean al viento portadas por los manifestantes. Todas ellas con el escudo oficial o sin escudo alguno. No es pues la extrema derecha la que está en la calle. Es simple y llanamente la España que no quiere doblar la rodilla ante Eta, la España que no quiere dejar de ser lo que es, la España que no está dispuesta a que en su nombre se cometan más indignidades.

Sólo queda esperar que a ese país que hoy sale a la calle, se le permita expresarse a través de las urnas. Para ello no bastan unas elecciones municipales y autonómicas. No, si el señor Zapatero quiere seguir humillándose ante Eta, ha de pasar por las urnas en unas elecciones generales para ver el apoyo que tiene. España no se merece un gobierno cobarde. España no se merece un gobierno traidor. España no se merece un gobierno indigno. España no se merece un gobierno frentista, resucitador de guerracivilismos y legislador de leyes contrarias al sentido común y la ley natural.

Despierta España, y recupera tu libertad, tu dignidad, tu grandeza, tus raíces. Sé fiel a ti misma y a tu Dios.

Acabo repitiendo lo que acaba de decir Rajoy en un discurso que va a ser histórico:

Viva la libertad

¡¡¡ Viva España !!!

Luis Fernando Pérez Bustamante

9.03.07

Sobre la posible condena a Sobrino

José Manuel Vidal ha adelantado una noticia que parece ser que llevaba corriendo cierto tiempo por los mentideros eclesiales. Según la misma, la Congregación para la Doctrina de la Fe va a emitir una nota de condena de la cristología del teólogo jesuita Jon Sobrino.

Desgraciadamente, ya no tiene nada de extraño que un jesuita sea condenado por Roma. La orden que tantos y tan buenos teólogos ha dado a la Iglesia desde San Ignacio, lleva décadas en una dinámica auto-destructiva, provocada no tanto por la ausencia de buenos jesuitas, que sigue habiéndolos, como por la insistencia en permanecer dentro de sus atrios de aquellos que quebrantan el espíritu ignaciano, y que han hecho de la oposición a la ortodoxia y la jerarquía su modus vivendi. Mucho me temo que eso no se solucionará cambiando de Prepósito General, pero sólo Dios sabe lo que el futuro traerá a esa antaño gloriosa orden. Supongo que en los libros de Historia de los próximos siglos, esta traición a sus raíces quedará reflejada como una pesadilla que tuvo fin.

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8.03.07

Benedicto XVI señala lo obvio: Clemente, sucesor de Pedro, ejerció de Papa

Benedicto XVI, en su audiencia del miércoles 7 de marzo de 2007

Queridos hermanos y hermanas:
Hemos meditado en los meses pasados en las figuras de cada uno de los apóstoles y en los primeros testigos de la fe cristiana, mencionados en los escritos del Nuevo Testamento. Ahora, prestaremos atención a los padres apostólicos, es decir, a la primera y segunda generación de la Iglesia, después de los apóstoles. De este modo podemos ver cómo comienza el camino de la Iglesia en la historia.

San Clemente, obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de Pedro, después de Lino y Anacleto. El testimonio más importante sobre su vida es el de san Ireneo, obispo de Lyón hasta el año 202. Él atestigua que Clemente «había visto a los apóstoles», «se había encontrado con ellos» y «todavía resonaba en sus tímpanos su predicación, y tenía ante los ojos su tradición» («Adversus haereses» 3, 3, 3). Testimonios tardíos, entre los siglos IV y VI, atribuyen a Clemente el título de mártir.

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